donostia - El Gipuzkoa Basket logró ayer una victoria que vale media permanencia. O más. Y qué victoria. Tremenda. Fueron 45 minutos agónicos, en los que el equipo de Jaume Ponsarnau hizo frente a un rival sobre el papel superior aferrándose a un espíritu de lucha y a una fe en sus posibilidades inquebrantable. Ni cuando iba trece abajo en el último cuarto cedió el GBC. Los jugadores echaron el resto, se vaciaron buscando un triunfo cuyo premio es prácticamente salvar la temporada. Dieron la vuelta a un marcador imposible y lo tuvieron ganado, pero se vieron condenados a una prórroga difícil de asumir. Pero ahí también levantaron la cabeza y lograron noquear al Tenerife. A base de lucha. A base de pelear más cada balón. El sufrimiento fue máximo hasta el último segundo, porque con el tiempo cumplido y 77-76 en el marcador, un lanzamiento de Levi Rost sobrevolaba Illunbe. No entró. Éxtasis total en la cancha y en la grada. Tanto esfuerzo no merecía un final triste, como el sufrido en los dos anteriores compromisos en casa contra Gran Canaria y Fuenlabrada. Hubiera sido muy duro perder, pero qué bonito fue ganar.

La alegría de jugadores y cuerpo técnico al término del choque reflejó tanto el sufrimiento vivido durante los 45 minutos como la importancia de la victoria. Perder dejaba al GBC al borde del descenso; ganar le hace avistar la permanencia. La diferencia es abismal. Ponsarnau, que vivió con muchísima intensidad todo el duelo -fue incluso avisado de técnica en un momento- se abrazó a sus ayudantes, Jon Txakartegi y Lolo Encinas, y los tres hicieron piña como si fueran una sola persona. También los jugadores lo celebraron a lo grande. Lo ha pasado mal el vestuario durante este último mes y medio. Seis derrotas seguidas. La marcha de Taquan Dean. Una salvación que parecía hecha y que se iba complicando por momentos. Un equipo debilitado y unos jugadores que llegaban con el gancho puesto a esta recta decisiva del curso. Pero ahora la meta está cerca. Tanto que, a tres jornadas del final, el GBC aventaja en un triunfo más average al antepenúltimo, el Manresa, y en dos victorias -con el average perdido- al colista Fuenlabrada. Es decir, si uno de estos dos equipos quiere superar a los guipuzcoanos, tendrá que ganar dos partidos más en solo tres jornadas. Todo parece a favor de los de Ponsarnau.

El choque de ayer tuvo de todo a lo largo de los 45 minutos. No fue apto para cardiacos porque las emociones estaban a flor de piel. Todos eran conscientes de que el resultado iba a marcar, para bien o para mal, el devenir de la temporada. Y enfrente un rival temible, un Tenerife que llegaba en un momento dulce, jugándose el play-off y con una plantilla de lujo, desde luego muy superior sobre el papel a la del GBC, sostenido por sus titulares y con una segunda unidad que sigue aportando muy poco. Una pelea muy desigual.

a remolque Comenzó bien el cuadro de Ponsarnau, con un parcial de 9-0 gracias a un triple de Dani Díez, dos canastas de Doblas y otra de Grimau, los tres jugadores que a la postre llevaron la iniciativa anotadora durante todo el choque. Ese brillante comienzo permitió al GBC mantener la delantera hasta el término del primer cuarto (24-18), con nueve puntos de un efectivo Dani Díez, autor de tres triples. Para entonces Ponsarnau había empezado a mover el banquillo y los problemas comenzaron con el quinteto reserva en cancha, el formado por Franch, Huertas, Abercrombie, Iarochevitch (que acabó jugando más que Hanley) y Olaizola. El GBC acusa en demasía los minutos de descanso de sus titulares y el Tenerife lo aprovechó para empatar a 29, momento en el que Ponsarnau dio entrada a Jordan, Grimau y Doblas. Poco después metió en cancha también a Díez, pero el partido había cambiado de rumbo y al descanso ganaban los visitantes por 35-39.

La sensación en Illunbe era que el Tenerife, con una sólida rotación de diez jugadores, parecía más fuerte y que en cualquier momento podía empezar a romper el partido, lo que sucedió en la reanudación con dos triples de Saúl Blanco (42-49). Una distancia aún escasa, pero el GBC ya iba muy justo, aferrándose como podía a un partido en el que empezaba a mostrar sus carencias ofensivas y en el que su defensa no parecía suficiente para contener el talento del Tenerife, bien manejado por San Miguel y Uriz.

