Desde la Belle Epoque, años de esplendor para la ciudad, hasta la actualidad, las calles de Donostia han sido testigo y pasarela para una moda en constante evolución, lo que ha conllevado que se haya ganado la fama de “ciudad elegante” con algunos embajadores de lujo, como el gran modisto Cristóbal Balenciaga.
Testimonio del interés que siempre ha existido en la capital de Gipuzkoa por la moda y por “vestir bien” es la exposición fotográfica que puede visitarse hasta el 30 de octubre en el palacio Miramar -en horario de 9.00 a 21.00 horas- con imágenes procedentes de la Fototeca Kutxa y que corresponden al periodo comprendido entre comienzos del siglo XX y la década de los 60 de ese mismo siglo.
La muestra, impulsada por el Cluster Donostia Moda, recoge una treintena de fotografías que invitan al visitante a pasear por las calles donostiarras saltando de década en década, desde que la reina Victoria Eugenia era considerada turista habitual, en los años 1910 y 1920, hasta que en la década de los 50 se “versioneaba” el estilo Dior en eventos varios.
Una exposición con el glamour por bandera no podría tener un marco mejor que el palacio Miramar, hasta donde acudieron ayer el concejal de Impulso Económico, Ernesto Gasco, la comisaria de la muestra, Ana Balda, y la directora de Cursos de Verano de la UPV/EHU, Carmen Agoués, que colabora con esta iniciativa.
En el transcurso de la presentación, Ernesto Gasco destacó la importancia que la moda y el comercio vinculado al sector tienen en Donostia y su peso como “motor económico de la ciudad”. Tomando en cuenta esta premisa, desde el Cluster de la Moda se ha considerado oportuno profundizar en el legado que la moda ha dejado en la capital del territorio de la forma más explícita posible, las fotografías.
Cuando se cumplen cien años desde que la casa Balenciaga abrió sus puertas en Donostia, todas las circunstancias se han aliado para propiciar la inauguración de la exposición titulada Street Style en San Sebastián- Retazos históricos. La muestra toma las calles de la ciudad como pasarela sin igual que permite asistir también, siempre con la moda como hilo argumental, a los cambios que sufría Europa, como cuando la II Guerra Mundial obligó a instaurar un sentido de sobriedad en la alta costura francesa que llegó asimismo a San Sebastián de la mano de los trajes de chaqueta.
Los perfiles holgados de los años 20 que cedieron paso a diseños más pegados al cuerpo en los 30 han quedado también inmortalizados para su disfrute en el Miramar.