soraluze
AFirma Aritz Laskurain (Soraluze, 3-10-1979) que "en la página web de Aspe se confundieron". Fue cuando adjudicaron como fecha de su debut a un martes, el 9 de julio de 2002. "Fue un domingo, en el Astelena, un mes antes, si no recuerdo mal", desvela el plaentxiarra. Aquel partido fue en junio, un duelo en el que Aritz jugó junto al expelotari Imanol Agirre frente a Enrique Galarza, el quinto de su nombre, y Peio Martínez de Eulate. Y en Eibar, en el Astelena, un frontón industrial, tradicional, cuyas aristas recuerdan a la pelota más pura y dura, la de Miguel Gallastegi, los Atano o el gran campeón Hilario Azkarate, pasando por Julián Retegui, Mikel Unanue, Errasti, Irujo... Oliendo la cancha a linimento y esparadrapo, a resina, aquel domingo, un Laskurain casi imberbe, con 22 años en el retrovisor y una década impecable en el salpicadero -pero aún no lo sabía-, caía unido al delantero vizcaino por un sonoro 10-22, en el que al por entonces neoprofesional Aritz se le vieron trazas de gran zaguero, aunque acusó los nervios. "¡Llevo tiempo ya!", se sorprende Aritz cuando recuerda que en apenas un mes hará diez años como pelotari profesional. Y tal y como empezó, sigue muy unido su andamiaje al Astelena. La Catedral de la pelota a mano le alumbra como a uno de los hijos predilectos de la cancha, como paradigma del cromosoma de Debabarrena en el ADN de la pelota actual. "Aunque mis primeros años fueron difíciles. Tuve muchas lesiones, pero, a partir de finales de 2005, ya me están respetando las manos, estoy jugando con continuidad y es lo que vale", esgrime el zaguero, que analiza que "ha habido momentos de todo, momentos en los que he disfrutado, momentos en los que he sufrido. Al final, el deporte es como una vida entera, pero reducida en pocos años. Te pasa de todo". Su inicio fue duro, hasta proclamarse en los últimos cursos -su primer Parejas de Primera lo jugó con 28 años- como uno de los guardaespaldas más eficaces de Aspe, siendo la del próximo domingo su tercera final en cinco participaciones, ya que el año pasado se quedó fuera por "unos pocos tantos".
¿La receta? "Estoy teniendo continuidad, dando buen nivel y pudiendo entrenar día a día. Los primeros años fueron muy duros, no daba a basto: ni competía ni podía entrenar en condiciones. La cara y la cruz de mi carrera ha estado ahí. Los primeros tres años y pico y los posteriores", manifiesta el guipuzcoano, quien prosigue explicando, con una media sonrisa en la boca, que lo más importante para el devenir de sus últimos años ha sido "la continuidad. Caliento mucho las manos, las mimo y, cuando llega una lesión, voy directo al fisio". Aritz circunscribe su gran estado de forma y a la seguridad de la que goza, a Oier Oregi. "Oier es el fisio de aquí, de Soraluze, y con cualquier tipo de lesión, de mano o microrrotura muscular, siempre me ha tratado bien. Con suerte está en el pueblo, pero si estuviera en Logroño o en Pamplona, iría a tratarme con él", explica Laskurain.
Una vez aplacados los problemas de Aritz con las lesiones de manos, su camino por la escalera de la pelota fue paso a paso. Sin correr. Sin acelerones. "Supongo que he llegado hasta aquí de forma gradual. Se van subiendo escalones". Hasta alcanzar mieles extraordinarias. "Yo antes trabajaba en la empresa familiar. En 2009 decidí que me quería dedicar un poco más a la pelota. Sí que ha habido un cambio importante en mi vida desde entonces y considero que esa decisión fue todo un acierto, porque me permite tener más tiempo para entrenar mejor, para descansar y para hacer otras cosas que antes no podía. Trabajas media jornada por la mañana, entrenas por la tarde, compites el fin de semana y no tienes tiempo para nada más", sostiene el zaguero, quien dio una vuelta de tuerca a su camino compareciendo con Sébastien Gonzalez en su tercer Parejas como titular. En su vida laboral en el campeonato de dúos, en 2007 entró supliendo a Oskar Lasa; en 2008 fue titular con Titín hasta la final -remienda Aritz que "Titín era el que llevaba el peso de la pareja"-; en 2009 se cayó de la primera ronda por lesión, pero nunca había tenido que coger demasiadas responsabilidades en un campeonato. Fue con el zurdo de Askain con quien mezcló y tomó mayor consistencia. "Si no tienes continuidad, no entrenas bien entre semana, no rindes y no tienes confianza. Así no puedes tirar de la pareja. La continuidad, el no tener lesiones y andar con juego hace que el cuerpo te pida coger mayor peso. No te puedes evadir. Cuando estás bien, estás en disposición de tomar responsabilidades", desgrana el zaguero. Así, durante el presente curso, el de Soraluze se ha visto tirando del carro con un Yves Xala menos resolutivo de lo habitual: "Ha habido momentos en que he tenido que tirar mucho de la pareja. Después de la enfermedad, de la gastroenteritis, Xala tuvo partidos que estuvo flojo. Luego ha cogido chispa y en el último terminó muy bien. A ver si seguimos así y en la final nos sale un partido redondo". Hasta terminar encontrándose en un estado de forma excepcional, siendo uno de los zagueros referencia del panorama en busca de su primera txapela.
conexión con la naturaleza "Entrenas todos los días para conseguir llegar aquí. Estamos con el vaso de la confianza muy lleno, si ya lo estábamos en los momentos más críticos...", dice Laskurain, quien agrega que "los zagueros hacemos el trabajo sucio y los delanteros se llevan las flores. Pero nosotros hemos trabajado muy serios y pelearemos hasta el final". Describe el plaentxiarra, una vez rememoradas las aristas de su pasado, que "los descansos también son vitales. Los del cuerpo y los de la cabeza. Subo al monte y desconecto totalmente. Al final, tanto para descansar como para estar centrado, la cabeza es primordial". Para relajarse, el Karakate es el mejor paisaje para Laskurain. "Mato mi tiempo subiendo al monte, muchas veces al Karakate, y leyendo. Cuando estoy arriba, me siento en conexión con la naturaleza. Y me gusta", afirma. Remata el zaguero que "esta puede ser la guinda que adorna el pastel. Más que por el reconocimiento es por saber que llegas a ganar. Al final, ser segundo es bonito, pero fastidia. Falta el último escalón". El décimo.