Donostia - Givanildo Vieira de Souza (25-VII-1986) hace honor a su apodo: Hulk. Poseedor de un poderosísimo tren inferior, brazos propios de un boxeador y una caja torácica que amenaza con desgarrar su camiseta, el punta ha logrado a base de constancia y goles hacerse con un hueco en la selección de Brasil y ganarse el respeto y el aprecio de una hinchada que apenas tuvo noticias de él hasta que hace tres años, ya con 24, comenzó a ser un habitual de la canarinha. Y es que su historia muy poco tiene que ver con las de compatriotas como Neymar, prodigios que desde su adolescencia se convirtieron en objeto de adoración de todo un país. El currículum local del jugador del Zenit San Petersburgo apenas recoge un par de partidos en el Vitoria antes de dibujar una trayectoria peculiar previa a su desembarco en la elite.

Nacido en Campiña Grande, jamás atrajo la atención de las grandes canteras brasileñas. Fue un niño corpulento -su padre empezó a llamarle Hulk porque a los 3 años se ponía delante del televisor a imitar los gestos del superhéroe verde de la Marvel-, tosco incluso, que dedicaba su tiempo a ayudar en el puesto familiar de venta de carne mientras intentaba, sin fortuna, que algún club reparara en él. A los 15 años, cuando probaba con el Corinthians, un intermediario le ofreció recalar en el Vilanovense, un modestísimo club luso por entonces en Tercera División. Permaneció allí un año, alternando entrenamientos con el primer equipo y partidillos con el juvenil a los que eran invitados ojeadores de clubes de Primera, pero nadie reparó en aquel brasileño que ni siquiera jugaba en una demarcación fija. "Recuerdo que era un chaval gordito", dicen que dijo de él años después, cuando le fichó, Pinto da Costa, presidente del Oporto.

Así, Hulk tuvo que regresar a Brasil. Intentó sin suerte ingresar en la cantera del Sao Paulo y finalmente fue el Vitoria el que le concedió una oportunidad. En las categorías inferiores pasó de lateral a delantero, cinceló su cuerpo a base de entrenamientos amasando una espectacular masa muscular y tras jugar tan solo dos partidos con el primer equipo el fútbol japonés se cruzó en su camino a los 19 años. Tampoco allí lo tuvo fácil.

Tras no disponer de oportunidades en el Kawasaki Frontale, fue cedido al Consadole Sapporo de la Segunda División, donde explotó con 25 goles, cifra que mejoró un curso después con el Tokyo Derby: 37 dianas en 42 encuentros. A sus 21 años, su nombre comenzó a sonar en el circuito internacional y el Oporto, siempre atento a cualquier joven promesa que despunte, se acordó de aquel chaval que años atrás descartó cuando jugaba en el Vilanovense y compró el 50% de su pase por 5,5 millones de euros. Tardó pocos meses en hacerse con la titularidad, actuando ya por la banda derecha del ataque; un año después, 2009, su buen rendimiento le sirvió para debutar con Brasil y su explosión definitiva llegó en el curso 2010-11. Su capacidad goleadora, su durísimo disparo y sus potentísimas y rápidas carreras le convirtieron en objeto de deseo para los grandes clubes y le abrieron las puertas de la selección olímpica de Londres'12, convocatoria que levantó polémica en su país pues aún era un gran desconocido para la torcida.

Contra pronóstico, arrancó la campaña 2012-13 con el Oporto y la sorpresa se incrementó cuando fue el Zenit San Petersburgo el que logró su fichaje por la friolera de 60 millones de euros. El fuerte desembolso, el siempre difícil proceso de aclimatación y el hecho de aterrizar con la Liga rusa ya en marcha hicieron que a Hulk le costara encajar. Tampoco ayudó el recelo de sus compañeros. Igor Denisov y Aleksandr Kherzakov, dos de los pesos pesados del vestuario, criticaron las cifras de la operación y el ambiente en el equipo se enrareció hasta el punto de que el brasileño pidió ser traspasado solo cuatro meses después de llegar. Finalmente, la situación se recondujo y Hulk ha podido mostrar su valía.

El pasado verano fue pieza clave en el éxito de Brasil en la Copa Confederaciones haciéndose imprescindible en el once inicial. Ya no es el jugador cuyas convocatorias levantaban dudas, ni aquel chaval gordito al que nadie quería fichar. Ahora es el increíble Hulk.