El escritor madrileño ha regresado a las librerías con un libro, 'Tim', que nos invita a adentrarnos en el mundo de los recuerdos de una manera diferente, con un peculiar narrador que ya desde la primera página nos sorprende con sus divagaciones.
Siempre nos regala novelas intensas, interesantes y diferentes. Aquí ha vuelto a llevar lo de diferente a otro nivel. Acostumbrados al modelo de introducción, nudo y desenlace, aquí le ha dado una pequeña vuelta.
Sí. Digamos que ahora que lleva ya un tiempo en la calle el libro y he tenido contacto con alguna crítica o reseña y con lectores, se destaca el asunto de que no tiene trama, pero eso me lleva a una reflexión: ¿Qué concebimos como trama? Si es una peripecia más o menos clásica o convencional adaptable fácilmente a una serie de televisión o una película, o si la trama es el asunto. Y yo creo que este libro sí tiene un asunto. Incluso un asunto con muchísimas ramificaciones (la identidad, si la identidad es una creación del lenguaje o de distintos lenguajes, hasta qué punto el lenguaje puede luchar contra la percepción de una identidad concebida por los demás...).
"Al final de tantas miradas ajenas uno se empieza a preguntar, como este Tim, qué tengo yo que decir de mí mismo, quién soy realmente, si lo que los demás me han dicho que soy u otra cosa"
Nos invita a la reflexión en ese sentido. ¿Ha llegado usted a alguna conclusión, la identidad es un constructo y estamos a merced de ella?
Hombre, eso me parece bastante evidente como seres sociales que somos. Desde el principio nos vamos creando una imagen de nosotros mismos por el reflejo que los demás nos dan y va variando. Al final de tantas miradas ajenas uno se empieza a preguntar, como este Tim, qué tengo yo que decir de mí mismo, quién soy realmente, si lo que los demás me han dicho que soy u otra cosa.
En esta historia tenemos un peculiar narrador. El peso de los recuerdos es abrumador. En el libro habla de las fiestas, y afirma que solo se puede abandonar una de dos formas: odiándose a uno mismo o a los demás. ¿Odiarse a uno mismo tras una fiesta es fruto del arrepentimiento?
Sí, de la vergüenza de nosotros entre los demás, de cómo si esta fiesta es una metáfora de nuestro mundo, de nuestra existencia temporal en este mundo, sí, realmente siempre se queda uno demasiado callado o habla demasiado. Parece que nunca se da con el tono adecuado: o pasas la fiesta siendo el raro o el que da bajón a todo el mundo, o el que ha animado demasiado, te has creído muy gracioso y luego te arrepientes de todo lo que has dicho. Y eso es un poco lo que te pasa también en la experiencia de vivir.
Sin embargo, como la vida es tan breve, vivir en ese arrepentimiento puede resultar tedioso.
Intento no vivirlo yo y no sufrirlo demasiado (risas). Por eso me invento personajes para que lo sufran ellos (risas).
Usa a sus personajes también para analizar la cotidianidad. En este libro pesa mucho la vergüenza, el olvido...
Sí, hablamos de la naturaleza de la memoria, hasta qué punto es frágil, hasta qué punto vamos convirtiendo la memoria en una herramienta para poder seguir adelante, recordando lo que queremos como queremos... Digamos que nos vamos haciendo un traje a medida con los hechos que vivimos y a eso lo llamamos memoria. Las cosas no son como las recordamos, eso lo sabemos, y nuestros cerebros están fabricados para trastornar los hechos en la medida en que nos ayuden a sobrevivir.
"Nos vamos haciendo un traje a medida con los hechos que vivimos y lo llamamos memoria”
La vida también son decisiones, encrucijadas. Aquí nos presenta una imprescindible, levantarse o no de la cama. La vida es eso, ¿no? Encrucijadas, tomar decisiones, con la zozobra de no conocer el resultado.
Sí, siempre caminando en prueba y error, no hay otra manera. También viendo hasta qué punto aquello que perseguíamos nos pertenecía perseguirlo.
Era nuestro sino.
