a pandemia del coronavirus no solo nos ha afectado en el aspecto sanitario. Entre las muchas cosas que el covid ha sacudido también se encuentran los estereotipos. El edadismo, la discriminación por edad, si bien ya estaba naturalizada en nuestra sociedad ha terminado asentándose en ella de forma peligrosa en los últimos tiempos, también en el mercado laboral. Según datos ofrecidos por la Fundación Adinberri, la población mayor de 55 años en desempleo aumentó del 8% en 2010 al 15% en 2020.

Todos los datos apuntan en una dirección: la edad puntúa a la baja a la hora de buscar y de retener un empleo. Las dificultades a la hora de acceder al mercado laboral de las personas mayores son enormes si, por ejemplo, pierden su puesto de trabajo habitual. En ese sentido, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontologia calcula que aproximadamente el 67,1% de los parados mayores de 55 lleva más de un año en esa situación. Casi la mitad (el 49%) llevaría más de dos años sin encontrar empleo.

Evidentemente, la situación de desempleo afecta muy negativamente no solo a las finanzas sino también a la salud de los parados de larga duración en edad avanzada. Algunos, los llamados 'desanimados', llegan a perder toda esperanza y dejan de buscar trabajo, decepcionados ante un mercado laboral que no parece darles cabida.

Quienes, en cambio, continúan buscando empleo, se encuentran con una sucesión de contratos temporales y precarizados. Los prejuicios negativos juegan un papel fundamental en este aspecto: aunque no se corresponde con la realidad, la percepción de que los trabajadores mayores son incapaces de adaptarse a las nuevas tecnologías o a los nuevos programas productivos está muy extendida entre los empleadores.

A causa de estas falsas creencias, muchas empresas terminan descapitalizándose de talento al prescindir de sus trabajadores más experimentados de forma prematura, cuando todavía tienen mucho que aportar a la compañía. Esto evita que se produzcan las sinergias naturales que se dan al congregar en el mismo espacio de trabajo a personas de distintas generaciones, que son capaces de aportar distintos puntos de vista en función de sus experiencias.

Pero, ¿cómo se puede poner fin a estas prácticas edadistas en las empresas? Las respuestas son variadas. La concienciación y la sensibilización para retener el talento senior entre los empleadores es sin duda una de las claves. Las jubilaciones activas, combinando pensión y trabajo durante un tiempo, también solucionan parte del problema. Hay quien apuesta, incluso, por la obligatoriedad de que los currículums sean ciegos por Ley (sin fecha, lugar de nacimiento ni foto). Fórmulas hay muchas, solo queda ponerlas en práctica.

Debido a falsas creencias sobre el envejecimiento, muchas empresas se descapitalizan de talento de forma prematura