donostia. ¿Recuerdan aquel milagro, el de Javi Otxoa? El vizcaino resucitó tras un escalofriante accidente que acabó con la vida de su hermano Ricardo en febrero de 2001 y muchos meses después, en noviembre de 2002, lograba despedirse del ciclismo -las secuelas fueron enormes- subido a una bicicleta en un criterium en Valencia. ¿Y de aquel otro de Pedro Horrillo? Sí, hombre. Fue hace nada, durante una etapa del Giro de 2009 en los Alpes. Pedro desenredaba el descenso de Culmine di San Pietro y desapareció tras el guardarraíl que abrigaba una curva. Voló 80 metros precipicio abajo y fue a detenerse en un saliente, sobre la roca, al borde de la muerte. Se rompió el fémur y la rodilla derechos, se dio un fuerte golpe en la cabeza que lo dejó desnortado y se rompió costillas que se le clavaron en los pulmones, provocando un neumotórax. Sobrevivió. No volvió a ponerse un dorsal, pero pocos meses después estaba de nuevo sobre una bicicleta. Como Izaro Lasa, guipuzcoana del Debabarrena, que vuelve a entrenarse apenas cinco meses después de la caída que dejó su vida en el alambre. Otro milagro.
Ocurrió en agosto, el 27, durante el Memorial Amelio Mendijur de Urretxu, una carrera junior que disputaba Izaro, de 24 años. Bajaban zumbando por Eizaga, la ciclista de Zumarraga hizo el afilador con la rueda trasera de la corredora que le precedía y cayó a plomo, de cabeza. El impacto fue tan brutal que ni el casco pudo evitar la catástrofe: se fracturó el cráneo por un costado y, tras rebotar en el asfalto, se dañó gravemente la otra parte. Se lo diagnosticaron en la UCI del Hospital Donostia, donde ingresó muy grave. Permaneció once días en ese estado, los cuatro primeros en coma profundo. Luego mejoró y le subieron a planta. De las tres primeras semanas de su recuperación, lenta e incierta, no recuerda nada. Ni siquiera retiene en la memoria lo que vio al abrir los ojos y recuperar la consciencia. De la caída tampoco ha guardado ningún fotograma. "Nada, ni uno", dice, "ni de la caída ni de mucho antes. Solo me acuerdo de que fuimos a Azkoitia y vuelta a mi pueblo -Zumarraga-. Nada más". Las lagunas en la memoria son una de las pocas secuelas que le quedan. A veces, dice, se queda en blanco, sin saber qué decir. Busca una palabra y no la encuentra. Es un mal menor. "No le doy muchas vueltas, pero a veces sí que agradezco la oportunidad que se me ha dado de seguir aquí, con capacidad para moverme". Y para andar en bicicleta. "Ando un poco, sin entrenador ni nada". Unos 60 kilómetros ahora, en enero. "Pero no soy la misma. No tengo fuerza. Después de tanto tiempo sentada en el hospital, sin moverme, he perdido todo el músculo". Del hospital salió el 17 de octubre convencida de volver a subirse a una bicicleta. "Y la ama me decía que esperase un poco, que era pronto aún. Lo que ha sufrido la pobre. Ella, el aita, mi hermana...".
"No tengo miedo" Su hermana es Nekane Lasa, campeona de España de BTT y ciclocross antes de colgar la bicicleta hace unos años, que también sufrió un accidente espeluznante. En un Tour se partió la mandíbula y se fracturó los tendones de la mano. "Normal que la ama me pidiese que esperara un poco". No fue tanto. Ya en noviembre, Izaro se subió a la mountain bike. "Fue una vuelta pequeñita". Salió cuesta abajo, con las manos apretando los frenos, despacio, temerosa. Llevaba el miedo en el bolsillo del maillot. Cuando regresó, ya no estaba. Tampoco le asaltaron los fantasmas cuando le llevaron al lugar del accidente, en Eizaga. "Allí no sentí nada".
"No le he cogido miedo a la bicicleta", dice la guipuzcoana, que sabe que tiene, y lo agradece, un dorsal eterno en el Debabarrena, aunque no le obsesiona volver a competir. "Quizás lo haga en alguna carrera de aquí que no tenga mucho nivel. No sé, tampoco le doy importancia. Y puede que sea la hora de volver a trabajar -ha estudiado dietética y nutrición y naturopatía-". Sabe Izaro que volver a montarse en una bicicleta ya fue suficiente milagro.