La cruda realidad del ciclismo
Charly Wegelius, ciclista retirado en 2011, relata en ‘Gregario’ las muchas penalidades y pocas satisfacciones de su trayectoria deportiva, alejada de los focos de la fama
lo habitual en las biografías deportivas, o en relatos centrados en alguna persona concreta, es que el o la protagonista sean estrellas de su disciplina, aquellos que han alcanzado la gloria y la cima del deporte. Grandes historias de superación. Rompedores de récords. No es el caso de Gregario, libro traducido al castellano este año y que es la historia de Charly Wegelius (1978), un ciclista cuyo nombre puede incluso resultar desconocido para quien no sigue habitualmente el ciclismo. Sin embargo, eso no quita interés al libro, ni mucho menos. El británico, que colgó la bicicleta en 2011, cuenta su trayectoria, en la que no consiguió ni una sola victoria individual, ya que destacó por su labor como gregario. Es la historia de un deportista de elite pero alejado de los focos. Con sus miserias y sus dudas.
Wegelius tuvo claro desde niño que quería ser ciclista profesional. Destacó en el Reino Unido, donde aún el ciclismo no tenía el tirón que posee ahora. Por eso acudió a Francia para enrolarse en uno de los mejores equipos aficionados de Europa, el Vendée U, donde no le importaba compartir un piso sucio e incómodo con varios corredores de distintos países. “Era un hombre con un objetivo”, cuenta. Y ese no era otro que llegar a profesionales, cosa que logra en el año 2000 recalando en uno de los equipos más fuertes del momento, el Mapei. Tras unos primeros meses difíciles, en la Carrera de la Paz -prueba por etapas que ya no se celebra- se metió en una escapada junto a corredores como Juanma Garate o Kloden. Al entrar en el último kilómetro, Wegelius, debido a su inexperiencia, lanza el ataque demasiado pronto y se queda sin victoria. “Si no te conociera bien, pensaría que te has dejado comprar”, le dijo después su director, un comentario que hizo reflexionar al británico, que se ve incapaz de lidiar con la presión de tener que ganar, así que centra sus esfuerzos en ayudar a los demás a hacerlo, en ser un buen gregario. Es su manera de sobrevivir en el ciclismo profesional.
Del Mapei da un paso atrás fichando por un equipo modesto, también italiano: De Nardi. En ese momento de su vida le surgen dudas: al volver de cada carrera a su apartamento se siente solo, como si siendo ciclista profesional estuviera dejando de lado la vida personal, sacrificando todo por un sueño que tampoco era tan bonito como lo había imaginado. Ahí es clave la figura de Stefano Zanini, un veterano con el que había coincidido en el Mapei. Era su vecino y casi siempre solía cenar con él, su mujer y sus dos hijos.
En carrera, sus esfuerzos seguían centrados en ser el mejor gregario posible, y para ello se fijaba en cada carrera en los veteranos, en los que dominaban las carreras, en qué hacían para ayudar a sus líderes. En el De Nardi era Serhi Honchar, a quien alaba por su fortaleza como ciclista y su humildad al bajarse de la bicicleta. En 2004 el ucraniano está en plena pelea por el podio del Giro y en una emocionantísima última etapa de montaña mantiene la segunda posición de la general pese al acoso de los escaladores. Una figura clave en su éxito fue el propio Wegelius, convertido en su gregario perfecto en la montaña, un terreno donde el británico se movía a la perfección. Su trabajo en ese Giro le permite dar un nuevo impulso a su carrera y fichar por el Liquigas, liderado por Mario Cipollini y Danilo Di Luca, de quienes destaca su carisma. Un día Di Luca va a la habitación del hotel a agradecerle su ayuda y le pregunta: “¿Cuál es tu sueldo aquí?”. Wegelius le responde y el italiano le dice: “Eso es poco”. Unos días después, el equipo le subió esa cantidad.
Tantos años en Italia le hacen sentirse casi más italiano que británico, y en el Mundial de 2005 acepta 2.500 euros por parte de la selección italiana para tirar del pelotón en favor del sprinter Petacchi, uno de los favoritos al triunfo, en lugar de ceñirse a los intereses británicos. Wegelius justifica su postura, aunque después reconoce que fue un error. De hecho, fue su última carrera con Gran Bretaña.
Dejar Liquigas, donde se había hecho un nombre ya destacado en el ciclismo profesional -siempre en su labor de gregario- y fichar por el Lotto (donde militó en 2009 y 2010) es algo que define como su “mayor error”. El líder del equipo era Cadel Evans y la labor de Wegelius era ayudarle a ganar el Tour, pero el feeling entre ambos no es bueno y además el australiano no logra sus objetivos, así que el paso por el Lotto no es nada satisfactorio para el protagonista del libro, quien empieza a plantearse seriamente la retirada. Define su vida en esos momentos como “errática, llena de dolor y penalidades”. “La cantidad de dolor que sufre un ciclista profesional, incluso en un día normal, supera con creces lo que la mayoría de las personas experimentarán en toda su vida”, relata. Desmitifica incluso la carrera con la que soñaba desde niño, el Tour, con sus 21 días de máxima exigencia y noches durmiendo mal en hoteles a veces de mala muerte. En el autobús camino a la línea de salida de una carrera, envidia a un hombre al que ve paseando con un periódico bajo al brazo, anhelando esa vida normal que él no tiene. Sus únicos momentos relajados son los que pasa con su novia finlandesa, Camilla.
Pese a todo, sigue un año más en el United Healthcare, un modesto conjunto estadounidense. Tras un año sin brillo, tiene la oportunidad de resarcirse en una etapa de la Vuelta a Asturias, que está a punto de ganar. Sin embargo, a cien metros de la meta le pasan Tino Zaballa y Javier Moreno, así que cierra su periplo profesional sin triunfos individuales. “Me encorvé sobre el manillar y rompí a llorar. Creía que si hubiera ganado, todo habría tenido sentido: una carrera profesional completa rematada por una bonita victoria en la cima de un puerto famoso (Naranco). Habría sido el regalo con el que el ciclismo habría correspondido a mis sacrificios”, es parte de su dura reflexión final, rematada con una frase que cierra el libro y sirve como perfecto resumen: “En ese momento supe la verdad sobre el ciclismo profesional: no es ningún puto cuento de hadas”.