hace algunos años, el camino del cielo de Donostia se encontraba en la calle Intxaurrondo, que da nombre al barrio y transcurre en paralelo entre las vías de Renfe y la avenida Alcalde Elósegui. La alusión al cielo se debe, curiosamente, a que en esta calle se agrupan cinco conventos de diferentes congregaciones como las Ciegas de San Rafael, las Salesas, las Religiosas Cristetas y la Sagrada Familia de Burdeos. Sin embargo, cada vez son menos los vecinos que hablan del cielo y más los que se refieren a su "particular infierno", dado que la calle Intxaurrondo y sus inmediaciones se han convertido en el refugio de muchas personas que padecen pobreza y marginación.

La razón es que, durante muchos años, las diferentes órdenes religiosas han prestado servicios sociales a los más necesitados, quienes en el entorno también tienen a su disposición otros centros de atención social como el Servicio Municipal de Urgencias Sociales, el Hogar del Transeúnte, el Piso del Frío y Hotzaldi, que gestiona Cáritas, entre otros.

La mayoría de los vecinos de la zona, como Consuelo Santiago, informan de que en el paseo de Intxaurrondo "se vive bien, sobre todo después de que derribasen el edificio de cemento que había cerca de Larrotxene, porque allí se drogaba mucha gente".

Quejas vecinales

"Esto ya no es lo que era"

Pero un paseo por la zona sirve también para escuchar quejas de los residentes que, como Félix Lazkano y Estrella Gómez, explican que este lugar "ya no es lo que era". "Antes, no solía tener problemas para venir a casa andando solo, pero ahora me lo pienso dos veces porque sé que me encontraré con determinados grupos de magrebíes que imponen bastante", argumenta Lazkano, que asegura que en diversas ocasiones se ha cruzado con estos jóvenes que vagan por la calle al no encontrar lugar en los centros sociales del entorno.

"No tienen otra cosa que hacer que ver pasar las horas y comienzan a drogarse en plena calle", explica una mujer que prefiere mantenerse en el anonimato. "Se agrupan en cuadrillas y se sientan en las aceras, en los bancos y en los soportales esperando a que les den el bocadillo y mientras tanto hacen lo que hacen", agrega.

Una visita a la calle Intxaurrondo y sus aledaños permite comprobar el testimonio de esta ciudadana, ya que un paseo de escasos 400 metros sirvió a este diario para comprobar cómo dos adolescentes esnifaban cola a las 12.00 horas del viernes.

Los residentes explican que esta situación no sólo se limita a la calle Intxaurrondo, sino que se extiende al paseo de Txaparrene, junto a las vías del tren, donde en los últimos años se han producido varias peleas y conflictos, según afirman los residentes.

Personas que frecuentan la zona como Santos García comentan que "no es para tanto". Pero ésta no es una opinión generalizada, ya que muchos otros residentes como Lazkano, Gómez y otros que no desean dar su nombre, aseguran que "esta zona de Intxaurrondo Zaharra se ha convertido en un foco de indigentes y personas necesitadas".

"Caminito del cielo lo llamaban"

Cada vez más delitos

Desde hace algún tiempo, desafortunadamente, en el paseo de Intxaurrondo no dejan de sucederse actos delictivos que colman la paciencia de los habitantes de la calle.

"A media mañana se puede ver a jóvenes y mayores, casi todos extranjeros, drogándose o formando peleas", cuenta Isabel, que recuerda que hace poco vio cómo dos chavales del centro de acogida desmontaban una moto en la misma calle.

Otro vecino de la zona comenta: "Esto era una calle tranquila, el caminito del cielo la llamaban, pero ahora es el infierno. Roban en las casas, a la gente y rompen los coches continuamente. Ya no se puede vivir tranquilo". "Muchos no provocan problema alguno porque sólo se acercan a pedir comida, pero la situación se ha ido complicando con el tiempo", expresa un hombre que vive en la zona.

A pesar de que la Guardia Municipal suele vigilar la zona, muchos vecinos confiesan sentirse inseguros debido a los numerosos robos y peleas. "Parece que la policía se preocupa más por otras cosas que por la bulla que meten éstos", se queja una vecina.

En cualquier caso, siempre hay personas que se resisten a pensar en lo malo y se esfuerzan en destacar lo positivo. "Este barrio está muy bien y vivimos muy a gusto, sólo falta que cubran las vías del tren porque el ruido es lo que más molesta", dice Consuelo Santiago.