donostia - Todo lo que quería el Real Madrid ayer era un partido cómodo, una jornada en la que apenas malgastar energías. Recibía al 14º clasificado de la Liga ACB dos días y medio después de hacer un esfuerzo importante -y perder- en Tel Aviv ante el Maccabi y cuatro días antes de recibir al FC Barcelona en otro importante duelo de la Euroliga. La misión de su contrincante, en este caso el Gipuzkoa Basket, era la de apretarle las tuercas, pelear cada balón y obligar al Madrid a esforzarse para ganar. Pero ni el propio equipo de Jaume Ponsarnau se creyó que podía ganar y se convirtió en el invitado ideal, permitiendo al conjunto entrenado por Pablo Laso vivir un día plácido y encajando así una abultada derrota por 16 tantos (86-70).
Tan evidente resulta que la diferencia entre una plantilla y otra es abismal como que el GBC no se empleó ni con la intensidad ni con el empeño necesarios para aspirar a ganar por primera vez a domicilio al Madrid. Porque una cosa es perder, algo lógico, y otra es no oponer la más mínima resistencia, que es lo que sucedió ayer en el Palacio de los Deportes. El equipo de Ponsarnau no dio la talla en defensa, que es su seña de identidad y que ha decaído de forma preocupante en las últimas semanas, y en ataque siguió con sus problemas habituales. Solo cuando se vio 25 puntos por debajo en el marcador (77-52 al inicio del último cuarto) sacó un poco la garra, tuvo acierto en el tiro y logró un 0-13 de parcial que maquilló el marcador, gracias en parte a la evidente relajación local.
Ya es evidente que el GBC atraviesa por un pequeño bache de juego, saldado con tres derrotas consecutivas frente a CAI Zaragoza, Estudiantes y Real Madrid. Tras unas navidades casi perfectas, con ciertos jugadores rindiendo a un nivel altísimo y tres victorias en cuatro jornadas, el cuadro guipuzcoano ha bajado su rendimiento y se le están viendo las carencias, que las tiene. Su juego se basa prácticamente en cuatro jugadores -Jordan, Dean, Dani Díez y Doblas- y en cuanto uno o varios de ellos están por debajo del 100%, el equipo lo nota de forma exagerada. Así está sucediendo en las últimas semanas. Todos ellos han tenido algún día malo y el rendimiento general ha descendido de forma abrupta. Ayer Jordan fue el director de juego habitual y Díez, motivado en el regreso a casa, lo hizo bien, pero Dean tuvo un día discreto y Doblas no pudo ante la amplia nómina de interiores madridistas.
No todos los males pueden achacarse a que estos cuatro hombres no estén siempre a tope. Lo más inquietante no es eso, sino que el banquillo sigue aportando poco, muy poco. Pasan las jornadas y el problema no solo persiste, sino que se acentúa. Cuando Ponsarnau comienza a agitar el banquillo empiezan los problemas y ya vamos por la jornada 19, así que esta cuestión no parece tener fácil remedio. Franch sigue sin hacer funcionar el equipo, Olaizola solo jugó el último minuto y medio, y el rendimiento de Huskic sigue siendo desesperante. Algún club de LEB Oro pidió su cesión al GBC, que la ha desestimado. Debería tener en cuenta alguna propuesta de cara al próximo curso.
Acudir al mercado no ha aliviado los problemas en la rotación, porque Rafa Huertas juega poco y tampoco aporta nada extra, así que las esperanzas de que el banquillo alivie el peso que recae sobre los titulares es Jordi Grimau, que ayer jugó su segundo partido una vez recuperado de su lesión de espalda y sumó once puntos. Este equipo necesita como el comer que el escolta catalán recupere su mejor versión porque es un jugador con recursos en ataque y en defensa.
partido sin historia El encuentro en sí tuvo muy poca historia y menos emoción. Se podría resumir en que un Real Madrid al 50% o 60% no tuvo que apretar el acelerador para superar al GBC menos intenso que se ha visto en muchas jornadas. El 12-11 en el minuto siete se rompió con un parcial de 11-0 que dejó el marcador en un 23-11 aliviado por Taquan Dean, que anotó un triple imposible para poner el 23-14 al término del primer cuarto. A partir de ahí, el equipo de Ponsarnau no logró inquietar lo más mínimo al rival. La vez que más se acercó fue el 30-23 tras dos tiros libres de Grimau, que metió nueve puntos en el segundo cuarto. El catalán estaba con muchas ganas. Hanley lo acompañó con un par de acciones habituales suyas, pero la defensa no estaba al nivel exigido en una cita tan difícil y la desventaja era de trece puntos (44-31) al descanso.
La impotencia visitante fue la tónica también en la reanudación. Ambos equipos se pasaron unos cuantos minutos intercambiándose golpes que evidentemente favorecían al Madrid dentro de un duelo con escasa intensidad. Algo que cabe criticar al GBC, que es el que tenía que apretar al equipo de Laso, que estaba muy cómodo y lo demostró con un parcial de 11-2 que dejó el partido en 70-50 al término de un tercer cuarto en el que la defensa visitante volvió a ser demasiado permisiva y un ataque en el que sobresalieron las cinco asistencias de Jordan. El base acreditó un día más su talla a la hora de dirigir el juego y habilitó a sus compañeros un total de nueve veces durante todo el choque.
El GBC tocó fondo en el minuto 32, momento en el que perdía por 25 puntos (77-52). Ahí llegó la relajación del Real Madrid y la reacción de los hombres de Ponsarnau, que al manos tuvieron el amor propio para hacer un parcial de 0-13 que sirvió para maquillar un marcador que al final señalaba el citado 86-70. Una derrota esperable pero que deja un mal sabor de boca por la floja imagen que dio el conjunto guipuzcoano. Claro que el rival de ayer no es el mejor para calibrar el verdadero estado de forma del Gipuzkoa Basket. Habrá que ver cómo responde en un partido que se presume clave, el que disputará el sábado que viene en la cancha del Andorra, que figura en la clasificación con una victoria menos. Ayer el conjunto andorrano perdió, al igual que el Fuenlabrada y el Manresa, mientras que el Sevilla ganó. La batalla por la permanencia coge tono. Toca rearmarse moral y físicamente, recuperar la mejor versión e ir a por la victoria en el Principado.