Donostia en blanco y negro
LOS TRES ciclistas GUIPUZCOANOS DEL TOUR de 1992, CON SALIDA EN la capital del territorio, RECUERDAN UNA EXPERIENCIA DESDE LA QUE EL 4 DE JULIO habrán transcurrido ya 25 años
donostia - “Qué viejo me estoy haciendo...”. El caso de Aitor Garmendia, incluida la reacción que protagoniza cuando se le recuerda que han transcurrido 25 años desde que el Tour de Francia partiera de Donostia en 1992, ejemplifica el carácter pretérito de aquella histórica experiencia. El de Itsasondo vivió en las calles de la capital guipuzcoana su estreno en la ronda gala, en las filas de un Banesto que cuidaba como oro en paño el estado de forma de un tal Miguel Indurain. Un cuarto de siglo después, reside con su familia en la pequeña localidad navarra de Irañeta, donde trabaja cuidando el ganado de una granja. Accede amablemente a recordar aquella Grande Boucle, pero se adelanta a las posibles preguntas y lanza una advertencia. “Mejor no hablemos de la actualidad ciclista, que no estoy muy puesto”.
Sus palabras son en balde, porque no se trata de pronosticar entre Froome y Quintana, ni de elucubrar sobre el papel del local Ion Izagirre. Sí se trata, en cambio, de rescatar del baúl de los recuerdos una cita que tuvo tres representantes guipuzcoanos en su pelotón: el propio Garmendia, el donostiarra Pello Ruiz Cabestany (entonces en el Gatorade) y el beasaindarra Xabier Aldanondo, este integrando la Once de Manolo Saiz. Contactados por NOTICIAS DE GIPUZKOA, tiran de memoria y relatan anécdotas y vivencias de un fin de semana señalado: prólogo el sábado, un sucedáneo de la Clásica donostiarra como primera etapa el domingo, y la salida hacia Pau el lunes.
Multitudinario prólogo
Fue un velocista, el holandés Jean Paul Van Poppel (PDM), el encargado de abrir el fuego. El sábado 4 de julio de 1992, el afamado sprinter inició en primer lugar desde la rampa de lanzamiento de la calle Hernani, junto al Ayuntamiento, un explosivo prólogo de ocho kilómetros. El recorrido, abarrotado de público, bordeaba toda La Concha, giraba 180 grados en Ibaeta y emprendía un trayecto de regreso que incluía la calle San Martín y terminaba a orillas del Urumea, junto al hotel María Cristina. “Acabé y me quedé flipado”, rememora Aitor Garmendia. Se defendía muy bien contra el crono, pero no esperaba debutar en un Tour de semejante forma. Sexto, a solo once segundos del ganador, su compañero Miguel Indurain.
“Estar tan adelante no resultó sencillo. Por un lado había ciclistas que optaban a la general, que tenían mucha calidad y que salieron a tope. Y, por otra parte, también tenemos que tener en cuenta a gente especialista en prólogos como Thierry Marie o Eric Vanderaerden”, añade Garmendia, quien bromea cuando se le cuestiona si disputó el prólogo para establecer alguna referencia de paso para el campeón de Villava. “Miguel andaba él solo. No necesitaba cosas de estas”, señala riendo sobre una cita de la que Pello Ruiz Cabestany no guarda un recuerdo tan grato. “No fue mi mejor prólogo. Quedé decepcionado. En alguno ya había conseguido estar entre los diez primeros. No sé si fue la presión de correr en casa o qué me pasó, pero no acabé satisfecho”.
El donostiarra fue 23º, a 20 segundos de Indurain. Y Xabier Aldanondo se lo tomó con algo más de calma, si es que esto resulta posible en una disciplina tan exigente. Perdió 53 segundos y concluyó el 157. “Debutaba en el Tour. De hecho, aquella fue mi única participación. Desde el principio se nota que es una carrera diferente, grande, la mejor que he corrido nunca. Pero para mí, más que el del prólogo, el día especial era el siguiente. La primera etapa pasaba por Beasain, y encima nos tocó cruzar el pueblo en cabeza del pelotón, trabajando para Zulle”.
