Si una máquina del tiempo nos transportara a la mejor definición televisiva del año 2000, el Moros y cristianos de Antxon Urrusolo sería, a buen seguro, el formato estrella de la época, el programa telecinquero que aglutinaría el sentir (hablar y vestir) de un momento histórico: el que supuso para todos el cambio de milenio y su alocado efecto 2000. Y hablar de Moros y cristianos, con permiso de Aramís Fuster (que todavía continúa barnizada en el barro), supone escribir sobre el Padre Apeles. El rey televisivo de la época. El polémico pater, cuya ordenación siempre estuvo en entredicho, que reventó los medidores de audiencia durante casi un lustro. No existía formato, sarao o fiesta top en los que no luciese su elegante alzacuellos. Incluso llegó a protagonizar portadas rosas con un prohibido y exótico romance con la mismísima Yola Berrocal. Sin duda, su principio del fin. Un incomprensible affaire que elevó la popularidad de la ganadora de Hotel Glam, El Reencuentro o La Casa Fuerte, pero apagó para siempre su tele-botafumeiro.
Tanto que absolutamente nada sabíamos estos últimos años del cura de las teles. Así le rebautizó, recuerden, La parodia nacional de Constantino Romero y aquella inolvidable actuación de Tina Túrmix. Pero casualidades de la vida, y gracias a la revista Pronto, ahora acaba de trascender una inquietante faceta suya totalmente desconocida: la de militar. El BOE publicaba a comienzos de año que el sacerdote había sido ascendido a capitán, ya que quedó adscrito como reservista voluntario tras hacer la mili. Y con el paso de los años ha ido ascendiendo de forma automática como consecuencia de la antigüedad. Todo ello, eso sí, bien lejos: en la Subdelegación de Defensa de Tenerife. El Ministerio de Defensa dictó la subida de grado con carácter retroactivo a 1 de enero de 2020 de 14 tenientes reservistas, entre ellos nuestro cura. Que, todo sea dicho, ha hecho más carrera en el ejército que en la propia Conferencia Episcopal Española.
Recuerden que la Iglesia no pudo más y le llamó a filas en Roma, justo después de editar libros, desfilar como modelo y protagonizar su propia comedia musical en El Corral de la Pacheca. Tuvo que escoger, obligado, entre guardar respeto a Dios o sermonear en los platós de la tele. Entre lo divino y lo humano. Y contra todo pronóstico, aceptó lo primero.