"Ahora hay un exceso de oferta cultural, no es como antes"
uno de los miembros de buenawista prolleckzioms recuerda los orígenes del movimiento
Donostia. Aunque el movimiento por la ocupación ha cogido fuerzas tras las movilizaciones del 15-M, quienes ocuparon locales con destino a la creación cultural hace veinte años y quienes lo hacen ahora no parten de la misma situación. Hace unas décadas, la oferta cultural era muy reducida, mientras que ahora, cualquier casa de cultura ofrece una amplia programación que, sin embargo, puede no ser del gusto de todos los colectivos y sensibilidades.
Uno de los participantes en la ocupación de las escuelas de Buenavista, Mikel Serrano, recalca que "entonces no había nada y ahora llega a haber una sobreoferta cultural". Este miembro de la directiva de la asociación Buenawista Prolleckzioms, que gestiona la Música Gela de Jareño y organiza los conciertos del Mogambo, explica que en los gaztetxes y lugares similares no eran raras las ocasiones en las que se producían escisiones. Así pasó, por ejemplo, en el colectivo del que él formaba parte. Un sector pasó a organizar actividades en locales del Ayuntamiento, lo que les obligaba a seguir ciertas reglas, mientras que otro sector optó por desligarse de las instalaciones públicas y optó por alquilar salas de ensayo en el mercado inmobiliario.
Mikel Serrano se muestra partidario de la autogestión de los locales culturales aunque reconoce que, hoy en día, la reivindicación no puede tener la misma potencia. "En Kukutza, de Bilbao, donde ha habido una actividad cultural muy importante, se ha visto la dificultad que existe para mantener este tipo de locales", dice. "O el Ayuntamiento compra el edificio y lo cede al colectivo que lo gestiona, con lo que le obligaría a seguir unas normas determinadas, o los propietarios pueden actuar".
movimiento espontáneo Asimismo, recuerda que en los años 80 y 90 había una verdadera escasez de locales y actividades para todos "y se generó una movida espontánea". Pero, en su opinión, las instituciones consideraron que la cultura era un industria más y fueron creando centros culturales por todos los rincones, en parte, para hacer frente a la petición de los ciudadanos.
Serrano reconoce que la tensión dentro de los gaztetxes también obedecía a los fines de cada colectivo. Algunos estaban interesados preferentemente en la creación musical y en el desarrollo de grupos nuevos o diferentes de los comerciales, mientras que otros tenían un interés más político. En ocasiones, podían coincidir ambos, pero no siempre, lo que llevó también a discusiones.
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