El siglo XXI es el de la transformación de la vieja Europa. Los debates sobre medio ambiente, energía y digitalización transforman lo social, económico y cultural desde lo más cercano a la ciudadanía. También el proceso de Unión Europea (UE) debe contemplar la necesidad de sustentarse en las realidades más cercanas, los pueblos y naciones con independencia de que sean estados o no. En Europa ya existe un entorno de interdependencia tanto en la economía y la organización política como en normas comunes que conllevan el reconocimiento de derechos y libertades. El presidente del EBB del PNV lo resumía ayer recordando que la UE es hoy el mejor lugar en términos de seguridad, igualdad, lucha contra la pobreza y respeto a los Derechos Humanos. Esa interdependencia vigente es la base de una mayor cohesión y fortaleza del proyecto europeo. Euskadi, como nación en Europa, tiene una oportunidad objetiva porque objetivo es que esa interdependencia no está limitada al ámbito estatal y se mide en términos de capacidad de resolución de las necesidades y retos compartidos desde un principio de eficiencia, capacitación mediante el desarrollo de competencias y mecanismos de participación para poder aportar en los objetivos. Su consecuencia es la toma de decisiones compartidas, que supone el reconocimiento de agentes capaces de ofrecer respuestas a esas necesidades, salvaguardando principios democráticos. Euskadi ha ofrecido reflexiones y ha sido reconocida como referente en materias comunes de tan amplio espectro como la inmigración o la transformación digital de la industria. Los Estados Unidos de Europa que define Ortuzar en términos de integración y cohesión son un escenario razonable si se parte de las estrategias de bienestar y sostenibilidad. El freno de ese proceso, por aferrarse a una Europa de los Estados frente a la de la ciudadanía, ralentiza un modelo de desarrollo sostenible y perpetuará ineficiencias. Las grandes soluciones de este siglo acuñadas desde el marco europeo para responder a los grandes retos ya vividos en estas dos décadas han sido compartidas y su implementación ha sido tanto más efectiva cuanto más cerca de las realidades sociales y culturales diversas han estado las instituciones encargadas de aplicarlas. Euskadi en la Europa de los Pueblos tiene más sentido que nunca.