La desigualdad laboral, además de injusta, es sumamente negativa para el desarrollo y el progreso económico de un país. Esta idea, ampliamente asumida por sociedades y expertos, necesita, no obstante, de nuevas cifras que ratifiquen su valor. Es lo que ha hecho ahora la Organización para la Cooperación y el Desarrollo en Europa, (OCDE), que subrayó ayer que equiparar la tasa de actividad y el tiempo de trabajo de las mujeres a las de los hombres permitiría en España aumentar la riqueza por habitante en torno al 8% en el horizonte de 2060.

En un amplio informe, la OCDE desgrana los problemas a los que se enfrenta la mujer: “mayores tasas de paro, menos horas trabajadas, segregación en el mercado de trabajo y un persistente techo de cristal”, circunstancias que derivan en que “las mujeres perciban salarios inferiores a los de los hombres”. Y todo esto en medio de la paradoja que supone que, como explica el documento, “las niñas, de media, obtienen mejores notas que los niños, pero están infrarrepresentadas en los campos de educación que prometen mejores oportunidades laborales, como la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas”.

La OCDE estima el potencial económico que ofrecen las políticas de igualdad en el terreno laboral para cada uno de sus países miembros. En concreto, en el caso español, ese 8% está algo por debajo de la media de la OCDE, en la que se podría conseguir un incremento del PIB por habitante del 9,2% para 2060, pero es un porcentaje superior al de Francia, Estados Unidos o de la mayor parte de los países de Europa central y oriental.

En el Estado, la reducción simultánea de las diferencias entre hombres y mujeres en la tasa de actividad y del tiempo de trabajo podría ofrecer un alza del PIB por habitante de 0,21 puntos porcentuales cada año, frente al 0,23 de media. En el caso de España, las mujeres en 2021 trabajaban 5 horas menos a la semana en un empleo remunerado que los hombres en 2021, una diferencia que se ha reducido si se compara con las 6 horas de 2010. Es una fractura menos pronunciada que en el conjunto de la OCDE, donde las mujeres trabajaban 5,3 horas menos que los hombres cada semana en 2021 y 6,5 horas en 2010. 

Donde sí existen tareas pendientes es en lo que se refiere a la tasa de actividad, un concepto que hace alusión a quienes tienen un empleo dentro de la franja de los que están en edad de trabajar. Su tasa de actividad femenina era en el cuarto trimestre de 2022 del 59,4% (del 69,2% para los hombres) frente al 66,7% de media en la organización (76,6% para los hombres). 

Es decir, que sigue fallando la incorporación al mercado de trabajo de las mujeres que no tienen empleo. Es uno de los retos que el informe identifica, entre los que también destacan, a nivel general para todas las sociedades, “eliminar las barreras al emprendimiento de las mujeres, reducir la brecha de género en salarios y en pensiones, rebajar la desproporción en el trabajo doméstico, así como la escasa representación de mujeres en posiciones de liderazgo, tanto en la política como en los gobiernos”.