Estamos celebrando el 30º aniversario de los distintos hitos que permitieron la recuperación del Concierto Económico para Gipuzkoa y Bizkaia y la actualización del de Álava, tras culminar la negociación que iniciamos, el 6 de mayo de 1980, el ministro de Hacienda, Jaime García Añoveros, y yo mismo, como consejero de Economía y Hacienda del Gobierno Vasco. Pocos días después se nombraron los otros cinco miembros de la Comisión Negociadora Vasca: Jose Ramón López Larrinaga, Josu Elorriaga, Jose María Makua, Víctor Menchacatorre y Juan Mari Ollora. Contamos también con el apoyo de Xavier Aizarna y Emilio Guevara, y de un equipo de técnicos muy cualificado, y por supuesto con el del lehendakari Garaikoetxea y su Gobierno, y el del PNV que, cuando fue necesario, supo movilizar a la sociedad vasca. Como los partidos vascos también aportaron, y la representación del Estado estuvo a la altura de las circunstancias históricas que nos tocaron vivir, se puede decir que aquel Concierto fue obra de todos. Su negociación duró siete meses, con una última etapa durísima, con sesiones de 16 a 18 horas diarias de debate, entre el 4 y el 29 de diciembre de 1980. Ese día, a las diez y media de la noche, tuve el honor de firmar el último de los artículos acordados, en lo que fue la negociación de mayor calado y significación, para el Estado y para Euskadi, de los treinta años de desarrollo autonómico.

Tras la firma pública del acuerdo, el 9 de Enero 1981, nuestro Concierto inició un complejo proceso legislativo, porque por primera vez se aprobó por ley (hasta entonces todos los anteriores, durante más de cien años, fueron promulgados por un Decreto del Gobierno español). El proyecto de ley entró en las Cortes Generales unos días antes del intento de golpe de estado del 23F. En aquel clima enrarecido y tremendamente tenso, los negociadores vascos logramos que la ley sólo tuviera un brevísimo artículo, sin posibilidad de enmienda por parte de las Cortes Generales, al que se incorporó, como anexo, el texto ya pactado en la Comisión Negociadora.

La Ley 12/1981, de 13 de mayo, será posiblemente la más corta que se conoce, y decía así: "Se aprueba el Concierto Económico con la Comunidad Autónoma del País Vasco, a que se refiere el artículo 41 de la Ley Orgánica 3/1979, de 18 de diciembre, del Estatuto de Autonomía para el País Vasco". No se pudo lograr más con menos palabras.

Por ello, el Concierto no es una simple ley "fiscal". Es algo mucho más importante, una institución trascendental que clarifica y define con precisión las capacidades tributarias y financieras del País Vasco y que, por encima del aspecto formal, puede visualizarse como un pacto entre el Estado y el País Vasco que se hizo realidad siguiendo el dilatado, tenso y complejo proceso negociador que acabo de resumir.

Aquella negociación, ahora puedo confesarlo sin rubor, se planteó impecablemente por parte de la potente representación vasca, en el plano estratégico y táctico, pues siempre supimos lo que queríamos lograr (un nuevo Concierto, mejor que el vigente alavés), el camino para conseguirlo (no levantarse de la mesa hasta cerrar la negociación, costara el esfuerzo que costara) y la fecha límite para firmar el último artículo, 31 de diciembre de 1980, pues tuvimos la certeza de que después de ella, dado que se avecinaba tormenta, no conseguiríamos la recuperación del Concierto, ni el profundo contenido competencial que Euskadi necesitaba en el mismo.

En aquel año 1980 nuestro hoy muy próspero País Vasco (la comunidad autónoma que acredita el mayor PIB per capita, la mayor renta y el menor paro) sufrió una terrible caída del PIB, sectores enteros estaban ya inmersos en una profunda crisis, las grandes empresas privadas desaparecían una tras otra, el paro superaba el 20%, vivíamos en una situación pre-revolucionaria y las distintas ramas de ETA rivalizaban en actividad y crueldad. Por eso, aquel Concierto fue también un acto de fe en nuestro futuro, una muestra de total convencimiento en las capacidades que tenía aquella Euskadi para salir adelante. Y, como podemos ver hoy, acertamos plenamente con el diagnóstico, con la apuesta, con el instrumento y con el posterior camino. El Concierto Económico que se terminó de negociar en 1980 es la piedra angular diferencial de la autonomía vasca. Sin él, sería cualitativamente distinta y tendría un alcance muy inferior al que hoy podemos disfrutar. Porque aquel Concierto tuvo una concepción absolutamente innovadora que lo diferenciaba, profundamente, de todos los anteriores, con un planteamiento que me atrevería a calificar de revolucionario, que se fundamentaba en dos pilares teóricos que no tenían precedente en ninguna otra legislación. Primero, concertar la totalidad del sistema impositivo estatal, para que las instituciones competentes de los Territorios Históricos pudieran "mantener, establecer y regular dentro de su territorio el régimen tributario".

Y segundo, establecer el denominado Cupo, con una metodología totalmente novedosa de contribución a las cargas generales del Estado que no asumía la comunidad autónoma, es decir, a las competencias no transferidas a la misma. Estos dos pilares son los que conforman el innovador modelo de Concierto que supimos negociar y que ni el tiempo, ni nuevas figuras tributarias han conseguido cambiar.