bilbao - Con la crisis griega en segundo plano, China acapara todas las miradas. Y es normal porque no es habitual que la Bolsa de la segunda mayor economía del mundo caiga un 30% en dos meses y vea cómo se pierde el valor equivalente a unos tres billones de dólares en la cotización bursátil de sus compañías. Con un PIB que supera los diez billones de dólares tan solo está por detrás de Estados Unidos. Por eso, cualquier convulsión de la economía china puede representar un problema para el resto del mundo. Y puede ser un problema porque en una China que oficialmente crece al 7% se juntan varias burbujas especulativas: una de inversión, otra de crédito y una más, inmobiliaria, al menos eso piensan los analistas de Credit Suisse.
Esta misma semana, la Bolsa de Shanghái cayó en una sola sesión un 8,5% pese a la intervención del Gobierno de Pekín pero en este caso los mercados parecen anticipar un estancamiento del crecimiento chino y ello se refleja en los mercados mundiales con una caída sin precedentes en los precios de las materias primas.
tres billones evaporados Lo que es una realidad objetiva es que China ha sufrido uno de los mayores cracks bursátiles de la historia. El mercado llegó a experimentar una caída del 30% en cuestión de tres semanas. Para valorar en su justa medida la magnitud de la caída de la Bolsa China se pueden comparar sus cifras con las de la crisis griega. La deuda de Grecia es de aproximadamente 350.000 millones de dólares, mientras que en China en dos meses se evaporaron del mercado el valor equivalente tres billones de dólares, ocho veces más.
Pese a sus peculiaridades económicas, actualmente China tiene el segundo mercado de capitales más grande del mundo si se tiene en cuenta los fondos que se mueven en las Bolsas de Shanghái, Shenzhen y Hong Kong. Y este auge de uno de los instrumentos más claros del capitalismo en un país formalmente comunista ha sido posible, entre otras razones, porque en China se ha permitido e incentivado, la compra de acciones a crédito y utilizar la vivienda como garantía.
La fijación de los nuevos chinos por ganar dinero y cuanto más rápido mejor, combinado por una tradicional afición por el juego en su cultura, ha generado burbujas de crédito e inmobiliaria sin precedentes. De hecho, la Bolsa china había subido un 150% desde 2014 hasta la caída de los últimos tres meses. El Gobierno chino pese a su masiva intervención en la economía no ha logrado cerrar la hemorragia en las Bolsas. Y ello pese a que Pekín no ha dudado en tomar medidas que asombran en Occidente como la moratoria temporal de seis meses a la salida de nuevas empresas a Bolsa o la prohibición de la venta de acciones por parte de directivos de las compañías, así como a aquellos accionistas que controlen un 5% o más de una empresa. Un corralito bursátil.
Aunque el mercado de valores chino solo representa el 66% del PIB -en Estados Unidos es el doble- ha sido el principal instrumento del Gobierno para encauzar el ahorro de las nuevas clases medias chinas surgidas al calor del crecimiento económico del siglo XXI, y que han pasado de 32 a 235 millones de personas.
A pesar de que el ahorro privado en China supone un 40% de la renta, solo un 30% se canaliza a través de las tradicionales cuentas de ahorro bancarias. La medidas de Pekín para impulsar los mercados bursátiles han tenido que ver con su interés en redirigir el ahorro de los chinos hacia la inversión, porque el modelo económico del gigante asiático se ha sostenido hasta 2014 en unas cifras de inversión total del 48,5% del PIB, que demuestran ser insostenibles. De hecho, en el primer trimestre el crecimiento del PIB fue del 7%, el más bajo desde 2009. Son tasas oficiales que muchos analistas occidentales no se terminan de creer y cifran en un 4%.
fondo de estabilización Adicionalmente, las autoridades chinas han creado un fondo de estabilización bursátil de 19.300 millones de dólares para que los intermediarios bursátiles compren acciones y evitar un mayor derrumbe. No se ha logrado el objetivo y el lunes el índice CSI 300 se desplomó un 8,5%, hasta los 3.819 puntos, en su peor sesión desde 2007. La semana la ha cerrado con una caída del 10% y el mes con un desplome de más del 14%, su peor comportamiento mensual desde agosto de 2009. Semejante varapalo ha desatado de nuevos los temores sobre el enfriamiento de la economía china, un enfriamiento que de confirmarse alcanzaría a todo el mundo.
El efecto dominó parece en marcha porque como China es uno de los principales consumidores mundiales de materias primas, estas ven caer su precio; y como su precio cae, los países que las producen, en gran parte los emergentes, se ponen nerviosos como temen que sus economías se debiliten y sus divisas pierdan valor.
Y tras la crisis bursátil china se esconde también la banca en la sombra, intermediarios de capital de préstamo que operan fuera de las instituciones bancarias tradicionales y por ello están exentos de la regulación y supervisión financiera. Por eso la banca en la sombra representa riesgos excesivamente altos para el sistema financiero mundial. Como este sistema depende en gran medida de la financiación a corto plazo, si se desata un pánico financiero la banca en la sombra puede sobrerreaccionar y generar un tsunami descomunal de retiros de dinero en todo el sistema.
Y por si el problema chino fuera poco, en el escenario macro mundial se está pendiente de la decisión de la Reserva Federal estadounidense sobre volver a subir los tipos de interés a finales de este año. Ello reforzaría al dólar y haría salir hacia Estados Unido millones de dólares invertidos especulativamente en países emergentes y en materias primas.
El resultado sería una caída aún mayor del precio de las materias primas -ya se ve en el petróleo-. De ahí el parón en Latinoamérica, el gran mercado exterior de las empresas españolas fuera de la UE. Estos son algunos de los efectos de la globalización económica mundial. Una caída de la Bolsa china, máxime si refleja un estancamiento económico, acaba reproduciéndose aunque sea a otra escala en Madrid, París o Berlín.