Claro, era nuestro sino o ni siquiera nuestro aliento vital. A lo mejor uno está persiguiendo cosas toda la vida y luego se da cuenta de que ni siquiera las necesitaba o las quería, tal vez era lo que había que hacer por presión social.
Usted no es Tim, su narrador, pero si tuviera que coincidir en algo con él, ¿qué sería?
Sí, en que no me gustan las fiestas, como a él. No me gusta nada el concepto fiesta (risas). Una cosa es estar a gusto con amigos y que de pronto se alargue, y otra es decir: “Los jueves hay fiesta”, y ya prepararlo todo, vestirse... Eso siempre me ha deprimido mucho y además siempre pienso que va a salir mal. Y desgraciadamente siempre me parece que sale mal, que tienen un punto grotesco todas las fiestas, desde las bodas, los bautizos hasta el fin de año, cumpleaños... todo.
¿Se considera pesimista?
No, pesimista no, es simplemente que no me gustan las fiestas. Y, aparte, no creo que pueda salir bien algo en lo que la expectativa es tan tensa. Creo que la tensión del elemento de “vamos a hacer una fiesta” ya mata cualquier posibilidad de diversión (risas).
Donde sí le vemos en su zona de confort es en la literatura. En esta época en la que vivimos acelerados también leemos rápido, con el móvil al lado... Con sus libros es imposible hacerlo así, nos mantiene con todos los sentidos puestos en la lectura y eso en los tiempos que corren es una auténtica proeza.
Gracias. Sí, intento escribir como los libros que me gusta leer, de los autores que he admirado toda mi vida y me encantan. Y pertenecen a ese tipo de escritura. En cambio, hay literatura de consumo en la que los libros se leen enseguida porque son todo una ristra de lugares comunes y situaciones que sabes que si A lleva a B, B lleva a C y C lleva a D al final, y más o menos funcionan por código binario. Es casi como cuando ves una película o una serie y sabes que te puedes ir a hacer la comida, duchar... y volver y que no te has perdido nada porque sabías perfectamente lo que iba suceder y cómo (risas). Yo aspiro a una literatura en la que el lector exista mientras lee y le dé vueltas a su propia cabeza, que sea una inmersión.
¿Es imperativo para ser escritor haber sido previamente un ávido lector?
Hoy en día no, hoy en día parece que es casi un problema (risas). Es mucho mejor haber sido bombero (risas).
" Mientras no me pisen a mí, que vayan por donde quieran, pero es verdad que hoy en día se escribe desde una posición no lectora. Hay muchos escritores y escritoras totalmente serios y hay mucho advenedizo que se mete aquí como pintor de domingo"
¿Se replantea su carrera?
No, yo no. Anchas las han sembrado, amigo Sancho. Mientras no me pisen a mí, que vayan por donde quieran, pero es verdad que hoy en día se escribe desde una posición no lectora. Hay muchos escritores y escritoras totalmente serios y hay mucho advenedizo que se mete aquí como pintor de domingo. Pero sabemos quiénes son, y a quien le guste que se lo compre.
No todo el mundo puede decir, de todos modos, que se haya convertido en una influencia o fuente de inspiración para los lectores del futuro.
No seré yo quien refrende esa opinión, pero te agradezco que lo digas (risas). Volviendo a lo de la no literatura y la literatura, la literatura es la que es fértil. Es la que ha dejado un poso en otras literaturas.
Tras estas cuatro décadas en las que nos ha regalado tantas historias, nos ha regalado dos, Cualquier verano es un final y ahora Tim, en las que la invitación a aprovechar los momentos de la vida, las fiestas aunque no nos gusten demasiado, están presentes.
Sí, eso es al final lo único que tienes. Ya lo cantaba Julio Iglesias, que la vida son momentos que no vuelven a pasar. Si lo sabía hasta Julio Iglesias, ¿para qué negarlo? (Risas).
¿Qué le depara ahora el futuro en este viaje que es la vida?
Para mí, mi vida es escribir. El futuro para mí es siempre otra novela. Siempre he ido saltando de vagón en vagón en esto de las novelas. Tampoco puedo, ni quiero, ni sé poner la cabeza en otra cosa.