- Si no fuera suficiente problema el ejercicio de malabares que debe hacer para cuadrar los números rebajando la masa salarial de la plantilla para cerrar el fichaje de Leo Messi, el Barça se había metido en un follón de consecuencias imprevisibles del que ha podido salir con la reputación casi indemne. A saber. Edwin, el hermano de Ronald Koeman, también exfutbolista de prestigio y ahora entrenador, es desde hace un mes el técnico del Beitar Jerusalén, un club conocido por el odio que profesa su hinchada hacia los musulmanes. Aprovechando la disposición de Ronald hacia su hermano y los buenos oficios de Jordi Cruyff, asesor deportivo del club azulgrana y con una larga carrera en Israel, el Barça acordó celebrar el 4 de agosto un partido amistoso con el Beitar, lo cual ha tocado la fibra de los palestinos y también la sensibilidad de los culés, y lo que tan solo debía ser un soso partido de pretemporada adquirió tintes de conflicto diplomático.

El pasado 7 de julio, la Asociación Palestina de Fútbol (PFA) emitió un comunicado "lamentando la decisión del FC Barcelona de jugar un partido amistoso contra el israelí FC Beitar en la ciudad ocupada de Jerusalén", y le pidió "amablemente reconsiderar su elección". La queja de la PFA no era por el amistoso en sí, sino por el sitio, "en la parte ocupada de Jerusalén", con lo cual el Barça estaría violando los derechos de la PFA, "ya que Jerusalén Este no está dentro de la jurisdicción de la asociación israelí de fútbol a la que está afiliado FC Beitar".

Algo similar le pasó a la selección argentina, que planificó un amistoso poco antes del Mundial 2018 ante el Beitar, también en Jerusalén, en el marco de la conmemoración de los 70 años de la creación del Estado judío y a cambio de 9 millones de dólares. La campaña que se montó fue considerable, hasta el punto de que celebridades como Roger Waters, Elvis Costello, Brian Eno, Peter Gabriel o Stephen Hawking, ajenas al mundo futbolístico, solicitaron la anulación del choque, como así sucedió.

En este caso la estrategia ha sido más sutil, pero igual de efectiva. El Barça pidió jugar el partido fuera de la Ciudad Santa, y eso tocó el orgullo de los responsables del Beitar, hasta el punto de renunciar al evento. "Con mucha tristeza me veo obligado a cancelar el partido contra el Barcelona. Dormí con el corazón apesadumbrado, pensé mucho y decidí que antes que nada soy un judío e israelí orgulloso", anunció el presidente del club, Moshe Hogeg, un hombre al menos está intentado edulcorar el perfil de un equipo marcado, donde no puede jugar un musulmán y sometido al chantaje de La Familia, colectivo violento que tiene secuestrado al club.