Osakidetza acumula 25 años de experiencia en el tratamiento de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) en adolescentes. Fue en 1998 cuando el Servicio Vasco de Salud estrenó los primeros programas específicos de tratamiento de estas alteraciones ante una realidad que lejos de desaparecer se ha visto agravada por efecto de la pandemia. Tanto es así que el departamento de Salud del Gobierno Vasco anuncia la apertura de nuevas unidades para la atención de trastornos alimentarios en adolescentes, caso de la anorexia nerviosa o la bulimia nerviosa entre otros. El anuncio no es baladí. Según datos de la propia Osakide-tza, durante el año pasado las consultas por cambios en la conducta alimentaria se dispararon en la CAV en un 62,8% con respecto al año anterior. Del mismo modo, el total de hospitalizaciones provocadas por estos trastornos tuvo un repunte del 36,5% entre 2020 (263) y 2021 (359). Datos preocupantes que no son sino el reflejo de la angustia y la ansiedad que generaron los estrictos confinamientos a consecuencia del coronavirus en esta parte de la población, si bien en ejercicios precedentes ya se dibujaba una tendencia alcista en el número de consultas que advertían de la llegada de una problemática que terminó por tomar una dimensión mayor a causa de la pandemia. Así, estamos ante una realidad que ha ido adquiriendo mayor importancia durante el paso de los años cuando socialmente se ha ido visibilizando de manera adecuada y que ha puesto el foco para su tratamiento de ser necesario en el área de salud mental. Ahora, el departamento de Salud anuncia la creación de sendas unidades específicas de TCA en Araba y Bizkaia, lo que supondrá un salto cualitativo respecto a los programas y unidades de las que actualmente dispone el Servicio Vasco de Salud, mientras que para Gipuzkoa se avanza la creación de un hospital de día para atender a los adolescentes, como los que ya se disponen en los otros dos territorios. Avances, en todo caso, en la especialización médica para atender unos trastornos ante los que urgen, también, medidas que cortocircuiten el siempre peligroso mensaje del peso y talla de pantalón acorde con estereotipos de belleza todavía instalados en parte de nuestra sociedad. 25 años es muestra más que suficiente de que hay camino por delante que trabajar.