Una Clásica con matices
El Tour cruzó la localidad goierritarra con Indurain vestido de amarillo. Pero, aunque de forma virtual, el líder entonces era el propio Zulle, beneficiario de una estrategia premeditada de la Once, ideada por Manolo Saiz. “Solo tenía dos segundos de desventaja respecto a Indurain. La etapa salía desde Donostia y recorría de inicio la costa guipuzcoana. En la meta volante de Zarautz había segundos de bonificación, y planificamos atacar con Alex unos kilómetros antes, subiendo el Alto de Orio. Cogió unos metros y llegó destacado al sprint intermedio”, recuerda Xabier Aldanondo.
Por la tarde, Zulle recibiría el maillot de líder en Donostia, una circunstancia que no supuso ningún quebradero de cabeza para el Banesto. “Así mucho mejor. Menos trabajo que tuvimos que hacer”, expone Aitor Garmendia sobre una labor de equipo que recayó en la Once de Aldanondo. “Tras pasar Zarautz, el pelotón se reagrupó. Y luego se formó la escapada del día. A nosotros nos tocó controlarla”. Detrás, en medio del pelotón, y con ganas de brillar en casa pero sin la opción de hacerlo, un Pello Ruiz Cabestany que cumplía con su papel de gregario. “No hubiera quedado muy bien atacando y dejándome ver. El líder del equipo era Gianni Bugno, y le atapa tenía un paso por Jaizkibel en los kilómetros finales. Había que protegerle. El único compañero que tenía libertad para moverse era Laurent Fignon, mi compañero de habitación durante todo aquel Tour y un tío cojonudo, por mucho que tuviera mala fama”.
Con la fuga neutralizada, el propio Bugno atacó junto a Luc Léblanc en Jaizkibel, aprovechando la rueda del también ofensivo Franco Chioccioli. Indurain en primera persona sofocó sin problemas la intentona, y los corredores entraron agrupados en Donostia por el barrio de El Antiguo. La meta, a diferencia de la de Clásica, estaba situada en la Avenida de La Zurriola, en dirección a Sagüés, y en ella levantó los brazos el francés Dominique Arnould (Castorama). Atacó en la entrada a la calle San Martín y el pelotón le persiguió tan de cerca que al segundo clasificado, el sprinter Johan Museeuw (Lotto), le concedieron el mismo tiempo.
Salida hacia Pau
El lunes 6 de julio amaneció lluvioso en Donostia, como había resultado también la víspera. Los chubascos, de hecho, solo respetaron durante el prólogo del sábado, pero el problema no residió en la climatología guipuzcoana, ya que el camino entero hasta Pau en la segunda etapa también se vio pasado por agua. El pelotón puso rumbo a Oiar-tzun y abandonó el territorio por Aritxulegi, en cuyas rampas empezó a darse a conocer un jovencísimo Richard Virenque (RMO). Se escapó junto a su compañero de equipo Rezze y al alavés Javier Murguialday (Seguros Amaya), y el pelotón ya no les vio. Amarillo para el francés. Etapa para el de Agurain.
Fue el único contacto que aquel Tour tuvo con los Pirineos, recuerda Xabier Aldanondo. “Subimos el Marie Blanque antes de bajar hacia Pau, pero no tocamos ninguna de las subidas míticas”. Aquel Tour de 1992, año coincidente con el tratado de Maastricht que dio origen a la Unión Europea, tenía otras prioridades, en este caso tocar suelo de cuantas nacionalidades de la recién creada Comunidad le fuera posible. Tras salir de Donostia, transitó por Bélgica, Holanda, Luxemburgo e Italia, antes del habitual final en los Campos Elíseos. Indurain celebró allí su segundo Tour, y los tres guipuzcoanos del pelotón figuraron entre los 130 supervivientes que alcanzaron la capital francesa. Pello terminó el 72º, a 2h12:35 del navarro. Garmendia el 108º, a 3h06:36. Y Aldanondo el 116º, a 3h16:56.