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Igeldo tiene ya menos secretos

Jabier Iraola ha tardado cinco años en recabar las historias, grandes y pequeñas, que se recogen en ‘Igeldoko historia eta istorioak’.

Historias de IgeldoN.G.

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igeldoko historia eta istorioak cumple lo que promete en el título, ya que en sus más de 500 páginas recoge la historia en mayúsculas y las pequeñas historias cotidianas de este singular enclave.

Jabier Iraola ha dedicado cinco años de trabajo a recopilar estos relatos y las numerosísimas fotografías, cerca de un millar, que ilustran este volumen dividido en dos partes.

En la primera se incluye información sobre 119 caseríos (en torno a 100 dentro de sus límites y once fuera de los mismos pero vinculados con Igeldo) y de las gentes que los habitaron. Algunos de éstos aún se mantienen en pie y en buen estado, pero también han tenido protagonismo algunos de los caseríos que fueron y ya no son.

Se incluyen también los censos municipales de los caseríos, de 1862, y una lista en la que figuraban quienes salían de los mismos para vender la leche y cuántos litros vendían cada día y dónde. El vehículo de reparto era el burro.

En la segunda parte, Iraola propone un paseo por la historia de Igeldo: su iglesia, sus escuelas, sus fiestas, sus canteras, su patrimonio...

Durante cinco años Iraola ha tocado la puerta de muchos hogares, compartiendo experiencias y recuerdos con sus habitantes, que le han hecho llegar las imágenes con las que ilustra el libro. “Iba casa por casa y cada familia me dejaba una docena o más fotos. Llegué a reunir en torno a 1.200. Las tuve que escanear pero fue un trabajo terrible. Era demasiado material y creamos un grupo para repartir tareas”, explica Iraola.

Para poder conocer las distintas historias con una mayor perspectiva, Iraola se reunió con los más veteranos de cada casa, que le contaron vivencias de sus antecesores para completar un recorrido histórico más exhaustivo.

Incluso le ha llegado a ocurrir que unas familias han accedido a través de otras a historias propias que desconocían, hasta han atado cabos y se han dado cuenta de que “unos guardaban relación de parentesco con otros y no lo sabían”, explica el coordinador del proyecto, Alex Aisa.

Las y los igeldoarras son los principales protagonistas de Igeldoko historia eta istorioak, aunque se haga referencia asimismo a dos personajes que pasaron largas temporadas en Igeldo: Cristóbal Balenciaga, que compró el caserío Otondo para disfrutar de sus vacaciones a partir de mediados del siglo XX; y la infanta Eulalia, hija menor de Isabel I, que adquirió Eulalia Enea, un caserío que previamente había acogido un observatorio que había puesto en marcha el sacerdote y meteorólogo, Juan Miguel Orkolaga entre 1901 y 1905.

Otro de los apartados recoge las huellas de la Guerra Civil en Igeldo bajo el epígrafe Gerra eta soldaduska. En Igeldo, la Guerra Civil se vivió con algunos episodios muy sonados, de los que existen testimonios gráficos como cuando las tropas “requetés llegaron a Igeldo y lo cruzaron antes de tomar Mendizorrotz”. “Pasaron la noche en el frontón y hay algunas fotos de eso”, añade Aisa.

Testimonios de lo ocurrido y del miedo vivido por parte de algunos vecinos también se asoman al libro de Iraola, como los episodios sufridos por las familias que tuvieron que esconderse en las rocas y escuchaban el ruido de los aviones planeando muy cerca. Muchos de estos son hechos que “nunca se habían contado fuera de casa”, porque el miedo tiene una sombra muy larga. “Las casas en aquellos días se llenaron de soldados y así no los han contado”, explican. 

“Nos contaron que en una casa los soldados empezaron con un tiroteo y la madre tapó las ventanas con piel de oveja, que se solía usar para proteger del frío, lo que les salvó de las balas y les dio tiempo para irse a una especie de cueva, Arrizulo, con otras familias, unas doce personas”, explica Iraola. 

Tras finalizar la Guerra Civil, les han relatado, en los desvanes se vieron obligados a poner la bandera española, así como en los cestos de los burros e incluso en los botones de la ropa. “La mitad de lo que recogían en la huerta lo tenían que entregar en Donostia”, añade el autor.

La primera parte del libro se dedica a recoger la historia de 119 caseríos, mientras que la segunda se divide en capítulos y por temas

Como documento añadido se incluye la lista con los nombres y apellidos de los 16 igeldoarras que perdieron la vida o fueron fusilados en la guerra, de los que la mayor parte fueron víctimas de la Guerra Civil. Además, tres fallecieron en la Segunda Guerra Mundial, dos en Rusia en las filas de la División Azul, y un tercero en el campo de concentración de Mauthausen.

Curioso resulta también saber que en Igeldo existió un Centro Republicano, un batzoki, éste en el local que ocupó posteriormente la tienda de ultramarinos; y los “las falangistas estuvieron en Itxas Aurre”. De todo un poco en distintas épocas.

Entre las historias de la historia de Igeldo destaca también la de las coladas que las mujeres igeldoarras hacían “a las familias donostiarras ricas”. Esa era la forma en la que muchas mujeres se ganaban el pan de cada día, una tarea que se sumaba a los trabajos propios del caserío y a la venta de los productos de la huerta. “Gobadak egitea”, como se conocía a esta tarea, suponía un importante esfuerzo añadido ya que debían recoger en Donostia y subir la ropa de cama de estas familias que, ya en Igeldo, limpiaban en fuentes y arroyos y dejaban secar sobre la hierba para después bajarla a Donostia en burro.

Las imágenes de las fuentes (22) en las que se llevaba a cabo esta labor también pueden encontrarse en el libro. 

Otro capítulo de especial relevancia es el dedicado a las canteras, de las que extraía la famosa piedra de Igeldo que se utilizó para la construcción de los edificios más emblemáticos de la Parte Vieja y el Centro de la ciudad, desde la catedral del Buen Pastor, al mercado de La Bretxa, pasando por el teatro Victoria Eugenia, la Biblioteca Municipal de la Plaza de la Constitución y numerosos bloques de vivienda de finales del siglo XIX o inicios del XX, aunque había referenciaa de las canteras de Igeldo desde el siglo XII.

La importancia de las canteras de piedra caliza, en las que trabajaban muchos de los hombres de Igeldo y de las que hay pocas fotografías, fue notable hasta su clausura a lo largo del pasado siglo. La última en cerrar fue la de Amezti, que lo hizo en 1984.

Suma y sigue. Quien se ha paseado con frecuencia por Igeldo a buen seguro que habrá bajado en numerosas ocasiones hasta las rocas, muchas de ellas bautizadas y con nombre propio y cuyas imágenes pueden ser asimismo consultadas.

Muchas historias, muchas vivencias y un escenario, Igeldo. El libro, escrito en euskera y que ha editado Igeldoko Herri Kontseilua con ayuda de Donostia Kultura, está a la venta en las librerías donostiarras a un precio de 40 euros.