lcanzada la fase del KO, llega la hora de la verdad y llegan los nervios. El partido entre Dinamarca y Egipto de ayer pasará a la historia y lo hará por su desenlace, que fue épico cuando menos. Los daneses consiguieron el pase a las semifinales después de disputar 80 minutos de partido y una tanda de siete metros final. El portero Niklas Landin decantó la balanza para los suyos.

Dinamarca, que contaba con una plantilla con más profundidad y rotaciones de mayor descanso, llegaba como favorita. Con el saque inicial, en cambio, ambas contaron con parciales favorables que hicieron creer que decantarían la balanza a su favor. Pero los errores cometidos, difíciles de creer, hablaron por sí solos. El nerviosismo con el que jugaron ayer Dinamarca y Egipto fue abismal. Después de un partido casi como otro cualquiera, en el último minuto comenzó la locura.

Cuando parecía que Egipto tenía una última posesión para llevarse el partido, un mal cambio realizado por Mohamed Mamdouh dio el balón a Dinamarca. Los daneses no consiguieron anotar y el partido se fue a la prórroga. Ya en el añadido, Dinamarca tenía el partido en su bolsillo y Mikkel Hansen provocó una acción de sabotaje (no dejó el balón muerto para que sacara Egipto tras pitar el árbitro) que propició el empate egipcio desde la línea de siete metros. ¡A la segunda prórroga! Ya en esta, Egipto volvía a tener el pase e Ibrahim El-Masry provocó la segunda acción de sabotaje (impidió sacar a Dinamarca). ¡Otro empate! A la tanda de siete metros.

El guardameta Niklas Landin decidió uno de los partidos más locos, increíbles y por momentos con errores solo comprensibles por la presión de la cita. El danés detuvo dos lanzamientos finales que decantaron la balanza. Dinamarca estará en la siguiente ronda y ya respira tranquila. Pero el partido de ayer lo dejó claro: los genios también fallan.

El autor es director de balonmanoactual.com