En este libro, el autor profundiza en los dilemas de Ander Crespo, un detective marcado por pérdidas personales que lo impulsan a buscar justicia sin importar las consecuencias. Ambientada en un Bilbao caluroso la historia combina intriga y una mirada social aguda, mostrando cómo la corrupción, los secretos y las heridas del pasado moldean a sus personajes.
En el libro trata el tema de los rituales. ¿Cómo surgió esa idea?
Se me ocurrió a mí. En un principio, el ritual que había ideado era mucho más esotérico, con un componente místico y mágico, como de brujería, pero me di cuenta de que no encajaba en una novela policíaca. Era ya otro género. Finalmente, opté por un ritual más convencional, dentro de lo macabro que es.
Un figurado gobierno vasco tiene un papel relevante. ¿Hasta qué punto hay un equilibrio entre lo ficticio y lo real cuando introduce personajes con poder gubernamental?
Los gobiernos representan la pirámide del poder. El papel del poder es importante porque en esta novela uno de los temas que se trata es la corrupción y los gobiernos están en lo más alto de la pirámide del poder. No se apunta a nada concreto, simplemente se establece que el corrupto encuentra en el poder su hábitat natural. Eso no implica que todo aquel que esté en el poder sea corrupto. Pero es cierto que el corrupto siempre busca el poder porque es donde mejor se desenvuelve.
Volvemos a encontrar a Ander Crespo. ¿Ha cambiado?
Ander Crespo ha evolucionado. La primera novela transcurre en 2019, y esta segunda durante la Aste Nagusia de 2022. Han pasado tres años desde los hechos ocurridos en la primera novela, que para él fueron muy duros, porque ahí se resuelve qué le sucedió a su hermana. Todo ese proceso, al resolver el caso, le ha traído paz, pero también le ha abierto la herida. Ahora, siente satisfacción por haber encontrado respuestas, pero también un profundo dolor y sentimiento de culpa. Esa herida lo acompaña durante toda la investigación y es fundamental para entender sus pasos. Lo único que busca es que se haga justicia, aunque tenga que impartirla con sus propias manos.
Bilbao aparece como escenario en ambas novelas. ¿Hasta qué punto es un personaje más?
La primera novela transcurre en noviembre y diciembre de 2019. En aquellos meses llovió mucho, y esa lluvia, con su carácter melancólico, acompañó a los personajes y ayudó a dar trasfondo a la historia. En esta segunda, el bochorno del año 2022 también actúa como un personaje, porque asfixia aún más a unos protagonistas que ya están asfixiados por sus pérdidas y por sus vidas. La ciudad se convierte en un personaje por la climatología y esa sensación de opresión.
Oscuridad sin sombras transcurre en el verano de 2022. ¿Por qué esa fecha?
Podía haber acortado el tiempo y situarlo en 2020 o 2021, pero estábamos en plena pandemia. No quería hacer revivir a la gente esos momentos tan duros. Muchas personas perdieron a familiares, amigos o compañeros, y situar la trama en ese contexto habría resultado doloroso. Además, durante el confinamiento habría sido muy difícil justificar una investigación policial o el movimiento de los personajes. Necesitaba normalidad, y esa normalidad se alcanzó en 2022, que además coincidió con la primera Aste Nagusia pospandémicas. De hecho, escribí la novela en 2022, necesitaba quitarme la espina del confinamiento, que fue muy duro para todos en todos los sentidos.
Volvamos a la corrupción. ¿Puede que se haya basado en algún hecho real?
En la corrupción hay tantos hechos en los que te puedes basar. Todos los años, casi todos los meses, en todos los países y en todas las épocas de la historia, la corrupción siempre ha estado ahí. Desde que existe el ser humano, existe la corrupción. Por eso no me he tenido que basar en nada en concreto, porque la conocemos desde que nacimos prácticamente. Es más bien fruto de la experiencia vital, de lo que has visto, de lo que has leído en la prensa, y de comprobar que los ciclos se repiten una y otra vez.
El 'Euskal noir' es un género cada vez con más presencia, ¿cree que tiene identidad propia?
A pesar de que hay autores de novela negra por toda la geografía estatal, no hay una concentración de autores tan grande en ningún otro lugar como la que hay aquí. Muchos de nosotros escribimos sobre Euskadi, con personajes y acciones que tienen lugar en nuestro territorio, y con mucho éxito. No es que se escriba y nadie lo lea: son autores que ganan premios, son superventas y se traducen a muchísimos idiomas. Ese éxito se traslada al extranjero, lo que hace que la etiqueta 'Euskal noir' trascienda.
¿A qué cree que se debe?
Creo que ocurre porque en Euskadi tenemos una cultura lectora muy grande, que nos ha permitido escribir del modo en que lo hacemos ahora. En otros sitios quizá no se ha consolidado como una seña propia. También influye el entorno y la mística de Euskadi, una zona que en cierto modo siempre ha sido un poco desconocida. Tras la desaparición de ETA, Euskadi se abrió más al mundo y la gente mostró ansias por conocer esa tierra que antes se miraba de otra manera. Hay muchos factores que influyen, pero está claro que el 'Euskal noir' seguirá ahí durante muchos años.
¿Qué será de Ander Crespo?
Ahora estoy con la tercera novela, que es el final de la trilogía. Está escrita, está ya en la mesa de la editorial. Saldrá a la luz el año que viene, en octubre. Con ella se pondrá fin a la trilogía y se resolverá la segunda gran pérdida de Ander Crespo.