“Formar parte de Harresiak Apurtuz significa entender que el rédito de participar en una red no es cortoplacista”. La primera, en la frente de los tiempos supersónicos que marca la agotadora agenda digital. Naiara Vink Larruskain  (Bilbao, 1982) ha aprendido a armarse de paciencia y esperar a que los resultados lleguen con el tiempo después de 10 años de andadura en diferentes puestos (técnica de comunicación, ahora responsable de incidencia social) de la coordinadora vasca de migraciones Harresiak Apurtuz. Creada en 1997, esta organización es la red o eje de referencia para las entidades que acompañan a la población migrante en Bizkaia, Araba y Gipuzkoa. 

Por su carácter logístico y teórico, con mucho trabajo en la sombra, la labor de Harresiak Apurtuz no siempre resulta visible ni fácil de contar. Naiara Vink, doctora en Periodismo por la UPV/EHU, imparte además las asignaturas de Redacción Informativa y Géneros Informativos en el Grado de Periodismo de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de Leioa. 

Me tiene que explicar qué es eso de ser responsable de incidencia social.

-La pregunta tiene mucha carga simbólica, porque tiene que ver con la dificultad de explicar un trabajo que tiene mucho de intangible. Es ser la responsable al máximo nivel de la comunicación estratégica de Harresiak Apurtuz, lo que implica la generación de unas narrativas concretas y un discurso con un doble objetivo. Por un lado, promoviendo que las políticas públicas pongan en el centro a las personas para hacer que sus vidas sean vivibles y, en paralelo, sensibilizando a la ciudadanía para poder generar en ella un espíritu crítico en un momento en el que, precisamente, el valor de los matices no es una gran virtud. 

Todo es blanco o negro ahora. 

-Este es un trabajo poliédrico y, a veces, muy poco reconfortante. Tienes que remar siempre a contracorriente y, cuando crees que ya has llegado a la orilla, llega una ola más grande que te termina arrastrando. Nos toca aprender a vivir con esta ola reaccionaria que no sabemos a dónde nos va a llevar en un mundo absolutamente polarizado. En esta constante dicotomía de blanco o negro no es fácil intentar llenar las acciones de matices y de una complejidad necesaria. Desgasta mucho.

"Estamos comprando el discurso de la ultraderecha”

Lleva ya 10 años en Harresiak Apurtuz. ¿Nota ese desgaste? 

-Empecé como técnica de comunicación haciendo una revista de derechos humanos, justo cuando también empezaba con el doctorado. Las circunstancias de la organización han hecho que hace unos años diera un paso al frente hacia este otro lado del periodismo, y a centrarme en la generación de discurso político y en la gestión de la comunicación estratégica. Hay un desgaste, sí, pero los cambios sociales son tan vivos que se mezcla el desgaste con estar alerta, y eso mismo ha ido definiendo el propio trabajo. De momento, me muevo con equilibrio entre ese hastío y la naturaleza de un trabajo que reivindico como más necesario que nunca.

Da clases en la universidad. ¿Los chicos son mucho más de derechas que las chicas? 

-A nivel del Estado todos los inputs nos indican que existen movimientos en este sentido, pero al menos donde yo me muevo no puedo decir que se vea esto con tanta claridad. Creo que hay una mirada muy violenta hacia la juventud y que se tiende a homogeneizar un rango de edad que es diverso de facto, como ocurre en cualquier otra franja. Es muy injusta la generalización y el linchamiento que muchas veces hacemos los adultos hacia los jóvenes. La juventud está abanderando muchas luchas con discursos renovadores que están siendo, además, muy transgresores en ecofeminismo, la diversidad sexual, la propia causa Palestina…, y que torpedean la línea de flotación de los poderes. Hay una mirada adultocentrista que es muy perversa, porque de esta manera nos resta de ciertas responsabilidades a los que tenemos ya una edad.

"El andén de salida es que migrar es un derecho”

El reto migratorio está siempre en el centro del debate político y social. 

-En la plaza pública nada se dice con ingenuidad. El melón es que las migraciones están situadas en la arena ideológica. Ya ocurrió, y ocurre, con los feminismos. Esto supone que es un tema discutible, opinable. Los mimbres sobre los que se construyen los relatos sobre migraciones no son válidos, porque no parten de una idea que debiera ser el andén de salida: que migrar es un derecho. Más allá de lógicas de seguridad o laboralistas, deberíamos sostener esta mirada con toda la complejidad que conlleva. 

Desmontar el racismo


En las redes sociales de Harresiak Apurtuz han recomendado recientemente dos libros con un mensaje social de mucho calado. Por un lado, Diccionario formativo: términos y propuestas para la interculturalidad, la inclusión y contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia, promovido por la Secretaría de Estado de Migraciones, y que, según Harresiak Apurtuz, nos ayudan a “comprender la realidad social en la que vivimos e impulsar prácticas más justas, inclusivas y respetuosas con la diversidad”. Por otro, Y tú quién eres para hablar de lo afro, un ensayo coral nada complaciente que “contiene muchas aristas”, asegura Naiara Vink, ya que “entran en juego la escala de privilegios, la posición desde la que hablamos”. 

¿Cuando Ayuso le dijo a Vox aquello de que “alguien tendrá que limpiar las casas de los ricos” estaba siendo veladamente xenófoba?

-Esa dialéctica que mantuvieron PP y Vox fue esperpéntica. Y aquí sí que no caben los matices. Este es un ejemplo claro, que además está muy en la calle, de cómo intersecciona el clasismo con el racismo, como si las personas migrantes fuesen meros instrumentos al servicio de la producción en nichos muy específicos, fundamentalmente poniendo sus cuerpos al servicio de los cuidados en sectores enormemente precarizados y feminizados. 

Pero cada vez hay más políticos que están prometiendo mano dura contra los delincuentes multirreincidentes y hablan abiertamente de expulsión. ¿Qué está pasando?

-Más de lo mismo. Si antes hablábamos de la dialéctica estrambótica, ahora vemos cómo estamos comprando todo el rato la narrativa de la ultraderecha. Pero ya en el año 2006, a raíz de la llamada crisis de los cayucos, con la llegada de migrantes a las costas canarias, se detectó un cambio de paradigma en las políticas migratorias. Tengo la sensación de que está todo muy pervertido. El reto está en cómo convencer a los no sospechosos de comprar ese relato en un mundo en constante polarización que no acaba de estallar y en el que nos encontramos con discursos cada vez más reaccionarios.  

No parece fácil.

-Es complicadísimo, pero es nuestro trabajo y tenemos que estar ubicadas ahí, hipervigilantes. La deshumanización del otro ha llegado para quedarse: legitima los discursos violentos, racistas y xenófobos, pero también entorpece la convivencia. Y esto es grave porque en los espacios comunitarios se deciden muchas cosas.