Eibar - Jokin Altuna y Julen Martija, en medio de una tormenta, se encontraron una avalancha. Acabaron rotos, desnortados, en uno de las mejores contiendas del irregular dueto formado por Joseba Ezkurdia y José Javier Zabaleta. Si bien en la liguilla de cuartos de final vivieron en los extremos, la de semifinales -una victoria aplastante y una derrota por poco- está haciendo reverdecer los laureles de la combinación. El guardaespaldas de Etxarren es el faro después del naufragio. El pegador completó en el Astelena de Eibar, de hecho, su mejor partido del todo el Parejas, exponiendo no solo dinamita, sino también intención a la hora de terminar el tanto y decisión cuando pintaban bastos. Omnipresente. El pelotari de Sakana fue el sustento de un buen Joseba Ezkurdia, claro en sus ideas. Establecieron un patrón de juego cimentado en el músculo y la sobriedad, esa que tantas veces les ha costado encontrar. La cuestión es que, en el instante clave, los dos pelotaris están encontrando su punto óptimo.

Ocurre que, en la exquisitez de un pelotazo nervioso, que fue astillando a Julen Martija, sometido a un asedio, Zabaleta encontró el disfrute. Su homólogo en los cuadros largos, sobrio, sin tanto poder, intentó capear el temporal de la mejor manera posible, aguantando, amarrándose al choque, barrido por la marea. Las fuerzas de la naturaleza se le pusieron en contra.

Entretanto, con todo el potencial del bando colorado, Jokin Altuna vivió una tortura. Para empezar, el de Amezketa se golpeó la rodilla contra el bordillo de las butacas de cancha del Astelena de Eibar provocándose una contusión importante en los primeros compases de la cita -justo cuando los colorados se encontraban en el reflejo del espejo-. Después, la falta de oportunidades en los cuadros alegres se transformó en un perpetuo quiero y no puedo. Hay días y días. Los de Sakana secaron la magia de Jokin, pelotari distinto, que sufrió a contrapelo, eliminado del cartel de protagonistas de la historia a golpe de poder. Erró de lejos en río revuelto, mientras buscaba un ariete con el remate.

La cita quedó decantada casi desde los primeros suspiros. Los azules vivieron la cruz de la moneda desde la igualada en el tercer cartón. 11-3 en un abrir y cerrar de ojos, cosido al final por una dejada en la punta del de Etxarren -arte de delantero, oficio de zaguero, pegada de bulldozer-. El martillo pilón colorado no tuvo piedad. Martija intentó aguantar. Jokin, en la avalancha, solo pudo pelear.