- La pandemia ha dejado en el primer semestre una profunda cicatriz en la economía alemana y en las cuentas públicas, como atestiguan los últimos indicadores, que apuntan también hacia una incipiente recuperación, aunque lenta y desigual. La Oficina Federal de Estadística (Destatis) informó ayer de que la crisis desatada por el coronavirus y las restricciones para contenerlo han echado por tierra el dogma de la estabilidad presupuestaria de Berlín.

El Estado alemán -que incluye al Gobierno federal, los Länder, los municipios y la caja de la Seguridad Social- obtuvo en el primer semestre del año un déficit equivalente al 3,2% del Producto Interior Bruto. El gasto del conjunto del Estado superó en 51.600 millones de euros a los ingresos, cuando en el mismo periodo del año pasado los tres niveles administrativos y la caja de la Seguridad Social habían obtenido un superávit de 46.500 millones de euros. Se trata de la primera contracción interanual en una década caracterizada en Alemania por la estabilidad presupuestaria.

El grueso del aumento del déficit fue responsabilidad del Gobierno central, que aumentó algo el gasto social pero, sobre todo, ingresó claramente menos vía impuestos. La reacción pública ha sido posible política y legalmente porque el Gobierno alemán, con respaldo parlamentario, ha suspendido el freno constitucional de la deuda -como permite la carta magna por motivos excepcionales- y aprobado cuantiosas ayudas para empresas y trabajadores, autónomos, familias y consumidores.

Además de una actualización del presupuesto de este año de 218.500 millones de euros que prevé elevar el déficit al 7,5%, la gran coalición de conservadores y socialdemócratas ha dispuesto un paquete coyuntural de hasta 750.000 millones de euros, una cifra similar a la del plan de reconstrucción de la Unión Europea.

Destatis revisó asimismo la contracción de la economía alemana en el segundo trimestre, que anunció con datos preliminares el 30 de julio. La caída fue del 9,7%, algo menor que el 10,1% inicialmente avanzado, aunque se mantienen como el mayor desplome del PIB trimestral alemán desde que empezaron a publicarse estas cifras en 1970.

La contracción de la mayor economía europea con el COVID-19 ha sido tan abultada que el PIB alemán era, al final del segundo trimestre, un 11,3% menor que justo un año antes (una vez eliminadas las distorsiones por calendario y precios). Destatis caracterizó la situación como de “masivo desplome de la demanda interna e internacional”, algo que se refleja en el comportamiento de todas las variables. En el segundo trimestre, el consumo privado cedió un 10,9% con respecto al primero; las inversiones en bienes de equipo se desplomaron un 19,6% y la construcción cayó un 4,2%.

El comercio exterior, tradicional puntal de la economía alemana, también se hundió. En el segundo trimestre las exportaciones cayeron un 20,3% con respecto al primero mientras que las importaciones se contrajeron un 16%. Tan solo sirvió de contrapeso el gasto público, que repuntó entre abril y junio un 1,5%, lo que contribuyó al incremento del déficit.

Algo de esperanza aportó la publicación del índice de confianza empresarial de Alemania, que deja entrever que la mayor economía europea ya ha tocado suelo y está en vías de recuperación, aunque no trazará una marcada forma de “V”, sino que más bien parece que será lenta y, sobre todo, desigual. Este indicador clave que elabora el Instituto Alemán de Investigación Económica subió por cuarta vez consecutiva en agosto, hasta los 92,6 puntos.

La Oficina Federal de Estadística recuerda que durante la crisis económica y financiera de aquellos años el PIB alemán bajó un 4,7% en el primer trimestre de 2009. Asimismo, afirma que la de este 2020, con una contracción certificada del 9,7%, es la caída más pronunciada desde que comenzaron los cálculos trimestrales del PIB para Alemania hace 50 años, en 1970.