LOS hermanos Víctor y Tomás Acha, nacidos en la localidad navarra de Azuelo en el siglo XIX, fueron homenajeados el pasado domingo en esta localidad de las faldas del monte Yoar como hijos ilustres de la localidad. En Donostia, ambos tuvieron un papel importante tanto por sus numerosas iniciativas relacionadas con la sanidad como por ser durante un tiempo cada uno regidores de la ciudad. La publicación Los doctores Acha, precursores de la Colegiación Médica en el siglo XIX, escrita por José María Urquía, presidente del Colegio de Médicos de Gipuzkoa, se repartió el pasado domingo entre los 180 vecinos de Azuelo y se enviará a todos los colegios médicos del Estado. El libro, editado por los colegios de médicos de Gipuzkoa y Navarra, incluye facsímiles de las obras de estos facultativos y dos retratos de ambos, rescatados en San Antonio (Texas), donde vive uno de los nietos del hermano menor.

Según José María Urquía, "fueron los médicos más importantes de Gipuzkoa a finales del siglo XIX". Ambos, cuyo padre también era médico, tuvieron un papel muy relevante, según destaca la obra, en algunas de las instituciones médicas que aún perduran en Donostia, como el Cuarto de Socorro, y otras que se alargaron durante años y ejercieron un papel fundamental en la alimentación de la población, como La Gota de Leche, ya desaparecida. También tuvieron presencia en la creación del Ateneo Guipuzcoano, en la fundación de escuelas nocturnas y para adultos y en la creación del balneario de La Perla.

Víctor, nacido en 1845, y Tomás, en 1858, fueron pioneros en la modernización médica de la Donostia del siglo XIX, una población que, por su condicion de ciudad marítima y cercana a la frontera, sufría brotes epidémicos de coléra y viruela. Además, a causa de su condición de ciudad liberal en plenas guerras carlistas, contaba con un importante número de médicos militares y servía al exilio de titulados liberales. La situación de la ciudad atraía cada vez más a profesionales cualificados en medicina y esta inercia fue también un imán para los doctores Acha.

Ambos pusieron los cimientos de la creación del balneario de La Perla, posteriormene joya de Donostia, aunque en sus primeros momentos no resultó rentable. Víctor Acha llegó a la capital guipuzcoana en 1869 como director de Sanidad Marítima y enseguida fundó un pequeño balneario de madera en la playa de La Concha, que tuvo que abandonar por el dinero que perdió, y al que bautizó como La Perla del Océano. Pero el germen prosiguió y, más adelante, retomó el edificio de la playa que, a su muerte, pasó a su hermano. Entre tanto fundó en los arenales de Ulia, actual barrio de Gros, el Higiotrepo (Instituto Médico de Higiene y Curación), un centro de hidrología médica con baños de agua dulce, de vapor, gimnasia, hidroterapia... Aquella institución también fue pionera aunque, por cuestiones económicas, sólo duró cuatro años.

En aquella época, la ciudad acababa de salir de una epidemia de viruela y el mayor de los hermanos propuso distintas iniciativas al Ayuntamiento para mejorar la sanidad en la ciudad. La última guerra carlista le obligó a dedicarse a labores médico-militares y más tarde ocupó el cargo de subdelegado de sanidad en la ciudad. Murió a los 42 años en 1888 pero, en sus últimos años de vida, se dio cuenta de las "lacras del intrusismo", según señala el libro de Urquía, y se unió a los movimientos en favor de asociacionismo médico y la defensa de su profesión.

Puerto en la bahía

Evitaron la creación de un dique en Ondarreta

Tomás, trece años menor que él, también se dedicó a la hidroterapia, además de trabajar para ubicar en un mejor espacio la Casa de Socorro y crear un nuevo pabellón de desinfección en el callejón de Arroca. Una de sus peleas, según recuerda Urquía en la publicación, fue impedir que se creará un fondeadero en la bahía, con un dique entre Igeldo y Santa Clara, y para ello basó su oposición en los daños que ocasionaría al turismo la contaminación de las aguas derivada del asentamiento de barcos.

Entre los logros de Tomás Acha se encuentran también los nuevos sueldos para los médicos titulares y la aportación a éstos de placas para colocar en la puerta de las consultas de sus domicilios, de modo que se localizasen mejor e informasen de los horarios. En su afán por extender la sanidad, este médico propuso crear un censo de familias pobres para su asistencia gratuita y creó el dietario médico, que incluso patentó.

Pero, además de sus distintas labores, ambos doctores lucharon contra las prácticas de intrusismo de barberos, petriquillos e, incluso, los médicos franceses, que les "robaban" los enfermos. Para defender su profesión crearon el primer periódico médico guipuzcoano y promovieron el germen de lo que fue, en 1899, el Colegio Oficial de Médicos de Gipuzkoa.