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La brecha de género crece en el mercado inmobiliario

El perfil de quien alquila es cada vez más femenino y del que compra, más masculino; las listas de Etxebide muestran también una mayor dificultad de acceso a vivienda en las mujeres

La brecha de género crece en el mercado inmobiliarioArnaitz Rubio

Situaciones de violencia, divorcios o separaciones, los cuidados, trabajos temporales o parciales, sueldos más bajos... las dificultades de acceso a la vivienda en el caso de las mujeres suelen ir acompañadas de estas cuestiones y hace que la crisis habitacional impacte en una mayor proporción en ellas. “La escasez de vivienda afecta a ambos sexos por igual, pero el precio afecta más a la mujer”, subrayaba hace unos meses Ana Telleria, directora de Regeneración de Barrios y Agenda Urbana, en una entrevista con este periódico.

Una realidad que vinculaba al peso de los cuidados y al tipo de empleo y jornada. “Aunque la brecha salarial se va reduciendo, sigue existiendo y por eso el problema de la vivienda se complica todavía más en el caso de las mujeres”, analizaba. La última encuesta de necesidades de viviendas publicada por el Observatorio de Vivienda muestra que ocho de cada diez mujeres consultadas manifestaban no disponer de recursos económicos suficientes para acceder a su primera vivienda.

Y eso tiene un reflejo en las listas de Etxebide. Si observamos los datos de junio, los últimos disponibles, vemos que el 43,6% de quienes solicitan una vivienda, ya sea para alquilar o comprar, son mujeres y el 34,9%, hombres. El otro 21,5% de los solicitantes son parejas compuestas por ambos sexos. Esta lista está compuesta por algo más de 103.000 personas, la mayoría solicitantes de alquiler y es, precisamente en ese caso, donde la brecha es mayor: 35.500 mujeres buscan un arrendamiento social frente a 27.700 hombres.

Mujeres con hijos. Según el Observatorio de Vivienda Asequible, las mujeres solas con hijos a cargo son las más afectadas por precio de la vivienda. Esto es así porque los trabajos más precarios y con salarios inferiores están desempeñados mayoritariamente por mujeres, sobre todo en cuidados y limpieza. También son ellas quienes sufren mayores tasas de paro y cobran pensiones más bajas. Y, claro, esto hace también que la mayoría de los desahucios tengan rostro de mujer.

La lucha. Todo ello hace que la lucha esté liderada por mujeres y en las asambleas de los sindicatos creados en los últimos meses predominen las madres solas, mujeres inmigrantes y con situaciones de precariedad laboral.

“Hace ya muchos años se dejaron de sortear las viviendas, ahora hay un sistema de validación según los ingresos, la antigüedad, el número de miembros de la unidad familiar, si se pertenece a un colectivo vulnerable o no... y hay más adjudicaciones hacia mujeres que hacia hombres”, aseguraba Telleria. Pero no solo los datos de Etxebide apuntan en esa dirección. Según un estudio de Fotocasa, hay una tendencia al alza en el volumen de inquilinas y la brecha entre ambos sexos se está agrandando.

“En el mercado del arrendamiento es donde existe una mayor brecha al comparar los perfiles de quienes demandan vivienda y quienes la ofertan, ya que el primer grupo está compuesto por mujeres mayoritariamente. Este desequilibrio indica que las mujeres, con niveles socioeconómicos más bajos, demandan alquiler, al no poder acceder a la compra. También se refleja cómo la edad de estas inquilinas va aumentando año tras año”, señala en el informe María Matos, directora de Estudios y portavoz de Fotocasa.

“Existe una brecha cada vez más evidente entre quienes alquilan y quienes compran”

María Martos . Fotocasa

Los estudios de este portal señalan también un aumento de la brecha entre el perfil de comprador (cada vez más masculino) y de demandante de alquiler (femenino). “Existe una brecha cada vez más evidente entre quienes alquilan y quienes compran vivienda. Observamos que el acceso a la propiedad se aleja progresivamente del perfil femenino, lo que aboca a muchas mujeres a permanecer en el mercado del alquiler. Por el contrario, la compra está protagonizada mayoritariamente por hombres con un poder adquisitivo más elevado. Además, que los inquilinos tengan ya una edad media de 38 años demuestra que el alquiler ha dejado de ser una etapa transitoria asociada a la juventud. Cada vez más adultos se ven forzados a prolongar su estancia en el arrendamiento ante las crecientes dificultades para acceder a una vivienda en propiedad”, subraya Martos.

La demanda de arrendamiento ha crecido en los últimos tiempos en general, vinculado al hecho de que cada vez menos personas pueden hacer frente a la compra de una vivienda. Una problemática que afecta, sobre todo, a las personas jóvenes que buscan emanciparse. La llegada de inmigrantes también presiona el mercado del alquiler, escaso y cada vez más caro, colocando la vivienda como el principal desafío de nuestra sociedad. Esta ya es la principal preocupación de la ciudadanía vasca, según el Sociómetro; la segunda es el mercado de trabajo.

Familias

La crisis de vivienda tiene un impacto directo sobre miles de familias y afecta con mayor proporción a las mujeres por todo un contexto social y laboral que empuja a ello. Otro dato, esta vez de la asociación Provivienda: más de un tercio de los hogares sustentados por mujeres en el Estado cae por debajo del umbral de la pobreza después de pagar los gastos de relacionados con la vivienda. Las historias de Gabriela Fernanda Cevallos, Azucena Carhuajulca Choque y René Riofrío Cadenillas son el ejemplo perfecto que está detrás de todos los datos. Las tres viven en una vivienda comunitaria gestionada por la asociación Emakume Migratu Feminista-Sociosanitarias. La idea nació tras la pandemia, con un objetivo: dar solución a los problemas de vivienda que enfrentan las mujeres migrantes. Y son varios, entre ellos, los relacionados con el empadronamiento y los altos precios de los alquileres. “Pagaba 500 euros al mes por una habitación con mis dos hijos y el empadronamiento aparte”, explica Gabriela, argentina de 29 años que trabaja cuidando personas mayores y realizando labores de limpieza.

Gabriela Fernanda Cevallos, Azucena Carhuajulca Choque y René Riofrío Cadenillas, en su vivienda de Sestao.

Es a lo único que, de momento, puede aspirar, asegura, porque todavía no ha podido regularizar su situación. La idea es que, tras dos años de residencia y empadronamiento en la vivienda comunitaria, pueda hacerlo solicitando el arraigo. Está realizando estudios sociosanitarios con la idea de mejorar su situación laboral. “Trabajo hay, el problema es que ahora es sin contrato. Espero poder mejorar eso en un futuro. Pero el principal problema que tenemos es la vivienda”, ratifica.

“Ven a una madre soltera con hijos y le cierran las puertas, no le alquilan”

María Juncay . Emakume Migratu Feministak

Ahora paga 200 euros al mes por la habitación en la que vive con sus hijos, de tres y ocho años, en una casa que comparte con las otras dos mujeres y sus familias. “Nosotros pagábamos 650 euros todos los meses. Dormíamos los cuatros en la sala, solo podíamos cocinar una vez al día y poner la lavadora una vez a la semana. Fue horrible”, expone Azucena, solicitante de asilo peruana. “El gran problema de las mujeres migradas es la vivienda. Si encima ven que eres migrante te cierran la puerta, no te quieren alquilar y todavía menos si vas con hijos. Hay espacio para los animales en todas las casas, ¿y para nuestras infancias? Ven a una madre soltera con hijos y le cierran las puertas”, lamenta María Juncay, portavoz de la asociación.