Entrar en las cabezas humanas es como entrar en una jungla. Ni siquiera los médicos tienen una explicación”. Cuando en julio de 2020 el mundo peleaba por recuperar cierto grado de la normalidad perdida después de que la pandemia del covid hubiese paralizado la vida y las actividades de casi todo el planeta, Gian Piero Gasperini, entrenador del Atalanta, visitó en el hospital a uno de sus jugadores estrella, Josip Ilicic, y lanzó esa sentencia. Faltaban menos de diez días para que la Liga de Campeones regresara con una fase final especial en Lisboa y la escuadra italiana debía medirse al París Saint-Germain en cuartos. El técnico se encontró con una escena durísima. Del mediapunta esloveno que en el partido de vuelta de los octavos, que se disputó en marzo a puerta cerrada pocos días antes del confinamiento, había firmado cuatro goles en el campo del Valencia, no quedaba prácticamente nada. Físicamente, había perdido diez kilos de peso. Mentalmente, estaba atrapado en el infierno de una profundísima depresión.
Prolongar su sueño
Ilicic consiguió recuperar parte del brillo perdido en el Atalanta, pero aquel episodio cuando era ya un veterano de 32 años le dejó marcado. En 2022 pidió regresar a su país, fichando por el Maribor, e incluso se ausentó durante más de 900 días de su selección. Regresó en junio en un amistoso contra Armenia en el que firmó el gol de la victoria solo cuatro minutos después de ingresar en el césped y logró ser uno de los elegidos para formar parte del combinado de Matjaz Kek para la Eurocopa. Su rol ahora es secundario, pero disfruta de la perfecta guinda para su carrera con la posibilidad de seguir haciendo historia con Eslovenia, por primera vez en las eliminatorias de una gran competición continental. Esta noche (21.00 horas) buscará prolongar su sueño pugnando con Portugal por un lugar en los cuartos de final.
"Bomba biológica"
La crisis del covid fue la gota que colmo el vaso en el equilibrio mental del talentoso jugador esloveno. Hay que tener en cuenta que Bérgamo llegó a ser el epicentro de la pandemia en febrero de 2020, con el duelo de ida entre Atalanta y Valencia siendo considerado por el propio alcalde de la ciudad como una “bomba biológica”. Con todos encerrados en sus casas, las noticias de las muertes y las imágenes del ejército movilizado para controlar el confinamiento hicieron mella en un jugador con muchos momentos duros a sus espaldas. Nacido en Bosnia, con un año tuvo que huir como refugiado de guerra a Eslovenia junto a su madre y sus hermanos después de que su padre falleciera en el conflicto de los Balcanes. Una vez asentado como futbolista en Italia, el repentino fallecimiento en 2018 del que fuera su compañero en la Fiorentina Davide Astori le afectó muchísimo. “Tenía miedo de dormirme y no volver a despertarme nunca más”, llegó a reconocer en una época en la que, además, se le diagnosticó una linfadenitis, una inflamación de los ganglios linfáticos, que le hizo ponerse en lo peor en cuanto a su salud.
Su camino futbolístico tampoco fue de rosas. Con 22 años sopesó retirarse y dedicarse al fútbol sala tras bajar a Segunda en la liga eslovena con el Interblock siendo suplente. Pero el Maribor supo apreciar su talento y el día después de marcar contra el Palermo en el play-off de acceso a la fase de grupos de la Europa League fue fichado por el club italiano. Jugó tres cursos allí (2010-13), cuatro en la Fiorentina (2013-17) y cinco en el Atalanta (2017-22), los dos últimos lejos de su mejor versión. En 2022 volvió la depresión, pidió rescindir su contrato y en octubre regresó al Maribor. Su imagen, con muchos kilos de más, parecía la de un exjugador pero fue capaz de ponerse de nuevo en forma, volver a la selección y gozar de un epílogo ideal soñando en la Eurocopa. En Bérgamo le siguen adorando. El pasado mes de octubre, aprovechando un desplazamiento a Graz en la Europa League, más de 120 aficionados del Atalanta se desviaron más de 75 kilómetros hasta Maribor para rendirle un merecidísimo homenaje.