La campaña de agitación permanente que sostiene el PP contra el Gobierno de Pedro Sánchez se ha ampliado esta semana a los partidos que sostuvieron su investidura. PNV, ERC, Junts y Podemos han sido blanco de los dardos que los portavoces del partido de Núñez Feijóo dirige habitualmente contra los partidos del Gobierno –PSOE y Sumar– tratando de proyectarles como cómplices de un presunto entramado de corrupción que, hasta la fecha, está más en los medios. Oculta el PP que Mariano Rajoy disfrutó del beneficio de la duda respetuosamente aplicado hasta que las sentencias judiciales y el señalamiento de su partido como beneficiario de una red de corrupción juzgada y condenada hizo insostenible su permanencia al frente del Gobierno y fue descabalgado por una moción de censura. Precisamente, la legalidad parlamentaria juega contra los intereses del PP. Núñez Feijóo carece de respaldo para ser alternativa y de programa para obtener ese respaldo. Pretender que, en ausencia de una sentencia firme, la sucesión de presunciones, filtraciones e informaciones –incluyendo las que aún no son objeto de investigación judicial–, se le regale la mayoría que las urnas no le han dado es pura propaganda. Los hechos del PP son claros al respecto de su incapacidad de concitar la menor confianza. Mientras maniobra sistemáticamente contra los intereses de los partidos soberanistas, incluso contra el ejercicio de las competencias autonómicas en un Estado descentralizado; mientras opera contra la visibilidad de la diversidad cultural del Estado ante la UE; mientras pacta presupuestos autonómicos con la ultraderecha, asumiendo sus postulados más extremistas en materia de convivencia y limitación de derechos y libertades, ese mismo Partido Popular alimenta la ficción de que el resto de fuerzas están tolerando la corrupción del PSOE y son cómplices de la misma y que es ese, y no otro, el motivo por el que no presenta una moción de censura condenada al fracaso. Núñez Feijóo ha pasado de no querer ser presidente, según su relato, por no pactar con los soberanistas, a pedirles gratis su respaldo, entre insulto e insulto, para conformar un gobierno dependiente de Vox y aplicar políticas de persecución de las minorías parlamentarias. Los hechos hablan por sí solos e impiden a este PP ser un interlocutor fiable.