"Como cada día es un poco de lotería. Quisiera poder coger la fuga, pero va a ser muy complicado". Desde luego, Tim Wellens, de profesión escapista, no es un visionario. Se equivocó de presagio. Difícilmente acertará el número premiado de la lotería el belga. Pero Wellens encontró su fuga, que era algo evidente y notorio, y cuando se metieron los números en el bombo, salió su nombre de ganador entre los tres que se jugaban la etapa: él, Guillaume Martin y Thymen Arensman. El trío tiró los dados después de que se sucedieron las intentonas hacia Sabiñánigo, tierra de Houdinis. Un manual de fugas se desplegó en un territorio que aún recuerda la huida de Contador, el despiste del Sky, la persecución orgullosa de Froome y el aprovechamiento de Quintana. El pinteño fue el ejecutor del británico, pero el vencedor fue el colombiano. El ciclismo y sus corrientes internas, su efecto dominó.

Con Wellens, entre idas y venidas, compartieron cartel Guillaume Martin y Thymen Arensman, juntos aún en el alto de Petralba, el último escollo camino de Sabiñánigo. En un recorrido quebrado, con el ritmo desordenado y loco del comienzo, los favoritos pensaban en el futuro cercano, en la montaña de mañana, aunque el Tourmalet haya desaparecido, tragado el coloso pirenaico por los devastadores efectos del coronavirus. Formigal será su reemplazo. El presente era para los fugados porque a los esprinters el quebranto del trazado, incómodo y exigente, les provocaba sarpullido. Los amantes de las fugas le colocaron una X al día, una diana de esperanzas.

Wellens, el experto, Arensman, un jovencísimo pívot, y Martin, el filósofo que ama a Nietzsche, colaboraron. Cooperativa del esfuerzo. Los tres mosqueteros. Todos para uno y uno para todos. Ese era el diálogo hasta que accedieron al callejero de Sabiñánigo, donde las sinergias no tenían sentido. Cada uno defendía sus intereses. La discusión de los fugados no interesaba en absoluto a Roglic, repantingado el líder en el chaise longue amarillo y negro del Jumbo entre árboles que perdían hojas y rocas formidables. En la ciudad, Arensmans se disparó. Wellens se encoló. Después reaccionó Martin. En el repecho, un cuestón para los paisanos, Wellens sentó a Martin. Antes había claudicado el novicio Arensman, sin fuelle en la cuesta que repartió el triunfo. En el pelotón, la rampa dejó la caída de Dan Martin, segundo en la general, y Gorka Izagirre. Roglic salvó el incidente y rebañó algo de tiempo para su causa antes del regreso a la montaña.