SU luz se apagó de forma prematura cuando aún contaba con 29 años, pero el resplandor de Alberto Fernández perdura en la memoria 25 años después de que, tal día como hoy, la muerte le sorprendiera a bordo de un Citroën CX que, conducido por un ciudadano francés, invadió el carril contrario, por donde el Galletas regresaba de recoger en Madrid el premio de Unipublic al mejor ciclista español de 1984. En el percance, también murieron el conductor galo y la mujer del ciclista, Inmaculada Sainz, Macu, que viajaba en el Renault 11, que aquel 14 de diciembre, a las 11.15 horas, quedó destrozado en la N-1 a la altura de Pardilla.

"Fue un palo tremendo", recuerda Javier Mínguez, director del corredor en el Zor y una de las últimas personas que vio con vida al matrimonio, que dejó un hijo de tres años recién cumplidos, Alberto, hoy profesional en el Xacobeo-Galicia. "De madrugada, Faustino Rupérez y yo les dejamos en casa de su hermano en Madrid. Al día siguiente, Alberto quería que fuera al homenaje que le iban a rendir en Aguilar de Campoo, y en cambio me vi en su entierro".

Sus inicios

En Aguilar lo querían de albañil

Alberto Fernández (Cuena, Cantabria, 1955), hijo de constructor y ama de casa, "vivió para y por la bici", destacan Mínguez y Sergio, portavoz del CC Aguilarense, que prefiere el anonimato de su apellido: "No soy más que otros del club", matiza. Con siete años, sus padres, Isidro y Carmina, se mudaron junto a sus hijos (Isidro, Antonia, Javier, Alberto y Jesús) a la cercana Aguilar de Campoo, famosa por sus fábricas de galletas, de ahí que Alberto fuera conocido en el pelotón como el Galletas. Sergio cuenta que "su familia se desvivió porque saliera ciclista, y él lo sacrificó todo". Para Mínguez, "tenía una vocación fuera de lo normal", que su padre descubrió pronto. "Siendo juvenil le comenzó a llevar a las carreras, algo que no entendían sus paisanos. Alberto solía decir que en el pueblo querían que me pusiera a trabajar con mi padre", recuerda Sergio. Por suerte para el ciclismo, nunca necesitó subir a un andamio.

Los seis segundos de la Vuelta"84

"Ibas a ganar la Vuelta y la has perdido hoy"

El gran momento de Alberto Fernández, también su gran derrota, fue la Vuelta a España de 1984. La de Eric Caritoux. La de los seis segundos. Por tan exiguo margen, el gregario de Sean Kelly doblegó al cántabro. "Alberto fue el ciclista más fuerte de la carrera", sostiene su director de entonces, Javier Mínguez, que dirigía un Zor con mucho fósforo en su cajetilla: Juan Fernández, Rupérez, Rodríguez Magro, Chozas, Pino, Navarro, Camarillo, López Cerrón... "Era un gran equipo. Quizá el mejor que tuve yo junto al BH de Cubino, Pino, Anselmo (Fuerte) o Etxabe...)".

Aquella Vuelta, sin embargo, Caritoux venció sin casi más gregarios que Bagot. "Alberto siempre dijo que perdió la victoria por un error táctico suyo, no del equipo", apunta Sergio. "Se equivocó en Rassos de Peguera. En el debate sobre el pinganillo, si llego a haberlo tenido entonces, no se nos habría ido la Vuelta", reivindica Mínguez, centrado ahora en su correduría de seguros y vinculado al ciclismo a través de las transmisiones de Onda Cero, aunque "este año, por la crisis, no se dio el ciclismo", puntualiza.

