No se jugaban nada. De hecho, fue el único partido de la penúltima jornada de Liga que se disputó en horario no unificado. Llegaban a Ipurua con los deberes hechos Eibar y Valladolid. Cualquier otro encuentro con estos condicionantes podría acabar en una de esas habituales pachangas de verano. Sin ritmo, sin faltas, sin fútbol de competición. Tras el carrusel de partidos que se han disputado en poco más de un mes, se habría entendido un partido así.

Pero sucede que en la muga entre Gipuzkoa y Bizkaia hay un entrenador que no sabe lo que es preparar un partido sin presión. Oficial o no. José Luis Mendilibar ha vuelto a mantener al Eibar en Primera División. Ayer, por tanto, era una tarde de fiesta en la ciudad armera, con los balcones de las torres aledañas a Ipurua brindando por tal éxito. Un jolgorio externo que se trasladó al campo, con una plácida victoria que despide a Ipurua hasta la temporada que viene.

El Eibar se puso 2-0 en menos de media hora, con goles de Bigas e Inui, y el técnico de Zaldibar seguía pegando gritos a sus jugadores en un saque de banda. Así es Mendi, y así es como trabaja a sus equipos. Cuesta discutirle su método, porque saca petróleo del desierto. El preparador chilla y su equipo le entiende a la primera. Ayer pegó un par de voces cuando el Valladolid tenía cercado al Eibar en el primer cuarto de hora de partido. Primero, un centro desde la esquina de Pablo Hervías que se paseó por el área pequeña de Yoel. El vigués suplió ayer en la portería a Dmitrovic, y lo hizo con un gran acierto. Porque el asedio pucelano tuvo en él un muro intratable. Tanto que solo pudieron superarle en el rechace de un penalti polémico, a veinte minutos del final, en el que el cancerbero salió con todo y Ünal cayó. Pitó el árbitro, y se convirtió en pulpo el gallego para atajar el disparo de Guardiola. Lástima que nadie fuera en su ayuda tras el despeje.

Y si Yoel fue el héroe de los armeros, con múltiples paradas de todos los colores, en el Valladolid no tuvo su día su portero suplente. José Antonio Caro, que primero tuvo que sacar de sus redes el cabezazo inapelable que enganchó Pedro Bigas en el minuto 21, a centro de Pedro León, y después protagonizó una de esas jugadas que se hacen virales en minutos: el meta no se entendió con Fede San Emeterio, que le cedió el balón sin oposición, este, desubicado, se resbaló e Inui, disciplinado, corrió y sólo tuvo que empujarla. Un regalo de cortesía del visitante.

Tuvo que pegar un par de gritos más Mendi cuando el gol rival aumentó los nervios de su equipo. Pero ayer la fiesta estaba predestinada a acabar bien para el Eibar. Un penalti inocente de Nacho a Charles cerró el encuentro en el añadido, tras la conversión de un De Blasis, que se abrazó a los suyos como quien no sabe qué será de él tras ese día. Tampoco es segura la continuidad de su técnico. El jefe de la armería eibarresa se fue a casa escuchando el canto de los balcones: "Mendi quédate".