Viendo la velocidad del cambio en el ámbito de la tecnología y en nuevas formas de hacer negocio, me llama mucho la atención lo estático que sigue el ámbito de la gestión empresarial en lo que respecta a nuevas forma de organizar, coordinar y liderar.

Ya hace casi dos décadas, el experto en el ámbito organizacional de la London School Of Economics Gary Hamel exponía su tesis afirmando que eran las innovaciones en gestión empresarial, por encima de las del ámbito tecnológico, las que aportaban ventajas competitivas más perdurables en el tiempo a las empresas.

Sin embargo, a poco que uno repara en distintos tipos de innovación (producto, proceso, marketing, modelo de negocio y organización), es fácil darse cuenta de que las más habituales corresponden a las dos primeras (y éstas también, a tientas). Sin embargo, en lo que corresponde a las de organización y modelo de negocio, el ostracismo es más que palpable.

Pero ¿en qué consiste innovar en gestión? Básicamente, en instaurar formas alternativas de interactuar entre las personas. En la práctica, en las formas en las que se fijan metas y planes, coordinan actividades, asignan recursos y toman decisiones, se adquiere, aplica y desarrolla talento y conocimiento, etc.

Y ¿cuál ha sido la evolución en este sentido? A decir verdad, las mayores innovaciones en gestión instauradas en el ámbito organizacional ya "pintan unas cuantas canas", por no decir que superan ampliamente el centenar de años. Veamos.

En la primera década de 1900 se da lugar a una obsesión de buscar "la mejor forma de hacer las cosas en una organización" y toma forma la gestión científica impulsada por Winslow Taylor, que derivó en la descomposición de tareas, la gestión de tiempos y la especialización de personas y funciones. Esta forma de funcionamiento derivó en el auge de las grandes multinacionales americanas que dominaron los mercados durante décadas con su producción a gran escala, y es el reflejo del diseño organizativo del 99% de empresas actuales. Al poco, General Electric, viendo el valor de adaptar el descubrimiento científico a la realidad empresarial, institucionalizó el laboratorio de investigación industrial dentro de su estructura organizativa, razón por la que en la siguiente mitad del siglo terminara siendo la empresa con más patentes, aspecto este que, indudablemente, le propició una posición de liderazgo indiscutible en algunos mercados.

Continuando con los grandes hitos de la gestión, fue otra multinacional (DuPont) la que en 1903 desarrolló una función pionera al introducir técnicas de elaboración de presupuestos, haciendo uso de cálculos de rendimiento de la inversión para tomar decisiones e instaurando una forma estandarizada de comparar el rendimiento de sus numerosos departamentos de productos. En otro ámbito, el dominio de Procter & Gamble en el sector de los productos envasados tiene sus raíces en los comienzos de la década de los treinta, cuando la empresa empezó a formalizar su método para la gestión de la marca que al tiempo se estandarizó a todo tipo de sectores.

Como otras innovaciones en gestión se cuentan el desarrollo de técnicas y métodos para la gestión de proyectos a gran escala, el nacimiento de las estructuras organizativas divisionales y matriciales, los consorcios industriales y el análisis estratégico formalizado.

En verdad, todas estas prácticas son bastante habituales a día de hoy en las empresas? pero es que tienen más de un siglo. Y ¿qué hay de nuevo desde entonces? Pues más allá de las técnicas y enfoques de calidad, manufactura avanzada y reingeniería de procesos que tan prestigiosas hizo a las multinacionales japonesas y coreanas, los nuevos tiempos conciernen más a prácticas relacionadas con el desarrollo del liderazgo, las formas de organización descentralizadas, la participación de las personas en la toma de decisiones/gestión/ en los resultados, etc.

Parafraseando a Hamel, se puede decir que la práctica moderna de la gestión empresarial se basa en un conjunto de principios cuyos orígenes datan de hace un siglo o más: la especialización, la estandarización, la plani?cación y control, la jerarquía y la primacía de las recompensas externas.

Sin embargo, mucho me temo que en un contexto como el actual, más que cambios cosméticos vamos a tener que modificar el modelo mental de lo que entendemos que es organizar y gestionar. Al analizar el impacto, lo curioso es que en contraposición a la innovación tecnológica y de producto, que tienden a entregar ventajas temporales y de pequeño calibre, las innovaciones en gestión han supuesto ventajas mucho más duraderas.

Quizás lo adecuado sea volver a mirar atrás y prestar atención a los principios que expuso Mary Parker Follett en 1924 cuando decía que el liderazgo no se define por el ejercicio del poder sino por la capacidad de aumentar el sentido de poder entre quienes son dirigidos. Que la toma de decisiones de suma cero donde se gana y se pierde termina debilitando a todos los involucrados, que las situaciones conflictivas no se resuelven mejor imponiendo un punto de vista a expensas de todos los demás sino a través de soluciones que integren diversas perspectivas, o que una organización grande es una serie de comunidades locales, y que a menudo el crecimiento de las personas y de las instituciones se maximiza cuando esas comunidades se autogobiernan. Ahí es nada...