¿Hay algún producto que le cautivó al llegar aquí?

Las legumbres (sin dudarlo). En Nicaragua también las comemos, pero de otra manera: fritas, con guarnición, mezcladas con arroz… Me encanta cómo se preparan aquí las alubias, los garbanzos, las lentejas… Me fascinaron en cuanto llegué.

¿Se le da bien la cocina de aquí?

Sí… qué remedio. Si quieres dar algo de picar en el bar, tienes que aprender a hacerlo y, a poder ser, hacerlo bien, y yo tuve la suerte de tener a un gran maestro como fue Manolo en el Alexander. Por lo demás, creo que se me da bastante bien la cocina. Las albóndigas me salen muy buenas, los champiñones también… y me dicen que tengo las mejores rabas de los alrededores. Las doy el fin de semana, las hago muy naturales y me encargo yo de la masa del rebozado. Eso sí, nunca desvelo la receta.

¿Hay algún plato que se le resista?

Las manitas de cerdo. No sé si es por la textura gelatinosa o por qué, pero no puedo con ellas, y mira que lo he intentado. Y nada más. En comida soy una valiente y me enfrento a todo.

Recomiéndeme un par de restaurantes de su entorno.

Aquí, en Zumarraga, la referencia indiscutible es el Etxeberri. Todos tenemos nuestro encanto, pero como ellos nadie. En su día me gustaba también mucho el Iburreta y, por supuesto, el Kabia.

¿Y fuera de aquí?

Me encanta el Torre Zumeltzegi de Oñati, especialmente su lubina al horno con refrito. Y yendo más lejos, me gusta mucho, cuando puedo, comer un buen lechazo en Lerma o en Burgos… Soy una fanática del cordero.