"que viva España, hijos de puta". Como si se tratara del final de una soflama al más puro estilo del general Queipo de Llano, Salva Ballesta abandonaba El Sadar con un gesto desafiante a la grada, después de que un sector de la hinchada le increpara desde el mismo momento que comenzó a calentar. El entonces (abril de 2006) delantero del Málaga vio la segunda amarilla después de enzarzarse a empujones con Cruchaga. Camino de la caseta, las cámaras de televisión captaron los improperios que salían de su boca.

Porque a Salva, delantero aguerrido y goleador, le ha perdido la boca. Y sus excesos verbales le han granjeado la antipatía de muchos aficionados, provocando la reciente decisión del Celta de no contratarle como ayudante de su nuevo entrenador, Abel Resino, ante las airadas quejas de gran parte de su hinchada (no solo de los más radicales, como tratan de vender los voceros de Madrid). En las redes sociales le tildaron de facha, fascista y nazi.

"Es una pena que en los tiempos en los que estamos se confunda la política con el deporte. Nunca me he referido a la política, sólo he dicho siempre que me siento muy español", manifestó ayer el exfutbolista, quien a mitad de camino por carretera a Vigo recibió la llamada telefónica del presidente del Celta, Carlos Mouriño, para comunicarle que diera media vuelta. El dirigente celtiña negó que su decisión estuviera motiva por presiones. "Hemos hecho nuestras investigaciones, como hacemos siempre, sin ninguna excepción, y decidimos que no puede venir al Celta", explicó.

Dice Salva una verdad a medias. Hijo y nieto de militares, que ama a España es cierto, aunque hay amores que matan como el Arriba España que estampó en sus botas.

Pero su declarado patriotismo va acompañado siempre de ruido de sables, desde pedir a los Altos Mandos de las Fuerzas Armadas "que deberían dar un taconazo por la situación actual", a proclamar tras el 11-M: "Dadles 72 horas a quien tenéis que dárselas y verás como esto se acaba rápido". Y aquella fanfarronada que tan mal sentó en el norte de que él sabía "cómo arreglar" la situación en Euskadi "en cinco minutos". Todo esto aderezado con su confesión pública de que le gustaría conocer al golpista teniente coronel Antonio Tejero.

Tampoco Salva se ha cortado al entrar en el juego de descalificaciones y desafíos con los sectores más radicales de algunas hinchadas. En Anoeta le colgaron una pancarta con la inscripción Salva, muérete; en Balaídos, antes de este incidente, ya le cantaban Salva Ballesta, tiro en la testa.

"No voy a entrar en polémicas con los comentarios que hagan quince tíos que no saben ni lo que son tres más dos y que van a los campos cargados de todo tipo de sustancias (...). Si alguien está en contra de uno que se siente español o esto crea malestar, es que estamos en un país de bobos", manifestaba el andaluz en mayo de 2006.

"No tengo ideas políticas fijas, ya lo he dicho mil veces. Soy español y moriré español", dijo ayer en declaraciones recogidas por Europa Press.