La brecha salarial es consecuencia de la participación desigual de las mujeres en el mercado laboral: trabajan menos horas, perciben menos retribuciones y progresan menos en su carrera profesional. El diagnóstico está hecho desde hace tiempo, pero ayer, el Gobierno vasco dio a conocer un exhaustivo informe en el que pone los últimos datos sobre la mesa. Hay uno positivo a destacar, que la diferencia salarial entre hombres y mujeres se ha reducido al 12,81% en Euskadi y es de 4.562 euros brutos al año (los datos del análisis corresponden a 2023 y reflejan que solo en ese año la brecha se recortó 4 puntos).

Sin embargo, revela tendencias preocupantes. Una de ellas es el creciente peso de la parcialidad en la brecha salarial. Las mujeres trabajan 152 horas menos al año que los hombres y en ese dato radica el 72% de la diferencia actual en los ingresos. “A nivel estadístico se suele utilizar el salario por hora para determinar la brecha, pero el salario anual refleja mucho mejor la situación, porque refleja mejor el poder adquisitivo y la independencia económica de las personas”, explicó ayer Maider Urquijo Martínez, economista del Gobierno y coautora del informe en el IV Congreso sobre Brecha Salarial, celebrado en Bilbao la víspera del Día Internacional de la Igualdad Salarial.

Lo que dice el salario por hora en Euskadi es que los hombres perciben 22,36 euros frente al 21,55 euros de las mujeres. Esto supone el 28% de la brecha salarial actual frente al 88% que representaba en el periodo entre 2008 y 2013. El resto hoy en día se explica en la parcialidad, con un peso creciente evidente. Vayamos ahora a los datos sobre este tipo de jornada en el empleo femenino: en 2023, el 26,5% de las mujeres tenía un contrato a tiempo parcial frente a un 8% de los hombres. En la mitad de los casos no era por voluntad propia y, en una quinta parte, la razón estaba en los cuidados. Además, el 87% de las excedencias por cuidado de hijos menores recaían sobre ellas. Por último, las jornadas parciales están asociadas a una menor retribución salarial por hora, hasta un 46% por debajo de la de los contratos a tiempo completo. La diferencia, encima, es mayor que la que se da entre los hombres, que es del 35%.

La maternidad

Los datos sobre parcialidad ya reflejan un factor determinante: lo que se llama la penalización de la maternidad. Y es que la diferencia entre hombres y mujeres respecto a la parcialidad se da en todos los tramos de edad, pero se acentúa notablemente a partir de los 35 años. Y en esto se explica también otra de las tendencias preocupantes que revela el informe: una mayor “fragilidad” en la tasa de actividad de las mujeres.

El informe destaca un importante crecimiento de la participación de las mujeres en el mercado laboral (con empleos remunerados o en la búsqueda activa) en los últimos 20 años por dos factores: el aumento del nivel de formación y el impacto de la crisis de 2008, cuando muchas mujeres tuvieron que buscar empleo para compensar las pérdidas de ingresos en el hogar. Sin embargo, desde 2017 se aprecia un estancamiento. Desde entonces, la brecha en la tasa de actividad (es decir, la diferencia entre hombres y mujeres activos) se mantienen en un estable 6,5%.

“Puede estar implicando la existencia de un suelo estructural en la participación de las mujeres en el mercado laboral”, destacó Urquijo. Y detrás de esto, de nuevo, la penalización de la maternidad y el reparto desigual de las tareas asociadas a los cuidados de los hijos en sus primeros años de vida.

Por ejemplo, los datos de la Encuesta de Población en Relación con la Actividad (PRA) de Eustat muestran que, en 2023, la brecha de actividad entre las personas entre 35 y 54 años sin hijos se mantuvo por debajo del 5%, mientras que creció varios puntos porcentuales con un hijo y, sustancialmente, con dos o más hijos. Por ejemplo, en el tramo de edad de 35 a 44 años, la brecha con un hijo llegaba al 7% y, con dos o más, superaba el 12%.

Los autores del informe aprecian también una mayor fragilidad en la actividad laboral de las mujeres, ya que tienden a salirse por un tiempo del mercado laboral de forma “voluntaria” (con muchas comillas) o, porque si pierden el empleo, no buscan otro activamente durante un periodo por las cargas en el hogar y pasan a estar inactivas en lugar de paradas. “Estas salidas puntuales pueden parecer poco significativas porque se recuperan con los años o trimestres posteriores, pero tienen muchas implicaciones, sobre todo en las condiciones en las que se vuelve al empleo. Una vez se ha salido y se ha estado inactivo, se perciben menores salarios, se trabajan menos horas y se empiezan a preferir trabajos con más flexibilidad y la flexibilidad también tiene implicaciones en cuanto a los salarios”, explicó la economista.

Esto lo ilustró bien la profesora de la UPV/EHU Arantza Ugidos Olazabal. “La flexibilidad, de momento, sigue estando del lado de las empresas, porque la disponibilidad se compensa con complementos salariales y estos pueden llegar a ser, en algunos casos, una tercera parte del salario”, apuntó. Y lo mismo ocurre con la parcialidad, ya que “se aprecia una menor retribución a largo plazo aunque se vuelva a trabajar a jornada completa”. El Banco de España reveló hace un año unos datos contundentes, que sirven tanto para el Estado como para Euskadi: una mujer gana un 11% menos al primer año de nacer su hijo y un 28% menos en el largo plazo.

“No podemos estar mirando la brecha salarial sin mirar a la vez la tasa de actividad o el número de horas trabajadas, especialmente en los percentiles de renta más bajos. Todas las medidas que se propongan, deberían ir acompañadas de estimaciones de impacto, porque toda medida puede parecer muy buena idea, pero si no medimos el impacto que va a tener sobre nuestra realidad socioeconómica pueden ser poco efectivas o contraproducentes”, apuntó, a modo de conclusión, Urquijo. Un ejemplo claro: las medidas de conciliación. Si éstas no van acompañadas de corresponsabilidad resultarán fallidas porque van a aumentar la brecha. “Pueden facilitar la conciliación, pero no la igualdad”, advirtió en este sentido Gorka Oraá Martínez de Laño, director de Infancia, Adolescencia y Familias del Gobierno vasco.