donostia. La progresión de Fanlo como árbitro le ha permitido realizar viajes a Inglaterra o Portugal, o ver desde el vestuario de Anoeta cómo un colegiado prepara un encuentro de Heineken Cup. El irundarra, además, no se conforma con ser juez y jugador, y también está formándose como entrenador.

¿Cómo se animó a introducirse en el arbitraje?

El último año en el que jugué en categoría infantil hubo problemas organizativos y no había árbitros. Ya que me gustaba tanto el rugby pensé ¿por qué no probar otra faceta de este deporte? Me animé, hablé con un árbitro del club y me invitó a un curso de la Federación Vasca en septiembre. Así me animé y empecé a arbitrar a alevines. Al principio fue todo un poco caótico, pero luego todo cambió cuando Iñaki Laskurain fue nombrado presidente de la Federación Guipuzcoana y Javier Blanco -Txuri- director de la Escuela de Árbitros. Txuri fue incluso de club en club para reclutar gente, y con el boca a boca se han enganchado más jugadores. Yo en mi club ya he animado a cuatro. El primer año arbitré partidos de las escuelas de rugby, a nivel guipuzcoano, y el segundo año, con 15, empecé en ligas de la Federación Vasca, incluida la categoría senior. Este es mi cuarto año. Me dieron la oportunidad y di el salto a las competiciones nacionales.

Ha arbitrado partidos importantes en Primera Nacional, como el Eibar-Zarautz.

Debuté en Primera Nacional en un Eibar-Uribealdea. Se nota que el nivel del rugby y el ritmo va aumentando y el rugby es mejor, y hay menos parones. Si toca ser juez asistente y hay que ayudar a un compañero, encantado.

¿Qué tipo de formación hace falta para ser árbitro?

Sobre todo, hay que tener ganas, disfrutar del rugby y que te guste. Esa es la receta para ser un buen árbitro. Si tienes ganas, si estudias el reglamento y si disfrutas, sale solo. Y ¡cómo no! los cursillos son el día a día de los árbitros.

¿Cómo está viviendo ser árbitro de Primera y árbitro asistente de División de Honor A con solo 18 años?

Te tiene que gustar el rugby, tienes que sentirlo. El rugby es como una forma de vivir. Llevo jugando desde hace unos ocho años, y si te gusta y lo haces bien te dan oportunidades.

A muchos jugadores les sorprenderá su juventud. ¿Cuál es su actitud?

En Inglaterra ya me preguntaron qué hacía allí con 18 años. Es curioso, pero me lo tomo a bien. El rugby se basa en el respeto mutuo entre los jugadores y hacia el árbitro. No hay problemas.

El respeto al árbitro es uno de los valores del rugby...

Es el deporte en el que más se respeta al árbitro. Sólo te habla el capitán y todo lo que quiere el jugador se transmite mediante el capitán.

Ha sido juez asistente ante la exigente afición de Altamira...

El año pasado ya estuve en los dos derbis Bera Bera-Ordizia, pero cuando estoy centrado en el verde, yo al menos, no me entero de nada de lo que pasa por detrás. Y si la gente grita, pues es porque ellos tienen su punto de vista y yo el mío.

¿Cómo es la comunicación con el juez principal?

Los mensajes deben ser cortos y centrarse en el color del equipo, el número y qué ha pasado. No tenemos que ir radiando el partido al árbitro, pero hay que contarle las cosas que no ve.

¿Y con los capitanes?

La comunicación con ellos es fundamental. Son los representantes de sus equipos y si tenemos un problemas con los equipos lo intentamos mediar con ellos. Ellos están dispuestos a ayudarnos, y eso es magnífico. En el campo, el árbitro también tiene que prevenir las faltas.

¿Hasta dónde le gustaría llegar como árbitro?

Todos queremos llegar a ser el mejor del mundo. Igual puedo llegar a ser árbitro internacional, como Iñigo Atorrasagasti. Pero para eso hay que trabajar mucho.

¿Prefiere jugar o arbitrar?

Me divierto jugando y arbitrando. Si te diviertes te sientes tranquilo y te contagias del juego. Si lo haces bien y te diviertes, es sencillo arbitrar.

¿Animaría a ejercer como árbitro?

Animaría a todo el mundo que quiera, a todo el mundo que sienta el rugby y que le guste. El rugby es un deporte que si lo entiendes puede ser muy bonito, a mí me ha enganchado.