ENERO de 1997. La noticia salta como la pólvora: Chocolates Elgorriaga, uno de los símbolos de la ciudad fronteriza, anuncia el inminente cierre de la planta de Irun después de una tradición de siglos y de dar nombre al equipo campeón de Europa de balonmano. En abril de ese mismo año, los acontecimientos se precipitaron y se frustraron las últimas negociaciones entre el propietario y sus 84 trabajadores para que estos pudieran continuar con la actividad formando una cooperativa. El entonces presidente del comité de empresa, Joaquín Otegi, anunciaba el 11 de abril el cierre definitivo.
De poco sirvió el posterior acuerdo del propietario con la chocolatera guipuzcoana Zahor, alcanzado aquel mismo abril en negociaciones a contrarreloj, para reubicar a sus 80 trabajadores en una operación apoyada por las instituciones . Unos meses después, en enero de 1998, la chocolatera de Oñati renunciaba a abrir una planta en Irun, tal y como habían acordado, lo que le supondría invertir unos 3.000 millones de pesetas (18 millones de euros), según informaba entonces el diario Expansión. El dinero se iba a obtener, en parte, de la venta de los terrenos de Chocolates Elgorriaga, cedidos por su propietario, y la aportación de los propios trabajadores. La crisis de los 90 ya estaba pasando factura para entonces y Zahor desistió de sus planes y devolvió a los trabajadores de Elgorriaga los 480 millones de pesetas que habían aportado para la operación. Era el final.
Quince años después, tras un largo periplo en el que la firma de la campana enfermó, murió, resucitó y entró de nuevo en la UCI en 2011, la compra de Elgorriaga por parte de una empresa vasca, el pasado marzo, abrió la puerta de la esperanza para que la histórica firma guipuzcoana volviese a Irun, donde nació en 1770 con la apertura de una chocolatería en el casco antiguo. Una confitería que en 1838 dio el salto a la fabricación de tabletas de chocolate y en 1954 construyó la nueva planta que llevó a Chocolates Elgorriaga a tocar su techo.
comprar esperanza
El retorno que no llega
La ciudad guipuzcoana aún sueña con el regreso de Elgorriaga, aunque su nueva propietaria, la empresa alavesa de alimentación Urbasa Global, con sede en Vitoria, acaba de confirmar que la firma seguirá instalada en Ávila. La esperanza se disipó tan pronto como llegó, pero el ofrecimiento que el alcalde de Irun, José Antonio Santano, hizo al nuevo propietario de la firma chocolatera sigue sobre la mesa. No se trataba solo de sentimentalismo, ya que una eventual vuelta de esta empresa a Irun supondría un chute moral para una ciudad en la que el paro ha subido un 72% desde que empezó esta crisis, en 2008, pasando de menos de 3.000 parados a unos 5.100 en la actualidad.
El propio alcalde socialista reconoció el limitado efecto que a corto plazo podía tener su propuesta de ofrecer suelo a Urbasa Global en Irun para su traslado, pero reconoció que su maniobra posiciona a la ciudad guipuzcoana de cara a futuras implantaciones del fabricante de chocolates y galletas, que tiene echadas ya raíces en Ávila.
Allí llegó, curiosamente, en 1979, cuando la empresa estaba aún en manos de la familia Elgorriaga, y decidió abrir otra planta productiva en Castilla y León, donde se inició la producción de las populares galletas rellenas de chocolate. Poco después, en 1981, fallecía en accidente de tráfico José Miguel Elgorriaga, hasta entonces director de la empresa. Soplaban vientos de cambio en la mítica chocolatera guipuzcoana.
Cuatro años después de la fatalidad, en 1985, la multinacional francesa Cantalou (actualmente Grupo Cemoi) se hacía con la propiedad de Chocolates Elgorriaga, que contaba entonces con dos plantas productivas, la de Irun y la de Ávila. Doce años después, Gipuzkoa decía adiós a la popular campana de la firma que había dado nombre al mejor equipo de balonmano de Europa. Curiosamente, el mismo año del cierre (1997), el conjunto chocolatero se proclamaba campeón de la Recopa europea, otro título de relumbrón para el club irunés.
pérdida de valor
De marca líder a marca blanca
La firma vivió años de oscuridad -en 2002 el Ayuntamiento de Ávila echó el resto por mantener la planta en la ciudad tras presentar Cantalou un ERE y logró negociar su continuidad-, llevando a la famosa campana de Elgorriaga a desaparecer de los mercados. La compañía había pasado de ser una marca líder a fabricar galletas de marca blanca, especialmente par la cadena de distribución Carrefour. Eran los peores años para la histórica firma nacida en Gipuzkoa.
Hasta 2005. Ese año, Inversiones Sitón S.L., empresa del Grupo Dhul (Nueva Rumasa), compró a Cantalou S.A. la fábrica de Ávila y la marca Elgorriaga. De repente, con esta operación y tras una larga travesía por el desierto, la mítica marca guipuzcoana pasaba a ser propiedad de la familia Ruiz Mateos, que volvió a apostar por este sello comercial e hizo un reestyling de la marca en 2008, apelando a lo que Elgorriaga evocaba años atrás.
Los resultados aportados por Nueva Rumasa unos años más tarde hablaban de un aumento de la producción del 49% en el primer semestre de 2009 y la familia Ruiz Mateos destacaba que la plantilla había crecido un 67% desde la compra a Cantalou, pasando de unos 60 a un centenar de trabajadores.
Estos datos de crecimiento industrial escondían una realidad más cruda: la debilidad financiera de la familia Ruiz Mateos, arrastrada por la actual crisis y que ha abocado a la insolvencia a sus compañías. Hace prácticamente un año, Nueva Rumasa solicitó concurso de acreedores (antigua suspensión de pagos) para varias de sus empresas, entre ellas Elgorriaga, que contaba con 75 trabajadores en su fábrica abulense. Unos meses más tarde, en septiembre de 2011, el Juzgado de lo Mecantil de Ávila, apartaba de la gestión a este grupo empresarial y ponía en venta Elgorriaga, que desde marzo vuelve a ser propiedad vasca, esta vez de una empresa alavesa que mantendrá su producción en Ávila. Por el momento, Irun tendrá que esperar.