El caserío Matxiñene, del barrio de Loiola, que fue restaurante y merendero, ya es historia. El Ayuntamiento de Donostia ha procedido a su derribo para desarrollar la nueva ordenación de la Ciudad Jardín, y es que se prevé la construcción de 260 viviendas así como una zona de equipamiento público en el entorno que ocupaba el histórico edificio.
Matxiñene era uno de los pocos edificios anteriores a 1813 que quedaban en pie en la capital. Se trataba de un caserío barroco construido a principios del siglo XVIII en el borde fluvial del Urumea. Tenía planta rectangular y se dividía en tres alturas: piso bajo, primero y desván. De estructura mixta (mampostería y ladrillo), contaba con entramado de madera visible tanto en el lado oriental como en la fachada posterior. Disponía, además, de un terreno con animales y un pequeño jardín.
Aunque poco se conoce del origen del caserío, sí se sabe que en el año 1720 se sustanció un pleito ante el Corregidor de Guipúzcoa “sobre el arrendamiento del molino de Errotaberria, la casa de Machinea y su pertenecido”. Estas propiedades vecinas se alineaban en la ribera del río y figuran representadas en un mapa de 1782, que se conserva en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid. Así lo indica la asociación Áncora, que defiende el patrimonio arquitectónico de la ciudad, que apunta que "en torno a 1860, coincidiendo con el trazado del ferrocarril, se construyó una presa colocándose una puerta-langa para impedir que las mareas inundasen las huertas de Matxiñene".
Fue un centro neurálgico en el barrio. "A mediados del siglo XX el caserío estaba habilitado como bar-merendero, disponía de un frontón inmediato y un amplio embarcadero en el que llegaron a botarse traineras, existiendo probablemente algún astillero en los alrededores", recuerda Áncora, que destaca que el caserío, que presta su nombre a una calle próxima, era "de los últimos supervivientes de la arquitectura tradicional en el barrio".
Tras conocerse su derribo para el desarrollo de la nueva ordenación de ciudad jardín, Áncora ha lamentado el "menosprecio hacia la arquitectura vernácula" del Ayuntamiento de Donostia. En este sentido, considera que el caserío ahora desaparecido "poseía un interés histórico-arquitectónico cierto, correspondiéndole el valor simbólico asociado a la imagen y la memoria colectiva del caserío vasco". Recuerda, además, que la Diputación Foral reclamó su protección y el Gobierno Vasco ha destacado su valor cultural al tramitarse la evaluación ambiental del Plan Especial para el nuevo ámbito urbano.
"Durante la reciente Revisión del PEPPUC Áncora pidió la catalogación de 70 caseríos donostiarras apoyada en fichas individuales. También propuso la introducción de un criterio cronológico destinado a poner en valor los escasos edificios anteriores a 1813 que quedan en la ciudad. Ambas propuestas fueron desestimadas, siguiéndose pérdidas tan sensibles como las del caserío Txanponenea y la casa solar de Erbetegi", denuncia Áncora.