Nueve capítulos son los que Kike Otaegi ha dedicado a la historia de Atotxa-Egia, un Atotxa que comenzó llamándose paseo de San Francisco y un Egia que, señala el autor, acabó siendo el “depósito” en el que encontraron acomodo instalaciones y negocios que “la burguesía” donostiarra del Centro de la ciudad no quería cerca.
La portada del libro, editado por Donostia Kultura, ya es en sí un pequeño relato datado en 1820. El puente Santa Catalina en un extremo, dando paso a un arenal que se extendía hasta Loiola. Aproximadamente a la altura de Zuhaizti se hallaba una construcción levantada por los franciscanos hacia 1607, con el nombre del paseo: San Francisco. Avanzando hacia la derecha, la vista llega hasta los caminos de Egia y Mundaiz.
Al fondo, Ulia, y en primer plano unas dunas, que con los arenales que José Gros compró al Ayuntamiento en el siglo XIX, completan el cuadro.
Como Otaegi describe en la introducción a este elaborado trabajo de gran formato, en el mismo se plantea “una mirada histórica, desde los años 60 del siglo XIX hasta los primeros años 70 del siglo XX”.
Son varios y muy significativos los hitos que han marcado la historia de lo que hoy es Atotxa y Egia, que se recogen en el trabajo de Otaegi que tiene como primer capítulo uno dedicado a la cartografía histórica de Donostia.
El segundo capítulo centra su mirada en los cambios que se dieron en la ciudad a partir de 1860. Y ¿qué pasó en Egia? Por ejemplo, la construcción en 1878 del cementerio de Polloe, en terrenos del caserío del mismo nombre y que obligó a la incorporación de nuevos viales. También en la segunda mitad del XIX, destaca Otaegi, “se empiezan a dar los primeros pasos para materializar el sueño de Fermín Lasala de situar su palacio dentro de un parque”.
Entonces se puso el germen para que el duque consorte de Mandas y Villanueva siguiera en su afán, construyendo su palacio en 1890, en el que es el parque al que bautizó con el nombre de su mujer: María Cristina.
De todo un poco
Fue Egia cruce de caminos y acogió casas de campo para después sufrir importantes cambios derivados del derribo de las murallas en 1863, la llegada del ferrocarril, en 1864; y el encauzamiento del río, con la consiguiente desaparición de los arenales.
La actividad industrial llegó a Egia, recuerda Otaegi, como llegó a otros barrios como El Antiguo y Gros.
El tren y lo que su entrada supuso para el barrio es ampliamente explicado por Otaegi, que detalla, ya en el capítulo cuarto, cómo servicios para toda la ciudad encontraron acomodo en Egia, desde cuatro frontones (públicos y privados) a un velódromo que finalmente se transformó en campo de fútbol, que se inauguró en 1913: el recordado campo de Atotxa.
Atotxa-Egia fue, señala el autor, un “saco” con gran capacidad, acogió también una plaza de toros, primero de madera y tras su incendio reconstruida en hormigón en 1875.
El barrio tuvo también mercado de frutas y verduras, inaugurado en 1936 y que vivió distintas etapas; y sufrió los efectos de la presencia de los militares, asimismo en distintas épocas, que Kike Otaegi recoge en el capítulo V de su libro.
El sexto apartado del volumen lo ha reservado el autor a dar cuenta de distintas propuestas y proyectos urbanísticos planteados y desarrollados hasta los años 50 del pasado siglo, capítulo éste que da paso al que ilustra la evolución y transformación de los espacios del barrio para usos de actividades industriales, tras el repliegue rural, y de viviendas, que empezaron a construirse en los 90 del siglo XIX para uso de los trabajadores de las industrias, pero que conoció un gran impulso ya a partir de la década de los 50 del XX.
Por su importancia para el barrio Otaegi reserva un capítulo, el octavo, a la industrialización de la zona. Un depósito de carbón de hulla, un tostadero de café, talleres varios, marmolerías vinculadas a los trabajos de cementerio, una fábrica de muebles y pinzas de madera, almacenes de vinos y licores, empresas de transportes, tejerías... el listado es largo, y merece mención expresa la Tabacalera, inaugurada en 1913.
Cierra el libro el capítulo dedicado a la construcción de viviendas que en pleno franquismo, se aceleró con diversas promociones, como la de San Francisco Javier.
Casi medio millar de imágenes
En rueda de prensa Otaegi, que dará a conocer el libro al barrio y a todas las personas interesadas en saber mucho más de Atotxa-Egia en una charla que tendrá lugar el 12 de noviembre, a las 19.00 horas, en la Casa de Cultura de Egia, destacó la importancia que las imágenes (fotografías, pinturas, planos, mapas, documentos...) tienen en su trabajo.
Muchas de ellas, recordó, proceden de los archivos de Donostia Kultura situados en Atotxa, de donde ha extraido “más de 300 referencias” de las 450 imágenes que se incluyen en el libro de Kike Otaegi, que con la jubilación consiguió el tiempo necesario para profundizar en la historia del barrio en el que nació. “Creo que así he ahorrado dinero en psicólogos”, bromeaba el autor en la rueda de prensa. ¿Cuánto tiempo le ha dedicado? No quiere calcularlo, porque el trabajo realizado ha sido ingente, como destacó el director de Donostia Kultura, Jaime Otamendi.
Del libro, de 295 páginas, se ha hecho una tirada de 500 ejemplares que pueden adquirirse, al precio de 25 euros, en todas las bibliotecas de Donostia Kultura y en distintas librerías de la ciudad