El técnico vallisoletano rememora aquella séptima etapa, en la que Moser perdió el liderato que lucía desde el prólogo: "Alberto atacó de lejos, y con él se fue Caritoux. Se quedaron todos: Dietzen, los colombianos Patrocinio (Jiménez) y Corredor, Cabestany -entonces neoprofesional-, Delgado, Gorospe... Al ver el daño que hacía, Alberto se calentó. Se volvió loco. Atacó una y otra vez a Caritoux, pero sin descolgarlo, cuando le bastaba con ir con él y cederle la etapa, porque él se vestía de líder. Además, Alberto era lentísimo, y Caritoux le iba a ganar al sprint sí o sí". En el kilómetro final, el francés soltó al español, que fue sobrepasado por Delgado, Corredor y Jiménez y cruzó la meta "a 59 segundos" del galo. Mínguez tiene clavada a fuego la desventaja de su pupilo. "Por la noche, en el hotel, le dije: si estabas buscando ganar la Vuelta, la has perdido hoy. No me jodas, Javier, me dijo. Ya verás cómo nos acordamos del tiempo de hoy, le contesté". Y así fue.

Caritoux cogió el amarillo en Lagos de Covadonga, lo conservó en el Naranco y llegó a la contrarreloj de Torrejón de Ardoz con 37 segundos a administrar en 33 kilómetros. "Alberto estaba convencido de superarle. Era muy buen rodador", recuerda Mínguez. Sin embargo, la lluvia regó aquel sector vespertino y convirtió el asfalto en una balsa de aceite sobre la que resbalaron Gorospe -luego ganador-, Móser, Cabestany, Delgado... El agua frenó a Alberto, que sólo enjugó 31 segundos, para quedarse a seis de la gloria, la menor diferencia entre un primer y segundo clasificados en una grande, por encima de los 8 segundos de Lemond a Fignon en el Tour de 1989. "Ya no viene a cuento, pero aquello fue una verbena. Los camiones circulaban por el carril de al lado, levantando viento. Además, el juez se empeñó en ir con su coche delante del mío, así que no podía decirle nada", lamenta Mínguez. Al día siguiente, el Galletas intentó lo imposible en el Paseo de la Castellana, pero Caritoux fue una lapa amarilla.

Este mismo año, el francés sorprendió al acusar a Mínguez y su Zor de querer comprarle aquella Vuelta. El director eleva el tono. "Es mentira. ¡Nunca compramos una carrera! ¡Si no teníamos dinero para nada! Quizá su director, (Christian) Rumeau, le hizo ese planteamiento para venderse".

El faro del Reynolds

Cerca del podio en el Tour"82

El ciclismo español, al menos en su época moderna, cuando la televisión comenzó a llevar las bicicletas del asfalto al sofá, descubrió el Tour en 1983, con las aventuras del Reynolds de Arroyo, Delgado y Gorospe. Sin embargo, aquel bisoño equipo navarro tuvo un faro un año antes en el Teka de Alberto Fernández y Marino Lejarreta, que se había anotado la Vuelta por la descalificación de Arroyo. Alberto acabó décimo en la general a 17:19 de Hinault, tras ser tercero en Pla d"Adet y Alpe d´Huez, pero penalizado por los 8:52 que se dejó la primera semana en el pavés camino de Lille y también por el último puesto del Teka en la crono por equipos, sin los que habría estado en el podio con Hinault y Zoetemelk. Además, una fuga le hizo perder dos posiciones en una etapa de transición al final de la Grande Boucle. Al año siguiente, su equipo lo llevó al Giro, y ganó dos etapas y acabó tercero.

Con su adiós, se fue un ciclista al que le quedaban sus mejores años de ciclista y toda la vida después. Mínguez recibió su muerte "como una losa". "El equipo estaba concentrado en Sierra Nevada, y Alberto y Rupérez se fueron un día antes a recoger el premio". Aquel fatídico viernes, Mínguez estaba en Fosforera, con Víctor Cordero, gerente del Zor, y Luis Guijarro, director comercial de la firma: "Sonó el teléfono, y Guijarro comenzó ¿qué, que ha muerto? ¿su mujer también? No dábamos crédito. A Alberto lo evacuaron a Aranda de Duero, y ahí, casualmente, en el hotel Monte Alto, donde Alberto firmó conmigo y donde solíamos alojarnos, Ibáñez Loyo, Juan Fernández y Gabino Ereñozaga se enteraron de la noticia". De la tragedia que acabó con el Galletas, capaz de darse la vuelta en un entrenamiento para hacer las paces con su mujer, con la que ahora descansa.