- Hace dos semanas, Jon Rahm recibió uno de los mayores golpes de su carrera cuando el covid le privó de anotarse su segunda victoria consecutiva en The Memorial. Pero el deporte le compensó con creces esa frustración. "Creo en el karma y sabía que algo bueno tenía que pasar tarde o temprano", dijo el domingo tras abrazar el trofeo de ganador del US Open, abrazar a su mujer y su hijo Kepa, abrazar a sus padres y sus suegros, abrazar a Phil Mickelson, el amigo y mentor, que le había devuelto la gentileza de esperar para seguir su triunfo en directo, como el de Barrika hizo en el PGA Championship del mes pasado. El niño que soñaba en Larrabea con ser profesional y el mejor del mundo se había hecho mayor, tenía su primer major tras un final antológico.

"Dejé que el niño que era entonces tirara esos dos putts del 17 y el 18", comentó Rahm sobre los dos golpes que le hicieron pasar a la historia por el momento, la importancia de los mismos y la demostración de entereza y carácter competitivo que llevaron en su camino hacia el hoyo. Como en 2017, cuando en el mismo campo embocó desde 18 metros un putt para eagle para cerrar su ronda y colocarse líder, tuvo que esperar en la casa club de Torrey Pines un buen rato para esperar lo que hacían sus rivales que, al final, acabó siendo solo Louis Oosthuizen, que con su error en el hoyo 17 que le costó un bogey abrió la puerta para el triunfo del vizcaino.

Jon Rahm sentía buenas sensaciones toda la semana, pero eso había que refrendarlo en el campo. En anteriores majors había acumulado puestos entre los diez primeros con suma facilidad, pero casi nunca había tenido opciones reales de victoria. Ese era uno de sus objetivos para este US Open y lo ejecutó con creces. Salió a tres golpes del liderato y con dos birdies en sus dos primeros hoyos se metió de lleno en la pelea por el torneo. La clasificación estaba muy apretada y como siempre en el US Open y, en general, en los majors, a partir de ahí se trataba de reducir los errores. Quitando el hoyo 4, donde hizo bogey, el barrikoztarra jugó de libro y no dejó de fabricarse opciones de birdie, más o menos lejanos.

Mediada la vuelta, Rahm estaba rodeado por jugadores con al menos un grande en su currículo, gente que conocía el proceso, y el US Open de Torrey Pines se convirtió en una carrera de eliminación. El campo se fue tragando a los rivales poco a poco: Morikawa, DeChambeau, McIlroy, Koepka... Otros jugadores iban acabando, aunque sin alcanzar el -4 que durante muchos hoyos lucía en el marcador del vizcaino, que no acababa de meter los putts, muchos de los cuales llevaban buena línea, pero morían cerca del agujero. Sin embargo, no dejó de insistir, mantuvo la calma y la concentración, en los siete últimos hoyos no perdió ni un green en regulación y la recompensa acabó llegando de una forma espectacular. Putt largo de siete metros en el 17 para igualar en el liderato, putt de algo más de cinco metros en el 18 para ponerse con un golpe de ventaja y incendiar el campo de San Diego.

El ruido del público, que tanto han echado de menos los jugadores en estos meses de pandemia, advirtió a Oosthuizen de que se estaba cociendo algo grande. Toda la presión era para el surafricano, un jugador muy fiable, coleccionista de segundos puestos en los majors en la última década. En el 17, se fue de límites y cargó con un golpe de penalidad. Su gran tercero le dejó la oportunidad de salvar el putt, pero falló y la brecha de dos golpes era casi irrecuperable en el 18. La última salida de Oosthuizen se fue al rough y así se anulaba la posibilidad de llevar la bola al green de dos golpes en busca del eagle que necesitaba para forzar el play-off.

El milagro de embocar desde casi 70 metros no se produjo y Jon Rahm pudo celebrar su victoria, primero en la intimidad y luego delante de unos aficionados que habían asistido al que puede ser el primero de más majors, un logro deportivo para el que el golfista de Barrika estaba predestinado. Con este triunfo, al margen de los casi dos millones de euros que se embolsa, Rahm regresa al número 1 del mundo, asciende al segundo puesto en el PGA Tour y al primero en el Circuito Europeo y, sobre todo, sale de ese grupo de extraordinarios jugadores sin un grande en su palmarés que acaban cargando con el estigma de perdedores. Algún día tenía que ser. El niño que soñaba en grande ya lo ha conseguido, ya se ha hecho major y ya figura para siempre en la historia del deporte vasco.

Dos birdies para acabar. Tom Watson fue en 1978 el último ganador en el US Open con dos birdies en el hoyo 17 y 18. Phil Mickelson es el último en hacer lo mismo en un major en el British Open de 2013.

Doblete en Torrey Pines. Jon Rahm emuló a Tiger Woods al ser los únicos que han ganado en Torrey Pines el Farmers Insurance, torneo del PGA Tour, y el US Open.

227 ganadores. Desde que se disputó el primer Britsih Open en 1860, se han celebrado 457 majors con 227 vencedores distintos. Solo 83 jugadores han ganado más de uno.

Dominio local. Rahm rompió el dominio de los golfista estadounidenses en su torneo nacional ya que habían ganado las seis ediciones anteriores y, en total, se han anotado 86 de las 121 disputadas.

El de Barrika regresa al número 1 del mundo, asciende al segundo puesto en el PGA Tour y al primero en el Circuito Europeo