- Los precios han subido en Euskadi cuatro veces más que los salarios en lo que va de año. El principal protagonista de las economías familiares de los últimos meses, la factura eléctrica, ha situado el IPC en niveles que no se veían desde hace diez años en la CAV. En cambio, la negociación colectiva se ha estancado en un contexto económico marcado en general por la incertidumbre que sigue generando el covid pese al notable avance en la vacunación, por el mantenimiento de restricciones en algunos sectores productivos.

De modo que si la cesta de la compra vasca se ha encarecido entre enero y agosto un 3,3%, la media del incremento salarial en ese periodo ha sido de apenas un 0,8%, según los datos del Ministerio de Trabajo. Son dos puntos y medio de diferencia que representan la pérdida de poder adquisitivo de las familias vascas. En esa cuenta no figuran las personas que no han tenido ninguna subida salarial este año. En esa situación estaban casi 398.000 trabajadores antes del verano, un periodo que no es tradicionalmente muy activo para la negociación colectiva. El Consejo de Relaciones Laborales apunta en su último informe sociolaboral, que analiza el periodo mayo-junio, que solo algo más de 208.000 asalariados tienen en vigencia su convenio. Mientras, 59.300 tenían su convenio decaído y 338.000 lo tenían prorrogado a la espera de renovación.

Para todos ellos, el balance entre la evolución de su sueldo y de los gastos mensuales es muy negativo y en la mayoría de los hogares no salen las cuentas. Está ocurriendo todo lo contrario que el año pasado, cuando a partir de marzo, coincidiendo con el estallido de la pandemia, los precios se desplomaron y desde abril la inflación fue negativa. En cambio, los sueldos continuaron evolucionando a un ritmo que podría entrar dentro de los parámetros de la normalidad. Aunque la renovación de los convenios perdió fuerza a medida que avanzaba el año 2020, sobre todo en los dos últimos meses, diciembre se cerró con un incremento salarial medio del 1,5%, relativamente cerca de la cifra de enero (1,75%). Y el escenario de la inflación era otro bien diferente y el año acabó con una caída del IPC del -0,3%.

Con ambos datos en la balanza, podría interpretarse que los asalariados ganaron poder adquisitivo en 2020. Esa lectura, sin embargo, no tiene en cuenta que el ejercicio pasado fue el año de las regulaciones temporales de empleo (ERTE), con la consiguiente merma de ingresos, y que hubo muchos trabajadores sin subida salarial porque la prioridad para muchas empresas y sus plantillas era la supervivencia.

Con todo, esa supuesta mejora en la capacidad de compra se sumó como argumento de la patronal en el arranque de 2021 a la persistencia de la crisis sanitaria y las restricciones en sectores como la hostelería para frenar en seco la negociación de salarios.

En enero de este año, la subida salarial media pactada en convenio fue del 0,65%, un dato equiparable a los de los periodos de crisis, pero ajustado eso sí a la evolución de los precios en ese momento. El dato de incremento salarial de febrero incluso duplicó el IPC (0,3%), pero a partir de ahí las líneas de la evolución de los sueldos y los precios han separado su camino de forma notable y con gran afección para las familias. El repunte de los costes energéticos de las empresas los últimos meses tampoco facilita la negociación colectiva y los acuerdos en torno a subidas salariales.

Tras encadenar dos meses con récord en el precio medio del megavatio hora (MWh) -septiembre será previsiblemente el tercero-, el capítulo de vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles es el que más se ha encarecido (11,6%) en lo que va de año en Euskadi. El principal culpable es un gasto fijo en todos los hogares, la factura de la luz, que acumula un repunte del 35% en los últimos doce meses. Las gasolinas también tienen un fuerte impacto en la escalada de este epígrafe, con un incremento acumulado del 17,4%.

Otro elemento de tensión inflacionista que toca a todos los hogares es la alimentación, que además tiene como protagonistas este año a la fruta fresca (5%) y el aceite de oliva (25%). La carne o los huevos también están desbordando el gasto mensual de las familias en medio del estancamiento de los sueldos.