Sobre la cúpula del Bellas Artes
Ante la carta publicada días atrás en este periódico sobre el estado de la cúpula del Bellas Artes, firmada por representantes de Ancora, desde SADE, empresa propietaria del edificio, consideramos oportuno hacer varias puntualizaciones.
En primer lugar, respecto a las responsabilidades sobre el inmueble, al encontrarse el edificio en ruina ha cesado la obligación de la propiedad de acometer los gastos de su mantenimiento. Así lo confirma la sentencia del Tribunal Supremo de 5 de diciembre de 2001. Además, al tratarse de un edificio inventariado como Bien Cultural con categoría de Monumento por el Gobierno Vasco, es la Administración quien debe costear las obras de conservación, mientras que a SADE le corresponden los gastos relacionados con la seguridad a terceros.
Para SADE, es sorprendente que se hagan valoraciones sobre el estado actual de la cúpula basándose en inspecciones oculares de apenas dos horas. Por el contrario, preferimos apoyar nuestros argumentos en los informes periódicos, cálculos y ensayos del hormigón elaborados por laboratorios homologados como Tecnalia, Labein y Gikesa, que Ancora no cita en su escrito. Todos ellos coinciden en la situación límite en que se encuentra toda la estructura, riesgo que ya es una realidad con la rotura de la losa de la cúpula. Consideramos una irresponsabilidad abordar esta cuestión con frases genéricas como “todo se puede rehabilitar”, afirmación tan falsa como que la Medicina lo cura todo. Los análisis técnicos coinciden con el informe del arquitecto municipal, emitido el 4 de agosto, que afirmaba que la cúpula está en estado de ruina inminente.
Tecnalia, el mayor centro privado de I+D del sur de Europa, entre cuyos socios está el propio Gobierno Vasco, ha certificado que las propuestas de rehabilitación a base de morteros que propone Teusa (empresa dedicada a la construcción) son imprudentes y temerarias. La degradación es de tal magnitud que su resistencia es ya irrecuperable. No hay que olvidar que los informes de Tecnalia alertan también, entre otros puntos, del estado de las vigas situadas sobre el patio de butacas que, en algunos casos, sufren un colapso por cortante. Y este fenómeno es especialmente grave porque no tiene capacidad de aviso previo y compromete la seguridad estructural de todo el edificio.
Respecto a una hipotética rehabilitación, sería deseable que cualquier propuesta se atenga al rigor técnico. Por ejemplo, es absolutamente irreal aludir a la partida de 40.000 euros del Gobierno Vasco para solucionar los problemas de la cúpula. Por aportar una estimación, una intervención que permitiera abordar los problemas estructurales del Bellas Artes superaría los 6 millones de euros, a los que habría que sumar licencias, honorarios, tasas de ocupación de la vía pública y demás costes. Y si se quisiera dotar de un uso público al edificio, quedarían además los costes de acondicionamiento interno y el valor del propio solar. ¿Está la Administración pública dispuesta a hacer ese enorme desembolso?
Para SADE, a la vista de todos los informes técnicos, la única forma de garantizar la seguridad frente a terceros es el derribo controlado de la cúpula. Lamentablemente, hemos llegado a esta situación después de 30 años de negativas desde las distintas administraciones a nuestras propuestas para dar valor al edificio y generar riqueza. La gran pregunta ahora, tomando en consideración las consecuencias que tendría la respuesta para el erario público, es si la Administración está dispuesta a abordar una rehabilitación. Y teniendo en cuenta las amplísimas limitaciones que el propio Gobierno Vasco ha impuesto al edificio, ¿qué uso se le querría dar?
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