donostia - La economía verde ofrece numerosas oportunidades para generar nuevos negocios y crear empleo incluso para la gente menos cualificada. Lanbide ha visto esta oportunidad y en colaboración con la organización catalana UP Social que dirige Miquel de Paladella quiere promoverla en el País Vasco y para ello han elegido seis iniciativas empresariales que pueden ser útiles. Desde una idea de turismo rural y ecológico en bicicleta eléctrica, a aprovechar residuos agrícolas para crear envases o reelaborar desechos textiles para generar nuevas prendas de moda.

¿Qué es UpSocial? ¿Cómo surgió?

—UpSocial es un laboratorio de innovación centrado en diseñar respuestas más eficientes y eficaces a los retos sociales. Nació hace casi diez años como respuesta a la necesidad de romper con las inercias y luchar contra la cronificación de problemas sociales en un mundo tan cambiante y complejo. Muchas ciudades, instituciones y organizaciones intentan hacer cada vez más con menos. UpSocial les ofrece la posibilidad de experimentar para lograr más con menos. Conseguir mejores resultados que resuelvan problemas sociales es nuestro reto.

¿La inserción laboral es uno de los objetivos primordiales?

—Si me hiciera escoger un reto común de todas las ciudades y países del mundo, le diría que es reducir las desigualdades y generar mejores oportunidades para los más desfavorecidos. Y eso pasa necesariamente por generar empleo y de calidad. Por ello, la inserción laboral es una de nuestras máximas prioridades.

¿Es factible en la época de la digitalización encontrar empleo para las personas poco cualificadas?

—En el pasado, la creación de valor provenía de la eficiencia en la repetición. De ahí nacieron las líneas de montaje, por ejemplo. Las personas aprendían una habilidad y la ejecutaban de forma cada vez más eficiente y añadiendo mejoras. Ese modelo de creación de valor está desapareciendo, y nos está costando mucho adaptarnos al cambio. Hoy el valor proviene de contribuir y adaptarse al cambio, de aprender a comprender cómo podría ser el mundo, en lugar de analizar cómo es hoy. La única tarea que se repite es adaptarse al cambio y encontrar formas de contribuir al cambio para mejor. La cualificación para un trabajo depende menos de los conocimientos aprendidos, y más de unas habilidades y competencias adquiridas que nos permitan generar valor: desde la capacidad de gestión y proceso de información, a la comunicación, pasando por la colaboración o la capacidad de resolución de problemas. La creatividad, el pensamiento crítico, la conciencia social, la empatía o la autonomía marcan más la diferencia entre los que son cualificados y los que no lo son. Los que no adquieran estas competencias van a tener cada vez más problemas para encontrar un trabajo decente, aquí en Euskadi, y en cualquier parte.

¿Considera la formación continua, una base fundamental para mantener la empleabilidad?

—Naturalmente. Si el valor se crea por nuestra contribución y adaptación al cambio, vamos a tener que ir aprendiendo constantemente, reinventándonos sobre la base de esas competencias que mencionaba, y otras que vayan apareciendo.

¿Cómo surgió el contacto con Lanbide y el País Vasco?

—La relación con Lanbide nació a raíz de una reunión que organizó la Fundación CREAS, y en la que nos dimos cuenta de que había muchas coincidencias, tanto en el diagnóstico como en el interés de experimentar nuevas respuestas. Lanbide es, quizás, el servicio público de empleo más abierto a la innovación en España, y decidimos experimentar para generar oportunidades de empleo digno en municipios con mayor tasa de paro.

¿Por qué se decidió enfocarlo en la economía verde?

—Porque es uno de los principales filones de empleo. Lo ha sido en los últimos diez años, y la previsión es que lo siga siendo en los próximos diez. La economía verde supone 4,2 millones de empleo en Europa, más que la industria automovilística y la textil juntas. Y la predicción de crecimiento es que se doblará. Por otro lado, la economía verde es una oportunidad para personas que salen expulsadas del empleo en el sector agrícola, industrial y de servicios. Así que encajaba perfectamente en un contexto como el vasco.

¿Qué criterios primaron para elegir los proyectos seleccionados en Euskadi, teniendo en cuenta que las localidades analizadas, Oion, Sestao y Urretxu son muy diferentes?

—El punto de partida del proceso fue la identificación de retos en los tres municipios y de las palancas de cambio que los alcaldes y participantes de cada municipio identificaron. A partir de ahí, lanzamos una investigación a escala mundial de innovaciones que cumplieran cuatro criterios: (a) que estuviesen probadas con éxito, es decir que tuvieran evidencia sólida de que funcionaban; (b) que no fuesen específicas a un contexto determinado, es decir, que fuesen replicables; (c) que tuvieran un buen retorno de la inversión, es decir, que generaran mucho empleo con poco esfuerzo; y (d) que estuvieran orientadas a la escala, es decir que pudiesen crecer. A partir de ahí, cada municipio decidió qué proyectos eran más adecuados para ellos.

¿Burricleta, una iniciativa de turismo rural en bicicleta, o Social Forest, una propuesta de cuidar y plantar bosques, pueden ser las más adaptables al País Vasco?

—Los dos modelos tienen en común que han sido escogidos por personas que viven y trabajan en Euskadi. Eso me dice mucho más que mi intuición. Burricleta es un modelo que podría llamarse de franquicia. Está muy bien trabajado y empaquetado, y no tiene unas grandes barreras de entrada para su adaptación e implantación. Creemos que puede fructificar a corto. Social Forest utiliza un modelo de expansión de su propia organización, y busca un socio en Euskadi.

¿En el País Vasco tenemos acceso a residuos textiles o agrícolas en suficiente volumen para iniciativas como Quid, de moda, o Bio-lutions, de envases ecológicos?

—No, la industria textil en Euskadi no genera muchos residuos textiles, pero más que volumen, Quid requiere de residuos textiles de calidad, normalmente de lujo, y estos los producen empresas en España y también en el sur de Francia. Esa es la oportunidad. Bio-Lutions está explorando zonas agrícolas donde se producen la mayoría de residuos agrícolas, y Euskadi no es una de ellas. Pero su modelo permite situar fábricas en diferentes partes del país, y Euskadi podría ser una de ellas para procesar sus residuos y los de las zonas colindantes, como por ejemplo Castilla y León, Aragón o La Rioja.