hondarribia - Iñaki Astudillo, hondarribiarra de 45 años, habla con pasión de Etiopía, un país que amaba y admiraba “incluso antes” de tener a su hijo pero en el que ahora, más que nunca, vuelca buena parte de su tiempo libre. Es voluntario y secretario de la ONG Abay-Etiopía, que el próximo 15 de marzo organiza la segunda carrera popular IRT (In Real Time), que se correrá al mismo tiempo en Walmara (Etiopía), Hondarribia, Laudio (Araba), Rincón de la Victoria (Málaga), Tres Cantos (Madrid) y Almusafes (Valencia).
¿Qué es Abay-Etiopía y de donde viene su vinculación con esta entidad?
-Abay es una ONG con sede en Valencia, creada formalmente en el año 2006 y que lleva, desde 2008, trabajando en diversos proyectos en la aldea de Walmara, a unos 70 kilómetros al oeste de Adis Abeba, la capital de Etiopía. En mi caso, siempre tuve interés por este país y su realidad, pero fue al adoptar mi mujer y yo a nuestro hijo cuando pensamos que podíamos hacer más cosas. Conocimos el trabajo de Abay y empezamos a colaborar en ella.
¿Qué proyectos e infraestructura tienen ahora mismo allí?
-Walmara está muy mal comunicada, ya que la carretera asfaltada se termina 20 kilómetros antes y cuando llueve, el trayecto final se convierte en un barrizal intransitable. En la aldea contamos con un centro polifuncional de 400 metros cuadrados construidos, que cuenta además con un patio de juegos, un campo de fútbol y otro de voleibol. Allí, tenemos montada una Escuela Canguro, que es donde los hermanos mayores, que suelen cuidar de los pequeños mientras sus padres trabajan, dejan a estos para poder ir ellos mismos también a la escuela. También tenemos un servicio de escolarización de adultos y un programa de actividades extraescolares para niños, en el que además de practicar deporte, les damos cada día, dependiendo de la hora a la que acuden, o el desayuno o la merienda. Además, en Adis Abeba, tenemos un piso donde residen estudiantes a los que becamos para que se formen allí y chicas que han sido víctimas de abusos sexuales, a las que alejamos de su entorno cercano. En total, entre Walmara y Adis Abeba hay 40 personas que trabajan con nosotros. Los voluntarios, aquí, somos eso, voluntarios y ninguno vive ni cobra sueldo alguno de Abay. Cada vez que viajamos allí, nos pagamos nuestro billete y nuestra estancia en el centro de Walmara de nuestro bolsillo. Tratamos de volcar todos los recursos de la ONG en los proyectos y en la gente que se beneficia de ellos, porque son lo más importante para nosotros.
El día 15 de marzo, vuelven a organizar la carrera IRT, para recaudar fondos para sus proyectos en Walmara. ¿Cómo fue la experiencia del año pasado? ¿Y en la de Hondarribia en particular?
-Éramos novatos en esto de organizar una carrera popular, y hacerlo además el mismo día y a la misma hora en varias ciudades, incluida la propia Walmara, fue un reto y una pequeña locura que, afortunadamente, salió bien. Además, el hacer una carrera simultánea en tantos lugares, computando todos los tiempos a la vez y proclamando un único ganador, fue algo peculiar que nos dio visibilidad entre tantas y tantas carreras que hay. En el caso de Hondarribia, fue la prueba con más participación de todas y la fórmula de la carrera oficial de diez kilómetros y otra a modo de marcha para las familias, sin ningún afán competitivo y a modo festivo, resultó un gran acierto. Participaron 450 corredores en la primera y 750 padres, niños y hasta abuelos en la segunda. Yo ese día estuve en Walmara y me lo perdí, pero todo salió muy bien y tanto nosotros como la gente, acabamos muy satisfechos. Este año, repetimos la fórmula y la inscripción está abierta en Kirolprobak.com.
¿A qué destinará Abay-Etiopía el dinero recaudado este año?
-Queremos poner en marcha en nuestro centro de Walmara un proyecto de capacitación agrícola. Vamos a montar un pozo y un sistema de regadío, además de formar a la población, en especial a mujeres, en el cultivo de distintas hortalizas o frutales. El objetivo es que puedan pasar de tener una cosecha de cereal al año, como es ahora, a tener tres cosechas y más diversificadas. Así, podemos mejorar la alimentación de la gente y que generen un excedente que pueda venderse y destinarse también, en parte, a los cien chavales de la Escuela Canguro.