El 51-59 al término del tercer cuarto dio paso a unos minutos muy malos coincidiendo con la presencia en cancha de nuevo de la segunda unidad. Dejando a un lado el puesto de ala-pívot, donde Iarochevitch y Hanley se reparten los minutos con mayor o menor acierto, la diferencia entre Jordan, Grimau, Díez y Doblas y los sustitutos -Franch, Huertas, Abercrombie y Olaizola- es demasiado grande, algo que el equipo acusa en demasía, como sucedió ayer en el inicio del último cuarto. En apenas tres minutos, un parcial de 4-9 puso un peligroso 55-68 en el marcador. Con esta diferencia de rendimiento, cuesta comprender por qué Ponsarnau dio unos minutos tan importantes a esos jugadores, pero también es cierto que los titulares estaban muy cargados de minutos y que necesitaban un respiro. Además, el técnico catalán no puede prescindir de media plantilla cuando el GBC se está jugando la vida. Necesita a todos enchufados hasta el final. Confía en ellos y se lo demuestra dándoles minutos. Otra cosa es que ellos respondan adecuadamente.

la épica En el tiempo muerto, Ponsarnau hizo cinco cambios de golpe y se la jugó con los titulares. Tocaba la heroica. Remontar trece puntos en siete minutos ante un oponente tan duro parecía imposible. Se mascaba la tragedia en Illunbe, hasta que una canasta de Doblas, dos tiros libres de Grimau y un triple de Dani Díez, unidos a una serie de defensas al límite, permitieron que el GBC hiciera un parcial de 7-0 y se colocara a solo seis puntos (62-68). Grimau, de nuevo desde la personal, y Doblas, auténtico sostén ayer del equipo, hicieron que la quimera pareciera muy real (66-68) a apenas dos minutos para el final. En la siguiente jugada Sikma falló dos tiros libres y Jordan puso por delante al GBC con un triple (69-68) culminando un impresionante parcial de 14-0. Increíble. El equipo guipuzcoano parecía muerto y resurgió con más fuerza que nunca. Puro coraje. Pura fe en sus fuerzas cuando ya nadie creía. Otra buena defensa dejó sin anotar al Tenerife y, ya en el último minuto, Iarochevitch falló un tiro facilísimo bajo aro y Richotti tuvo dos tiros libres para ganar. De tenerlo perdido a tenerlo ganado, y de nuevo casi perdido. Pero el argentino solo metió uno y el choque se fue a la prórroga. Por si no se habían vivido muchas emociones antes...

tensa prórroga En el tiempo extra no había lugar a experimentos. De nuevo el quinteto de gala. Y de nuevo Grimau, motor del triunfo ayer junto a Dani Díez y Doblas, echándose el equipo a las espaldas. Dos tiros libres del catalán pusieron el 71-69 y Jordan aumentó la renta también desde la línea de personal: 73-69. El Tenerife no podía ante la intensa defensa local pero Rost metió el 73-72. Luego Grimau fue objeto de una personal y quedó tendido en el suelo. El fisioterapeuta del equipo entró en la cancha, lo que obligaba al escolta a irse al banquillo. Su enfado fue tremendo porque al final el golpe quedó en nada y quería seguir en cancha porque estaba enchufado. Lanzó los libres su sustituto, Abercrombie, que solo metió uno (74-72) y nueve segundos después volvió al banquillo. Cuatro puntos seguidos de Sikma (74-76) volvieron a poner en serio peligro el triunfo, hasta que Dani empató (76-76) a 40 segundos de la conclusión. En la siguiente jugada, como un guiño del destino, Uriz hizo pasos y dio al GBC la oportunidad de ganar. No la aprovechó del todo Jordan, que solo metió un tiro libre (77-76), pero luego Rost falló ese triple. Illunbe estalló.

Tiene mérito lo que hizo el Gipuzkoa Basket. No es fácil sobreponerse a la terrible racha que llevaba y, con tan pocos mimbres, ganar a un rival tan fuerte como el Tenerife para lograr el décimo triunfo de la temporada y tener la permanencia en la mano. Murcia fuera, Sevilla en casa y CAI Zaragoza a domicilio serán sus rivales en las tres últimas jornadas, en las que tratará de rematar la faena. Lo merece.