"El mejor regalo de mis 30 años detrás de la barra son las grandes amistades que he conseguido"
Sole Goikoetxea fue la madre fundadora del Morgan, uno de los restaurantes donostiarras más emblemáticos de la ciudad. En pleno corazón de la Parte Vieja, este local marcó un antes y un después en la manera de entender la hostelería en Donostia
donostia. Una mujer risueña espera sentada en una de esas sillas de madera de su restaurante que le han acompañado durante media vida. Sus arrugas reflejan la suma de experiencias que guarda en su gran maleta de la vida. Sus ojos desprenden una energía especial cuando recuerda los momentos que su restaurante Morgan le ha regalado durante casi la mitad de su vida. Tras 30 años detrás de la barra, Sole dice adiós, aunque el restaurante seguirá abierto de la mano de su hermano Félix.
¿Cuándo y de la mano de quién nació el restaurante Morgan?
El proyecto en sí nació en 1981, pero hasta el año siguiente no se abrieron las puertas del restaurante. Los creadores fuimos mis hermanos Félix, Tomás -ya fallecido- y yo. En realidad, la idea surgió por casualidad, porque mi familia no es hostelera, sino que tenía una heladería en Hernani. Pero un día pasamos por esta calle -Narrika- y vimos el local. Empezamos a pensar sobre qué es lo que le faltaba a Donostia en aquel momento. Y así nació el Morgan.
¿Y qué le faltaba a Donostia?
Faltaba un bar diferente, divertido y lo suficientemente hermoso como para poner carteles, colocar mesas corridas en lugar de las habituales, etc... Pero sobre todo, lo más característico del restaurante siempre ha sido la comida, ya que era muy novedosa y distinta.
¿Por qué?
Ofrecíamos alimentos exclusivos, como verduras que no se comían por esta zona. Siempre ponemos el ejemplo de la lasaña de verduras y de la berenjena rellena. Por aquellos tiempos, mucha gente incluso desconocía lo que era esta verdura.
¿Posteriormente han surgido restaurantes similares?
Desde luego que sí. El Morgan marcó tendencia y sirvió de ejemplo para muchos otros hosteleros.
¿El Morgan ha estado inmune a la crisis?
Desgraciadamente no. El restaurante también ha padecido la crisis, aunque, afortunadamente, no de una manera exagerada.
¿Y a la ley antitabaco?
La ley antitabaco no ha repercutido en la clientela. A pesar de que aquí no podamos poner terrazas porque estamos en plena Parte Vieja, la gente sale a la calle a fumar sin problemas. La verdad es que, en este sentido, no nos podemos quejar, porque nuestra clientela se ha mantenido fiel.
Una vez tuvieron que improvisar una cena para 50 invitados del Festival de Cine. ¿Cómo fue?
Efectivamente. Fue algo muy puntual. Recuerdo que me llamaron tardísimo para hacer la reserva e improvisamos el menú y la colocación de las mesas a contrarreloj. Eso sí, todo salió perfecto.
Hablemos de usted. Tras 30 años detrás de la barra, el momento de la jubilación llegó hace poco menos de un mes. ¿Cómo se siente?
Todavía no me ha dado tiempo ni de saber cómo me siento. Sí que es cierto que, por un lado, estoy un poco liberada; pero, por otro lado, como es lógico, siento un poco de pena.
¿Qué regalo se lleva de estos 30 años?
Seguramente, el mejor regalo de mis 30 años detrás de la barra son las grandes amistades que he conseguido. Echaré de menos esas interminables tertulias después de una cena o los cafés a media mañana. Aunque también es cierto que seguiré en permanente contacto con ellos.
El trabajo de hostelería es muy esclavo. ¿Qué va a hacer ahora con tanto tiempo libre?
Viajar no creo, porque afortunadamente ya lo he hecho suficiente a lo largo de mi vida. He estado en China, Argentina, México, India, Rusia y por toda Europa. Lo que me apetece es pasear, estar con los amigos, leer y hacer escapadas de fines de semana con mi familia y amigos.
El 31 de agosto, coincidiendo con la conmemoración del incendio de la ciudad, ustedes organizaron una gran fiesta de despedida. ¿Cómo fue?
Una locura. Sacamos las mesas a la calle, piscolabis y bebida. Nos juntamos más de 100 personas y muchos de ellos me trajeron regalos. Pero lo más bonito era que todos los que acudieron a mi fiesta de jubilación tienen nombre y apellido, es decir, son mis amigos y los conozco uno a uno. Todos quisieron compartir conmigo ese momento tan especial para mí.