donostia - Imaginen por un momento una película imposible. Una cinta que cuente con un reparto de lujo: Robert de Niro, Marlon Brando, Robert Mitchum y James Coburn. Un cuarteto de talento; un plantel llamado a crear una obra que pase a la historia del cine. Piense, ahora, que el productor tiene a bien poner en la batuta del proyecto a Christopher Nolan, Zach Snyder o el Ridley Scott de Prometheus o al Shyamalan de After Earth. Un despropósito. Una dirección que no mantiene el listón y propicia que el gigante con pies de barro caiga a plomo.

Es de sensatos empezar la casa por los cimientos, dice esa abuela a su nieto. Y qué razón, señora. La alusión al cine no es más que una licencia que ejemplifica un principio básico extrapolable a casi todo en la vida. Y el deporte de la canasta no es una excepción. Porque todo juego necesita una buena dirección, y el encargado de tal menester es, salvo rarísima excepción, el base. El uno.

El base. La esperanza del bajito. La tortura del torpe. La sube, piensa, dirige, arma, manda y elige. El cerebro del equipo, los llaman. Cuando uno piensa en ellos, le vienen a la cabeza Isiah Thomas, Pistol Pete Maravich, Allen Iverson, John Stockton y, por encima del resto, la eterna sonrisa, la magia que ni una maldita enfermedad incurable logra borrar: Earvin Magic Johnson.

talento consagrado Pero no es momento de nostalgia. Al diablo lo retro. Carpe diem, que dicen los amigos de los dichos manidos hasta la hartura. Baste una mirada al presente para descubrir que estamos ante una edad de oro en la posición de base. Cuesta ver un equipo con un uno malo. Los hay consagrados. Tony Parker, el velocísimo faro de los magníficos Spurs; Chris Paul, don lo hace todo bien, capaz de manejar un equipo a la perfección, secar en defensa a cualquiera, estar entre los mejores asistentes o meterte treinta puntos sin despeinarse; Rajon Rondo, con sus ojos detrás de la nuca y sus fintas al entrar a canasta; Derrick Rose, a quien solo las lesiones han podido parar, y el único que ha tosido a James en su afán por ganar premios MVP; o el alocado Russell Westbrook, que si bien muchos tienen por un combo-guard (entre base y escolta) y un uno demasiado chupón, merece por su nivel estar en la lista. Ty Lawson, Deron Wiliams, Kyle Lowry, etc. Podríamos seguir. Y ya sería apabullante. Pero eso ya lo teníamos. Lo sabíamos.

juventud y descaro Porque si ya de por sí resulta apabullante esa lista, el asunto ya resulta de escándalo cuando uno ve los bases que han ido llegando a la Liga de un lustro a esta parte, o que se han acabado de consagrar en este tiempo. Jrue Holiday, incomprensiblemente -en su día- traspasado este verano; Jeremy Lin, la estrella fugaz, sobreinflada, pero que ha encontrado su hueco en un quinteto titular de un buen equipo; o el increíble Kyrie Irving, a quien muchos desean ver rodeado de jugadores con más cabeza que sus compañeros en Cleveland. Irving merece una mención aparte por ser la esperanza de una afición que se quedó huérfana con la marcha de LeBron James, por su enorme capacidad anotadora sea penetrando o tirando, su descaro, y su gran manejo del balón, que ya ha llevado a jugadores a besar el parqué en más de una ocasión (véase Brandon Knight, otro jugador que merece estar en esta lista). Otro zagal con ganas de llamar la atención a base de partidazos es Stephen Curry, el francotirador de los divertidos Warriors de Golden State, que ya se ha ganado el respeto de toda la Liga a base de anotaciones monstruosas, bajo una cara de púber que jamás ha roto un plato en su vida.

Pero hay cuatro casos que llaman especialmente la atención. Los dos primeros, por hacer competitivo a un equipo mediocre -o, directamente, malo-. En la capital está John Wall. Cuando llegó era hype; fama, ego ("Soy el mejor base de la Liga", dijo hace unos meses), y un baile extraño marca de la casa. Rapidez, buen manejo, capacidad atlética y anotadora, así como un nivel aceptable como asistente. Pues ahora se ha desatado. Se le comparaba con Ricky Rubio de forma recurrente. Ya no. Sus 20 puntos y 8,5 asistencias que promedia este año lo hacen brillar. Y junto a Bradley Beal hacen a los Wizards un equipo que puede aspirar a más de lo que acostumbran los capitalinos. Ahora Wall puede bailar.

En Texas, por otro lado, muy lejos del frío Washington, está un esloveno. Un jugador discreto y cumplidor del que ya disfrutaron brevemente en Gasteiz: Goran Dragic. Pues junto a Eric Bledsoe (la minibestia; otro base destacable) está llevando muy alto a unos Suns por los que nadie dio un centavo. 20,1 puntos y seis asistencias. Nada mal. Ha sido recientemente nombrado MVP de la semana en el Oeste -nada menos-, y dejado fuera del All Star, incomprensiblemente.

No hay que irse del Oeste para hablar de revelaciones. En los primeros puestos de la conferencia campan los Blazers de Portland. Varias son las causas de esta mejora, entre ellas la eclosión definitiva de Lamarcus Aldridge como estrella. Pero sin director no hay película; y sin el jovencísimo Damian Lillard no hay fiesta en Portland. Otro completísimo jugador que quiere escribir su nombre en la historia sin demorar el asunto.

'mcw', la sorpresa Para redondear esta edad de oro, el novato. Llegó sin hacer ruido. Once del Draft, elegido por los 76ers de Philly, acompañando al que todos creían Nº1: el lesionadísimo Nerlens Noel. Los Sixers traspasaron a Jrue Holiday, su mejor jugador, y dieron carta blanca al chaval. Y saltó la banca. Propios y extraños, sorprendidos por un base que, con todo el descaro del mundo, debutó con 22 puntos, doce asistencias, nueve recuperaciones y siete rebotes. Y frente a él tenía a Miami Heat. Una carta de presentación como para retirarse ese mismo día. Su rendimiento, como era de esperar, ha bajado. Pero sus números (17/6,6/5,4) siguen haciendo de MCW un jugador muy a tener en cuenta de cara al futuro. Rookie del año. Seguro.

Con esta pléyade de directores, pues, es difícil que las películas sean un bluf. Y las habrá de todos los géneros. Atléticos, tiradores, armadores, defensores? un bufé de talento; una invitación a disfrutar del mayor espectáculo baloncestístico del planeta. Siéntense y disfruten, que la batuta está en buenas manos.