Olvidada la presión en un estante de objetos perdidos, Aitor Elordi mostró lo mejor de su repertorio en su despedida del Cuatro y Medio, una aventura magnífica para el vizcaino, que en su viaje a la liguilla de cuartos superó a Irribarria y Artola. Su torneo ha sido estupendo bajó cualquier análisis. Aunque eliminado al acumular las derrotas ante Altuna III y Bengoetxea VI, el delantero de Mallabia se ha mostrado muy competitivo e incisivo en todas sus apariciones. Por eso pudo con Peio Etxeberria. Elordi no se abandonó. Nada de arriar la bandera pirata. Al asalto. Todo o nada. Ruleta rusa.

Con el pulso firme para el remate y el coraje necesario que se necesita en los grandes escenarios, Elordi firmó un ejercicio estupendo de pelota para someter a Peio Etxeberria, con la mente bailando en las semifinales del torneo, donde se medirá a Unai Laso en una pleito de juventud y voracidad en busca de la final. De jolgorio el Labrit de Iruñea, con esa estampa tan costumbrista de fiesta y alegría el día en el que Aimar Olaizola, el sumo sacerdote, disputó su último partido en el rendido templo iruindarra, Elordi desplegó un catálogo estupendo de virtudes para superar al vibrante y eléctrico Etxeberria, que dominó la contienda hasta un nítido 10-14. En ese tramo, el delantero navarro sometió a Elordi, incómodo en la centrifugadora. Etxeberria es un trallazo.

Ocurre que el acotado es un tiroteo. Ráfagas de pelotazos. Rayos y truenos. Todo es acción-reacción. Anulado el pensamiento, se trata de jadear y golpear. De resistir con la pulmones arenosos y el corazón desbocado para inventar remates en el filo. El sol brillaba para Etxeberria, siempre valiente, hasta que se trastabilló con una falta de saque. Apareció una nube en su horizonte. En cualquier caso, nada hacía presagiar un cambio tan drástico. Pero en la claustrofobia de la jaula todo es susceptible de mutar porque en realidad se trata de un ejercicio de equilibrismo dentro del caos. De repente, la tormenta perfecta estalló. Activó la espoleta de Elordi, puro ingenio y determinación.

El de Mallabia, agresivo y valeroso, mirando al frente, tomó el mando y endosó un parcial de 12-1 a Etxeberria, incapaz de seguir el frenesí de Elordi, que se disparó a partir del saque, la clave de bóveda de las luchas individuales. Le colocó cuatro al zenotztarra, al que la velocidad de ejecución de Elordi, imaginativo y contundente, le desencajó el marco de superioridad. Cortocircuitó el navarro. El único tanto que contabilizó Etxeberria fue un error de Elordi, varios cuerpos por encima de su rival en un final apoteósico. Desatado, con la presión encerrada en una habitación sin vistas, Elordi destapó el tarro de las esencias para despedirse a lo grande del campeonato.