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El Giro busca su Garibaldi

La 'corsa' ha previsto la, quizá, edición más dura de su historia para festejar los 150 años de la unificación de Italia

Donostia. Ferrari pintó una bandera italiana en sus monoplazas para conmemorar el 150 aniversario de la Unificación de Italia. Un detalle tan sencillo como un pistoletazo tricolor. El Giro de Italia tampoco se ha complicado para celebrar la efeméride. Basta con subir todo lo subible por la bota y dibujar un recorrido que sigue un viaje histórico. Sus 3.524 kilómetros de trazado tocan diecisiete de las veinte regiones de Italia -todas salvo Cerdeña, Valle de Aosta y Puglia- en un tributo a los hechos que en 1861 desembocaron en la actual Italia: la expansión del reino de Piamonte por el norte de la mano del que sería primer monarca, Víctor Manuel II, y, por el sur, la conquista emprendida desde Sicilia por Garibaldi y los mil voluntarios que lo secundaron, los camicie rosse.

El punto de partida en Turín, primera capital de la Italia unida, las salidas de etapa en Reggio Emilia, la ciudad en la que nació su bandera, o en Quarto dei Mille, desde donde zarparon Garibaldi y sus camisas rojas rumbo a Sicilia para iniciar la revuelta... Son escenarios donde se coció Italia, y por ahí pasará el Giro.

Será un homenaje patrio de altos vuelos. Y allá arriba rodarán el pelotón durante casi tres semanas, con siete finales en un puerto -y qué puertacos- más una cronoescalada. La crono por equipos que abre mañana la carrera (19,3 km.) y la individual que la cierra (31,5), los desenlaces en los muros de Orvieto y Castelfidardo y las tachuelas cerca de otras metas, dejan en solo cuatro finales -Parma (2ª), Tropea (8ª), Teramo (10ª), Ravenna (12ª)- como los únicos abocadas a una clara volata.

El Giro mantiene el estilo de su patrón desde 2004, Angelo Zomegnan, empeñado en fortalecer la personalidad de su carrera a base de idear emboscadas, de buscar pistas de Strade Bianche -unos 30 kilómetros distribuidos en cuatro etapas son de sterrato- y, sobre todo, de descubrir nuevos colosos que sumar al Stelvio, al Gavia o a la Marmolada. Y lo ha logrado con creces, para algarabía de los tifosi, que gozarán con los cuerpos retorcidos sobre las bicicletas. Puede, incluso, que hasta se le haya ido la mano en un trazado exagerado, con casi 50 kilómetros con pendientes por encima del 10%. "En mis no sé ya cuántos años de profesional, no he visto nunca unas etapas tan largas, tan duras y tan espectaculares", opina Carlos Sastre, 24 grandes vueltas en sus piernas y 15 de ellas en el top 10. Solo siete lleva Alberto Contador, pero la octava, en la que buscará la sexta muesca en su palmarés, "es la más dura de todas".

La culpa la tiene la sobredosis montañosa. La primera ración llega el séptimo día, en el tendido Montevergine, aperitivo del Etna, que se subirá por la cara norte y al final por la sur, en la novena. El verdadero Giro de Italia comenzará en Austria, en el inédito Grossglockner (13ª), primero de tres finales en alto consecutivos. Al día siguiente se llegará al Zoncolan -cuyo padre es Zomegnan-, tras subir antes el espectacular Crostis (15 km. al 9%), que "es muy exigente, pero el verdadero problema será la bajada, rápida y técnica, con una carretera muy estrecha", describe Sastre un descenso en el que la organización prevé colocar redes como las que salvaguardan a los esquiadores en las pistas de esquí. "Ahí no podremos ni beber ni comer. Será un problema recuperar fuerzas de cara a la subida final", agrega el abulense. "Solo espero que no llueva y, sobre todo, que no pase nada", terció el pinteño cuando lo supervisó "muerto de miedo". Tanto, que lo descendió "a 20 km/h de media". Al día siguiente (15ª), otra vuelta de tuerca: Piancavallo, Forcella Cibiana, Giau (2.236 metros, cima Coppi), Fedaia/Marmolada y la meta en el inédito Gardeccia. En total, la barbaridad de casi 6.500 m. de desnivel en un día y tras acumular 240 kilómetros en dos tapones tremendos.

El segundo y último reposo -más merecido si cabe que nunca- dará paso al cuarto asalto clave, la cronoescalada de 12,7 kilómetros a Nevegal (16ª). En esas cuatro etapas se juegan tres cuartas partes del Giro. O más. Y aún restará el final en Tirano (17ª) tras superar el Tonale y Aprica, el liviano viaje a San Pellegrino Terme (18ª), con un solo puerto en el camino, a 30 km. de meta y las dos últimas llegadas en alto: Macugnaga (28 km. al 4%) y Sestrière, tras coronar antes el Finestre (18,5 km. al 9,1% y ocho kilómetros sin asfaltar.

Si aún queda algo por decidir, hablará la crono de Milán. Llana, eso sí. Un cambio de desarrollos brutal después de ocho días consecutivos con el molinillo a cuestas. Más esfuerzo le supuso a Garibaldi luchar por unir Italia, pero hará falta ser un Garibaldi del siglo XXI para someter a este Giro descomunal. Es tan bárbaro, que no admite sorpresas más allá del póquer Contador, Menchov, Nibali y Scarponi.