La feria de Santo Tomás vivió ayer una edición pasada por agua, en la que la txistorra reinó, pero no se pudo disfrutar con comodidad a causa de la lluvia, los paraguas y la necesidad de encontrar un lugar a cubierto para comerla a gusto. Los arkupes de la plaza de la Constitución así como los de la plaza de Gipuzkoa estuvieron a rebosar, así como los bares, que acogieron con los brazos abiertos a las miles de personas que no se resignaron a quedarse en casa el día de Santo Tomás y tampoco a mojarse por las calles.

Los cerca de medio centenar de puntos de venta de bocadillos y pintxos de txistorra trabajaron con menor intensidad que otros años a causa del incesante sirimiri, a veces convertido en aguacero, pero las colas volvieron, especialmente a los puestos de talos, un imán para donostiarras y visitantes, muchos vestidos de baserritarras y cubiertos de ponchos de plástico trasparentes. El talo de txistorra, a seis euros, y los pintxos, desde los dos, y bocadillos, desde cuatro, se ofrecieron aquí y allá. Además de dinero en metálico, algunos puestos escolares aceptaban también el bizum para abonar el tentempié propio de la jornada que da paso al invierno.

Junto con el tradicional embutido de cerdo, los quesos y los dulces, entre otros productos repartidos en 167 puestos, se ofrecieron al público, que deambuló de un punto a otro de la Parte Vieja y la plaza de Gipuzkoa para buscar a amigos y conocidos y contemplar el desarrollo de los distintos concursos o los artículos de artesanía. Los más pequeños tampoco se perdieron la fiesta y, en compañía de sus familias, se acercaron a conocer a la cerda Xixili, que descansaba tranquilamente con sus 250 kilos en el corral de la plaza de la Constitución mientras era retratada en innumerables vídeos y fotografías. La peregrinación a ver la cerda en compañía de amigos y familiares se repitió aunque la plaza presentó menos apreturas que en un día sin lluvia. Los puestos de verdura cercanos también recibieron visitas.

Además, los txikis llenaron la plaza de Okendo donde animales de granja locales y exóticos se exhibieron en sus jaulas para sorpresa de muchos. Un borrego de cuatro cuernos compartía espacio con ovejas negras y muy cerca se podían contemplar cabras enanas, búfalos, conejos y llamativas gallinas, entre otros animales de granja. Los trikitilaris se hicieron hueco entre los paraguas para animar el ambiente y algunas cuadrillas de jovencitos aprovecharon para recaudar unas monedas. Unas chicas cantaban canciones del folflore navideños vasco y anglosajón. Los bertsolaris también dieron brillo a la jornada.

Si en la zona centro de la ciudad el ambiente fue animado, aunque aguado, lo mismo sucedió en los barrios, donde la fiesta se celebró con fuerza. La plaza Easo fue uno de los puntos calientes, al igual que la plaza del Txofre, donde un DJ infantil animaba a una treintena de txikis a bailar bajo la lluvia.